Medio siglo largo después del final de la fabricación del Isetta, Micro Mobility Systems, una compañía suiza especialista en movilidad y estilo de vida, ha acaparado la atención al reeditar en clave eléctrica al Isetta, el mítico biplaza construido por BMW que a principios de los años 50 dio sentido a la denominación «coche burbuja».
Como aquel, el Microlino, ese es su nombre, apuesta por un habitáculo de dos plazas, con los pasajeros sentados uno al lado del otro y el acceso frontal, para lo cual se desplazan la instrumentación y la columna de la dirección y se pasa a abrir la puerta frontal. Pero también, como en el modelo original, los ocupantes podrían evacuar el vehículo en caso de accidente después de desanclar el techo de lona.
El origen del Microlino
Un estudio de la Universidad de Zurich en 2013 predijo una enorme demanda de vehículos ultracompactos de ciudad que emplearan sólo una fracción de los recursos de los automóviles tal y como los conocemos hoy, tanto durante la producción como en el uso diario. Así no sólo serían más baratos de fabricar y menos contaminantes, sino que también permitirán aprovechar el escaso espacio en las ciudades gracias a sus dimensiones ultracompactas. Ese es el contexto en el que el fundador de Micro Mobolity Systems vio la oportunidad de un concepto como el Microlino.
Con apenas un 10% más de tamaño que el Isetta original, el Microlino lo recuerda enormemente en todo lo que tiene que ver con aspecto, estilo y soluciones interiores, pero resulta enormemente diferente en su mecánica. Así, en lugar del motor de gasolina de 1 cilindro y 200 cc construido por BMW, el prototipo suizo cuenta con un motor eléctrico de 15 kw que hace girar la única rueda trasera y permitiría al Microlino rondar los 100 km/h y superar los 100 km de autonomía sin recargar la batería. Ésta podría alimentarse de un enchufe convencional, sin necesidad de una toma de alta tensión, gracias a un cable de 10 m de longitud.
¿Es el Microlino un coche real?
Aunque por el momento está en fase de proyecto, y no está previsto que empiece a fabricarse en serie antes de 2018, ya se han hecho pruebas reales del Microlino, construido en colaboración con el especialista chino Kandi Technologies, demostrando cómo más que una imitación del mito o un recuerdo, el Microlino es, con todas las de la ley, el Isetta del S. XXI por mucho que no vaya a emplear esa denominación. De momento, se aceptan pedidos y se ha comunicado que el precio podría oscilar entre los 7.000 y los 10.000 francos suizos.
Alguien se estará preguntando acerca de qué pasa con los derechos y propiedad intelectual del diseño original, ya expirados en cuanto a patentes, y las necesidades de homologar al Microlino bajo parámetros europeos. Pues bien. Se le asimilaría a un cuadriciclo, un coche de la categoría L7e como el Renault Twizy, por lo que no sería necesario que se sometiera a los test de choque de los automóviles de turismo.
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