Como pudimos comprobar en la jornada de la sesión fotográfica, nuestro Fairlane atraía mucho las miradas de la gente, algo por otro lado muy frecuente con cualquier coche americano algo llamativo de esa misma década. Aunque sus dimensiones, hoy en día, no son demasiado exageradas (ver ficha técnica), es destacable la anchura de la carrocería, cercana a los dos metros, y que tiene como consecuencia un habitáculo bastante extenso, en el que los seis posibles ocupantes, tres delante y tres detrás, cuentan con espacio de sobra. En el salpicadero destaca en lo alto el cuadro de instrumentación, con un velocímetro graduado hasta 120 millas por hora (casi 200 km/h) sobre fondo transparente. Por debajo, los medidores de temperatura de agua y nivel de combustible van acompañados por un testigo luminoso de ausencia de presión de aceite y otro que indica la falta de carga eléctrica. A todo esto se suman en la zona central tres elementos circulares en el salpicadero, uno con un gran reloj, otro con el aparato de radio y otro con los mandos de la calefacción. Por si fuera poco, disponemos de accesorios tan desconocidos aquí por entonces como el encendedor eléctrico, o las opciones de elevalunas eléctricos y cristales tintados que esta unidad no incorpora.El día está algo nublado, pero la temperatura es agradable y apetece rodar con la capota recogida. Para que no nos fatiguemos, bastará con soltar los enganches que ajustan en la parte alta del parabrisas y pulsar un botón. Del pliegue de la capota de grandes dimensiones se van a encargar unos motores eléctricos que, dada la instalación eléctrica de 6 Voltios, va a requerir un poquito de tiempo. Además, es recomendable hacerlo con el motor arrancado, para evitar el riesgo de descargar la batería, y sólo nos quedará colocar el cubrecapota.El motor V8 apenas se deja oír, pero nada más emprender la marcha y tomar la primera curva se nota que estamos a bordo de lo que los más deportistas calificarían como un barco. Y no es porque el Fairlane sea muy pesado, sino que sus reglajes están pensados para dar mucho confort al estilo americano, es decir, con suspensiones blandas y de gran recorrido, y la sensación de que la carrocería se lo piensa mucho antes de obedecer al volante, con dirección servoasistida y nada menos que 4,5 vueltas de tope a tope. El motor tiene fuerza de sobra, sobre todo porque posee mucho par y no plantea el menor inconveniente arrancar en llano con la segunda velocidad engranada.Ahora bien, tanta caballería sólo invita a ser utilizada con la capota puesta y en carreteras muy despejadas, ya que la ausencia (¡)de cinturones de seguridad, sumada a una tapicería que tiende a resbalar, invitan a que sea el conductor solo, bien aferrado al volante, el que se encargue de desbravar a esta calesa con motor de explosión. Sin lugar a dudas, su uso más placentero es el paseo tranquilo, siempre a velocidades inferiores a unos 80 km/h, dejándose mecer por los movimientos de la suspensión a la entrada de las curvas, con el rostro acariciado por la brisa que llega por encima del parabrisas y el suave ronroneo del motor V8 como sonido de fondo.
Ford Fairlane Sunliner de 1955
La marca del óvalo azul presentaba en 1955 el modelo Fairlane, un cabriolet de precio contenido pero con la presencia espectacular, la potencia de sobra y los detalles a la última moda propios de automóviles bastante más costosos. ¿Les apetece dar un paseo con nosotros?
