El encargado de dar la mala noticia a los políticos italianos fue Paolo Cantarella (en la foto), un piamontés que se encarga desde hace décadas de la administración de Fiat. Según sus cálculos, a finales del año 2001, la compañía habrá perdido más de 800 millones de euros (más de 133.000 millones de pesetas).
Se prevé que sus ventas de automóviles en Italia descenderán este año un 4 por ciento hasta situar su cuota de mercado en el 35 por ciento, un 0,5 por ciento por debajo de 2000. Además, en el extranjero, las cosas no van mucho mejor.
No se trata de ninguna sorpresa: Roberto Testore, antiguo presidente, fue la primera cabeza de turco y el propio Giovanni Agnelli, el patriarca de la marca de Turín, ha advertido que vienen "tiempos difíciles".
Bajo la batuta de su nuevo presidente, Giancarlo Boschetti, Fiat cerrará fábricas en el extranjero y despedirá a 6.000 empleados. Los tijeretazos también llegan a sus arcas, ya que venderá durante el próximo año activos por valor de 2.000 millones de euros y emitirá préstamos de 2.220 millones de dólares convertibles en cerca de 32 millones de acciones de General Motors, su socio estratégico.
Según Cantarella, este plan de choque busca reorganizarse principalmente fuera de Italia. Así, el grupo reformará completamente su estructura, ya que se dividirá en cuatro unidades de negocios, todas ellas independientes en su gestión: Fiat-Lancia, Alfa Romeo, Desarrollos Internacionales y Servicios.