Parecía que la F1 podía con todo y que era intocable, pero la pandemia del coronavirus logró lo que en su día no lograron las muertes de Ratzenberger y Senna, cancelar una carrera. Verdaderamente eran otros tiempos y la sensibilidad que hay en esta época tuvo mucho que ver en la cancelación. En 1994, con Bernie al mando de las operaciones se disputó la carrera de Imola como si nada hubiera sucedido. Lo extraño de lo que pasó en Australia es que la situación con el coronavirus no era nueva, no era algo que surgió por sorpresa, sino que ya se arrastraba desde hacía algunas semanas, pero la F1 no quiso tomar ninguna precaución y quizás esa prepotencia y sentirse al abrigo de cualquier cosa les hizo cometer el error de viajar hasta Australia para nada.
La F1 no es como el fútbol. En un equipo viajan 40 personas, todos controlados y desde el mismo sitio (y aún se contagian) y en la F1 somos más de 4.000 personas de todo tipo de origen etc., algo incontrolable. En Melbourne no había ninguna sensación de que pudiera pasar algo con la pandemia. La ciudad funcionaba a pleno rendimiento con toda normalidad. Ninguna mascarilla, ningún aviso de nada. Solo alguna mínima precaución de lavarse mucho las manos, pero nada serio.
De las más de 4.000 personas que conforman el “circo de la F1" una parte importante, casi 800 son italianos, y esa era la única preocupación de la F1. Sin embargo el susto no vino de la parte italiana sino de los ingleses de McLaren. No se sabe muy bien cómo, pero el viernes por la tarde, además del caso positivo en la escuadra de Sainz detectado el jueves, se dio a conocer que nada menos que catorce mecánicos tuvieron que quedarse en Melbourne en cuarentena y de los que volvieron a casa, muchos de ellos comenzaron un periodo de vigilancia en casa.
Seguramente que Zak Brown, cuando firmaba autógrafos a los aficionados a su llegada al circuito el jueves no imaginaba que todas las precauciones que tomaros sus mecánicos y pilotos no iban a servir para nada. El paddock de Melbourne era una balsa de aceite hasta la rueda de prensa el jueves. En ella Hamilton y Vettel se convirtieron en auténticos defensores de tesis contrarias a la disputa de la carrera. Hamilton se despachó a gusto diciendo que la F1 solo pensaba en el dinero, (como si él corriera gratis) y Vettel dejó la frase del día, diciendo que los pilotos iban a echar el freno de mano, dejando claro que lo que iban a frenar era la carrera en sí. No hizo falta que los dos campeones, metidos a sindicalistas, frenaran nada. Bastó que una de las siete personas que fueron controladas por tener síntomas de coronavirus, diera positivo, y además no era italiano, sino inglés.
A partir de ahí la debacle. McLaren anunció que no corría en la noche del jueves al viernes. A Carlos Sainz le pilló por sorpresa, ya que a las 21h ni se le había pasado por la cabeza que no iba a correr, y solo diez minutos después se encontró con la cruda realidad. Reaccionaron rápido los Sainz y en el vuelo de las seis de la mañana del viernes ya estaban volando. Vettel y Raikkonen les pillaron la delantera por poco, ya que también salieron corriendo de Australia.
Con los dos campeones ya volando a casa los equipos aún estaban decidiendo que hacer. Las votaciones estaban ajustadas, ya que por 4 a 3 se decidía correr. Favorables eran Mercedes, Red Bull, AlphaTauri y Racing Point mientras que Ferrari, Renault y Alfa Romeo no querían hacerlo. McLaren ya se había manifestado y ni acudió a la reunión, mientras Williams y Haas eran voto en blanco. Lo que inicialmente era 4 a 3 pasó a 3 a 4 cuando desde Stuttgart se llamó al orden a los “carreristas" y se les dijo que la imagen de la estrella es lo que pregona la F1, y que mientras en todo el mundo se suspende todo, Mercedes no podía ser cómplice de correr en esas circunstancias haciendo equipo con tres escudería que no tienen mucha imagen que defender en ese aspecto. Así que se dio el vuelco y se decidió no correr.
Por televisión a la mañana se hablaba de que el gobierno local quería que se hiciera la carrera y el primer ministro llamaba a la calma. El público se agolpaba en las puertas ya que nadie había suspendido nada y había equipos que hacía pruebas de cambio de neumáticos (Racing Point) Finalmente llegó la suspensión y comenzó un caos aún más grande.
Nadie sabía dónde enviar las cajas con todo el material. Renault puso etiquetas para enviarlas a Bahréin, otros a la sede en Inglaterra. Finalmente la temporada no comenzara hasta Baku, con el G.P. de Azerbaiyán.