Los neumáticos son la única parte que están en contacto con el suelo. Por ello, es importante que los mantengas en buen estado y que cuides su presión para evitar posibles accidentes, pinchazos o reventones. Además, como te hemos contado, no duran para toda la vida. Por ello, es importante tener claro qué estamos comprando cuando queremos ponerle un juego nuevo a nuestro coche.
Antes de nada, piensa que si tus pies necesitan un número de zapato concreto, tu vehículo también tiene que montar unos neumáticos adecuados. Por ello, antes de nada, comprueba que estás comprando las medidas correctas para tu coche. El fabricante suele recomendar las mismas que el coche lleva de serie, determinando su tamaño la medida de la llanta, el perfil y el ancho de la goma. Pero también el número y la letra que se sitúa a continuación, los cuales determinan la velocidad y el peso máximo que son capaces de soportar.
Una vez tenemos las medidas, podemos saltar a la etiqueta. Desde 2012 todos los neumáticos vendidos en la Unión Europea están obligados a llevar un etiquetado en el que se muestra su eficiencia, el agarre en mojado y el nivel de ruido que producen. Evidentemente, cuanto más eficientes también serán más caros, pero la inversión merecerá la pena, como vamos a ver. Y desde el pasado mes de noviembre, los neumáticos clase F ya han dejado de venderse.
El etiquetado de los neumáticos, sus tres apartados
Como puedes ver en la fotografía que tienes a continuación, el primer apartado está representado por un neumático y un surtidor de gasolina y representa el consumo de combustible provocada por la goma. Así, un neumático clase A puede ahorrar hasta 240 euros en combustible a lo largo de su vida útil respecto a uno de la clase E.
En cuanto a su agarre en mojado, este apartado está representado por una rueda y una nube con lluvia. En este caso, las diferencias entre la primera y la última categoría pueden ser de hasta 18 metros en una frenada de emergencia a 80 km/h.
Por último, la imagen inferior, un neumático con un altavoz, incluye el número de decibelios generados por la goma y su relación al límite máximo permitido. Es decir, en la etiqueta negra viene incluido un número que señala los decibelios totales emitidos, mientras que una onda señala que el neumático emite, mínimo, tres decibelios menos que el límite máximo permitido, las dos ondas situarían al neumático entre el límite máximo y tres decibelios menos. Por último, Si lleva tres ondas es que supera los límites máximos permitidos porque en el futuro puede generar hasta cuatro veces más ruido.