Reducción asombrosa de los accidentes en Francia

Francia exhibe con orgullo sus últimas cifras recabadas en carretera: en 2002, el número de muertos en accidentes se ha reducido en un 20 por ciento. Se han salvado 1.510 vidas. España mira a sus vecinos y se pregunta si no es momento de aplicar “más mano dura".

Cámaras-espía, un éxito en Francia
Cámaras-espía, un éxito en Francia

Antes de que un conductor francés llegue a su casa conduciendo, una multa puede estar esperándole en su buzón, casi seguro tendrá que someterse a algún control y la policía no dudará en retirarle el carné si se ha pasado con el acelerador. Ahí no queda la cosa: los accidentes de tráfico ocupan portadas de periódicos, colman los informativos y los periodistas galos no dudan en aplicar adjetivos como “asesinos de la carretera" o “violencia" para lo que antes describían como “infractores" o “siniestros". Desde el pasado mes de julio, justo cuando Francia celebraba el aniversario de la Toma de la Bastilla, la lucha contra los accidentes de tráfico se ha convertido en una “causa nacional" o, lo que es lo mismo, han decidido aplicar la política de mano dura a las carreteras. Y las cifras parecen avalarles. En 2002, han muerto en Francia 5.732 personas. Son un 20,8 por ciento menos que en el año anterior. Se han salvado 1.510 vidas en 12 meses, casi cuatro al día. No hay que remontarse mucho en el tiempo para encontrar estadísticas superiores a los 16.000 muertos.
No es extraño que el primer ministro galo Raffarin exhiba las cifras con orgullo: no hay que olvidar que en Francia viven 60 millones de habitantes y circulan más de 30 millones de automóviles. Muchos coinciden en asegurar que los verdaderos protagonistas de este descenso de la siniestralidad son los radares automáticos. Desde el pasado mes de noviembre, cámaras-espía graban cualquier exceso de velocidad, sacan una fotografía y –lo más novedoso-, comprueban la matrícula y mandan la sanción al infractor. Da igual quién condujera el coche, la multa llega a su dueño y éste –según aseguran- ya se encargará la próxima vez de mirar a quién se lo presta.
Los franceses saben perfectamente dónde están ubicados estos aparatos. Existen varias páginas en Internet que recogen la dirección exacta e incluso el Gobierno avisa de su instalación con carteles al borde de la carretera. En los primeros meses, no pararon de poner multas (más de 50.000 sólo en noviembre), pero ahora parece que las sanciones quedan a un lado y en los conductores pesa más la sensación de sentirse vigilados.
No obstante, continuarán instalando más en las carreteras (están previsto otros 900 durante este año), se llevarán a los coches patrulla y también a los autobuses para que controlen los vehículos aparcados en doble fila. También llevan a rajatabla la política de mano dura ante lo que consideran “asesinos de la carretera". El Gobierno de centroderecha galo –en el poder desde mediados de 2002- ha endurecido las penas referentes al tráfico. Los conductores que cometan un homicidio involuntario por imprudencia (en especial si han bebido, carecen de carné o han excedido los límites de velocidad) pueden ir 10 años a la cárcel, 20 si son reincidentes. Son más estrictos con los conductores noveles. Su período de pruebas es de tres años y, si cometen un delito o consumen alcohol o drogas, se les retira inmediatamente el carné de conducir. El carné por puntos también ha cambiado la forma de conducir de los franceses. Cada vez que alguien vulnera las normas de circulación, se le eliminan puntos y puede perder el carné y tendrá que examinarse de nuevo. Las sanciones contra la velocidad se han endurecido. Sin embargo, Francia continúa permitiendo la misma tasa de alcoholemia. Ésta sigue en 0,5 gramos por litro de sangre. Además, si se detiene a un conductor con unas copas de más y éste no supera los 0,8 gramos, ni siquiera se le retirará el carné (en el país vecino funciona la licencia por puntos: sólo si se es reincidente se puede perder el permiso).
Muchos se han mostrado extrañados por esta permisividad con el alcohol (sobre todo si tenemos en cuenta que están dispuestos a meter en la cárcel a los conductores que hayan superado en 50 km/h el límite de velocidad). Algunos incluso creen ver la poderosa mano del lobby de viticultores detrás de las normas de Tráfico. Al fin y al cabo, Francia es una de las cunas del vino. La política francesa ha influido incluso en la economía. Según algunos expertos, podría haber propiciado una caída de ventas de automóviles nuevos (las matriculaciones se han reducido en un 6 por ciento). En el otro lado de la balanza, se situará –todavía no se han pronunciado oficialmente- una reducción importante del dinero que nuestros vecinos pagan por sus seguros del coche. Los políticos franceses aseguran que seguirán por esta línea. Además, no quieren dormirse en los laureles. Según Geneviève Jurgensen, portavoz de la Liga contra la Violencia en Carretera, “es un gran progreso para la sociedad francesa, pero aún estamos ante una catástrofe que representa cada nueve días un número de muertes equivalente al accidente aéreo de Sharm El Sheij" (el siniestro del Boeing 737 en Egipto que costó la vida a 133 franceses).En España las cifras son negativas. La siniestralidad ha vuelto a aumentar en 2002 (seis muertos más). Para el director general de Tráfico está situación debería obligar a “que la sociedad toda, con sus líderes a la cabeza digan: hasta aquí hemos llegado". Claro está que, para conseguir los mismos resultados que nuestros vecinos, deberíamos –según Muñoz Repiso- hacer algunos sacrificios y “renunciar a determinados derechos individuales a favor de los derechos colectivos". Para el máximo responsable de la DGT, los cambios pasan por endurecer las penas. Precisamente, se acaba de hacer pública una sentencia que contradice dicho espíritu: la Audiencia de Barcelona ha absuelto a un conductor temerario que circulaba bajo el síndrome de abstinencia y que se saltó dos semáforos en rojo porque en sus inmediaciones no había peatones ni otros vehículos a los que pudiera poner en peligro.

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