No se trataba de ir de carreras. Pero sí de conducir ligero, disfrutar y sentir esas sensaciones que las autovías y los coches actuales cada vez permiten menos. Y no es un tópico. El norte de la provincia de Barcelona y el oeste de Girona proporcionan zonas y carreteras que serpentean por el Prepirineo catalán, alrededor de las sierras de Picancel, Milany-Santa Magdalena i Puigsacalm-Bellmunt y Les Guilleries. No en vano, por allí transcurren algunos de los más famosos tramos de rallyes, incluidos los del Mundial.
Si a eso sumamos un tiempo primaveral, ideal para no pasar frío ni un calor sofocante que asfixie a las mecánicas (y a los ocupantes de dentro), tramos despejados de tráfico —excepto algún que otro ciclista— y sin más prisas que llegar a tiempo para un aperitivo con embutidos de la zona, la comida o la cena, tienes entonces un cóctel de ingredientes para pasar un fin de semana agradable entre clásicos y entusiastas. El toque “gourmet” a ese combinado lo puso la visita a la hermética Nave A122 donde Seat Históricos guarda celosamente su historia automovilística.

La cita era en el Hotel Augusta Vallés, a vista de pájaro del Circuit de Catalunya. Su amplio aparcamiento vino de perlas para quienes acudieron con el coche en remolque. Porque sí, viendo lo que les esperaba el sábado y el domingo, alguno de los integrantes del grupo murciano prefirió, con buen criterio, no agotarse antes de tiempo. La visita a la Nave A122 resultó un reclamo para los forofos de Seat y desde el Club de Vehículos Clásicos de Santa Rosalía asistieron cinco parejas con cinco Seat: tres Seiscientos (un “N”, un D y un L Especial), un 1500 y el 1430 de Antonio León.
No menos apasionados de la marca española eran los burgaleses Alfonso Alonso y Julián Angulo. A última hora se vieron obligados a cambiar el 124 Sport 1800 por un 124 “Pamplona” 1200 que iba como un tiro. Así es que pleno de “Seatones”. Se sumaban los cinco coches que Seat Históricos cedió a colegas periodistas de actualidad, además del impecable “Señorito”, el 124 Sport 1600 de Fernando Salvador.
El contrapunto a estas berlinas y cupés nacionales lo pusieron los Toyota Celica, Mercedes-Benz 280 SL (R107), el precioso Jaguar E-type S1 Roadster de Carlos y Carmen y los Ferrari Mondial y 512 BB de Francesc Palau y Ramón Magriñá.

Los chicos de Automovilia Classic Cars Events diseñaron un programa y, sobre todo, un itinerario para “dar zapatilla” a los coches, como se dice coloquialmente a conducir alegre. El sábado arrancó con un primer sector que, después de dejar atrás las grandes urbes, enfilaba hacia el norte, en busca de los históricos tramos de Alpens-Les Lloses y La Trona, en la comarca de Osona.
Con 190 km a las espaldas, el almuerzo en Masía La Roca, en Taradell, fue recibido como agua de mayo. Y más cuando todavía quedaba casi otro centenar de kilómetros por los tramos de La Roca-Sant Hilari y Cladells, antes de llegar al Hotel Mas Solà, en Santa Coloma de Farnés, con los brazos agotados de tanto volantear.
Quedaba la etapa final de la mañana del domingo y el broche de oro. Pero antes, vuelta a repostar gasolina, afinar el chiclé del carburador de uno de los Seiscientos y regreso a la Ciudad Condal. Por dónde, pues por el camino más largo y zigzagueante. A un lado, el Montseny; otro, Les Guilleries; y en medio, la ruta planificada, por la demarcación del Vallés Oriental: Joanet, Viladrau, Tona, Sant Feliu de Codines…

A media mañana, todos llegaron a Zona Franca y aparcaron frente a la misteriosa Nave A122. Isidre López, director de SH y ya conocido como “Guardián de las esencias”, tomó el mando y ofició de anfitrión. “Es difícil expresar las sensaciones cuando se viven con tanta intensidad. Hay que experimentarlas. Las charletas con otros aficionados, unas carreteras en las que disfrutas cada kilómetro, cada curva. Y como guinda, ver la colección de Seat Históricos. Es un sueño cumplido”, comentan Alfonso y Julián después de fundirse en un emotivo abrazo. “Para nosotros, que sentimos la marca, es como acudir no a uno, sino al santuario”.
Isidre López y Valentí Fradera guiaron la visita y contaron la historia de Seat a través de los más de 170 coches que guardan en la Nave (más otros tantos entre bastidores): desde el 1400 y el Panda “Papamóvil”, a los prototipos de última generación y, por supuesto, pasando por los monoplazas de la F1430, los Ibiza KC y Córdoba WRC, el 131 Grupo 5 y los León ganadores del WTCC. Más de uno se hubiese quedado encerrado allí “motu proprio”. “Isidre nos hace sentir unos privilegiados, contagiándonos su pasión y culturizándonos sobre el legado de Seat, que es también parte de nuestra vida”, decían Carlos y Carmen, los del Jaguar. “Toda la ruta ha sido una experiencia que esperamos repetir. Hemos compartido afición y hemos hecho grandes amigos”. De eso se trataba.
