Renault Vivaquatre Berline Luxe

Con unas mecánicas tan conservadoras como fiables, modernas carrocerías, acabados muy aceptables y precios contenidos, la extensa gama Renault de los años treinta amplió su mercado hasta llegar a la cifra récord de 46.300 automóviles vendidos en 1936. La berlina Vivaquatre es un exponente de este éxito.

Renault Vivaquatre Berline Luxe
Renault Vivaquatre Berline Luxe

Es indudable que los coches de Billancourt tuvieron una enorme personalidad en sus primeros tiempos. Los viejos Renault de la Belle Epoque, magníficos por cierto, resultaban inconfundibles por su capot "pico de pato" de doradas cantoneras y su radiador central, con el depósito de latón situado delante del parafuegos. Y del mismo modo, en los "Felices Veinte" mostraron una estampa inconfundible, merced al perfilado morro "aligator" y los elementos de refrigeración en ambos costados, tras el motor. Aquellas extrañas líneas podían gustar o no, pero sin duda componían unas imágenes muy diferentes a las de los otros coches de su época.Sin embargo, la masiva llegada de automóviles americanos, sobre todo al aproximarse los años treinta, tuvo una marcada influencia sobre los fabricantes europeos, y muy especialmente en aquellos que se dedicaban a las grandes producciones, como en los casos de Fiat, Citroën o Renault. Fue quizás en esa última casa donde se dejó notar en mayor medida, ya que el patrón Louis Renault tuvo que abandonar sus peculiares disposiciones de la refrigeración y abrazar, por fin, la universal religión de los radiadores al frente, antes de poder acogerse al estilo estadounidense.El cambio fue drástico. La gama de 1930 ya rompía con la tradición estilística de Billancourt, y tan sólo dos años después, en 1932, el proceso de "americanización" se había completado al máximo. Los Renault de ese año, vistos a cierta distancia, podrían pasar por Chevrolet, Chrysler o alguno de sus competidores de ultramar, de los que apenas se diferenciaban por pequeños detalles. Los gigantescos Reinastella, de ocho cilindros en línea, se confunden con frecuencia en las fotografías con los famosos Chrysler Imperial, y es que en este caso la "similitud" llegó a extremos francamente descarados.En aquellos años ya se había impuesto la costumbre de renovar los modelos anualmente, al menos en lo referente a la estética. Renault presentaba cada otoño, coincidiendo con los sucesivos salones de París, sus gamas de automóviles que, por cierto, eran muy extensas. A lo largo de esa década, sus carrocerías fueron evolucionando hacia formas cada vez más redondeadas y aerodinámicas. Al principio, como ya hemos indicado, se limitaron a copiar a los autos americanos, pero a mediados de los treinta intentaron buscar un estilo propio, aunque sin perder las tendencias generales. Entre estas creaciones hubo de todo; muchas pasaron sin pena ni gloria y otras resultaron francamente acertadas, como los vanguardistas Nerva Grand Sport de 1935 y 1936.En fin, estos antecedentes nos servirán para realizar un mejor encuadre del coche que ilustra nuestro reportaje. Se trata de una berlina Vivaquatre de 1937, fácilmente identificable porque es el único año en que ese modelo llevó los faros semiencastrados en los guardabarros. Como pueden ver, se halla en buen estado y conserva un alto grado de originalidad, si bien sobre este extremo es preciso hacer una pequeña puntualización: la calandra de 1937 debería tener lamas finas y verticales. Las gruesas lamas horizontales que exhibe este ejemplar pertenecen en realidad al Vivaquatre de 1939.