Las averías más caras de un coche y cómo evitarlas

Embrague, válvula EGR, inyectores, turbo, catalizador… son averías clásicas que te suelen costar ‘un ojo de la cara’. Bien porque la pieza falla o bien por un uso indebido, te contamos cómo prevenir, en lo posible, males mayores.

@Autopista_es

Las averías más caras de un coche y cómo evitarlas
Las averías más caras de un coche y cómo evitarlas

Pese a realizar la revisión del vehículo cuando toca, a veces es inevitable sufrir una avería que afecte a piezas importantes de nuestro coche. También, claro, está el mal uso que se haga del vehículo. A todo ello, el envejecimiento del parque automovilístico no ayuda, al igual que la falta de mantenimiento. Y es que los coches de diez a quince años son los que más averías mecánicas sufren, sobre todo por problemas relacionados con el motor y eléctricos.

Puesto que está claro que todos intentamos esquivar el taller, sobre todo para cambiar o reparar un componente caro, hay precauciones a considerar que pueden evitar males mayores. Hablamos de indicios que, vistos a tiempo, pueden salvarnos de problemas de envergadura. En fin, recomendaciones y pistas que te ayudarán a reconocer los síntomas más comunes que apuntan a posibles averías en piezas caras de arreglar o sustituir.

Embrague: ojo a cómo pisas

En los coches manuales es uno de los elementos que más se avería. Para detectar que algo va mal hay que prestar atención a ruidos y vibraciones anómalas que se puedan producir al embragar o desembragar. Por ejemplo, una dureza acusada y un recorrido largo del pedal indican que la pieza está llegando a su fin. La sustitución del embrague puede costar, según modelos, entre 500 y 1.300 euros.

Evitar averías en el embrague pasa por cuidarlo, soltándolo con suavidad al meter la marcha y evitando, a toda costa, pisar el pedal en plena circulación (aunque sea levemente), o mantener la marcha metida a coche parado, embragando, claro, a fondo. Algunos taxistas, por ejemplo, logran alargar la vida del embrague por encima de los 300.000 kilómetros evitando esas prácticas o conduciendo de forma, digamos, «deportiva», con cambios bruscos.

EGR: expuesta al hollín

También hay que prestar atención a la válvula ERG (Exhaust Gas Recirculation), un moderno sistema de recirculación para los gases del escape. Se ubica entre el colector de admisión y el escape, por lo que está expuesta a elevadas temperaturas y a la acumulación de carbonilla y hollín, generados en la combustión mecánica. Los principales síntomas de su mal funcionamiento son disfunción en el arranque, tirones una vez en marcha, consumo de combustible alto, ahogamiento del motor, exceso de humos y falta de potencia. Cambiar la válvula suele costar entre 300 y 1.200 euros de media.

EGR

 

Una forma de evitar averías en este elemento es circular esporádicamente por encima de 2.500/3.000 rpm de forma sostenida y durante unos minutos, a una velocidad de 130/140 km/h, o en su defecto, con el motor caliente y en marcha, acelerar a fondo un par de veces de manera puntual. De ese modo, quemaremos buena parte del hollín acumulado.

Inyectores: tan precisos como delicados

Los inyectores son electroválvulas encargadas de suministrar la cantidad exacta de combustible que requiere el motor. Alrededor del 14 por ciento de las averías más complejas están relacionadas con ellos. Las causas más comunes tienen qué ver con el desgaste, pero también con el uso de combustible de baja calidad y, en menor medida, con un mantenimiento deficiente. Sustituir los inyectores tiene un coste medio de 250 euros por pieza en motores de gasolina, y de 500 euros en los diésel.

Inyectores

Cuidar adecuadamente los inyectores pasa por usar aditivos químicos ideados para su limpieza, si bien muchas marcas de combustible incluyen un porcentaje de aditivos en su carburante para eliminar impurezas. También, conviene no repostar durante el llenado de los surtidores. Ojo, los camiones cisterna recargan con potencia removiendo los sedimentos que almacena el surtidor, que pueden acabar en el depósito de tu coche.

Del mismo modo, no apures la reserva: los posos generados en el depósito terminan llegando a la cámara de combustión, forzando la bomba y atascando los inyectores. Cuidado, además, con el biodiesel: absorbe agua y humedad, y puede acelerar la oxidación y corrosión de los componentes. Con frecuencia, puede presentan hongos o bacterias en los conductos que obstruyen y deterioran la inyección.

Por último, cambia el filtro de combustible al menos cada 30.000 kilómetros: retiene las impurezas y el agua del carburante. Hacerlo es mucho más económico que limpiar, reparar o sustituir la inyección del motor. Y controla las revoluciones: circulando siempre a menos de 2.000 rpm generamos más carbonilla y provocaremos vibraciones y desgastes prematuros del sistema inyector. Si detectas anomalías, vete pronto al taller.

Catalizador: filtros e inyección son vitales

Algo más económico de reparar, aunque implique un proceso complicado, es el catalizador, instalado en el sistema de escape. Su función es reducir la contaminación que generan los gases tras la combustión. Es un elemento clave, pues de su buen hacer depende la disminución del impacto medioambiental. Es más, si va mal nos pueden echar abajo la ITV.

Podemos percibir fallos en el catalizador si notamos falta de potencia, que el coche se cala con frecuencia, ruidos metálicos en la parte inferior del vehículo o salida de humo denso y de olor extraño por el escape. Cambiar el catalizador no sale por menos de 200 euros (muchos rondan los 800 e incluso rebasan los 1.000 euros). Y es que los materiales empleados en su fabricación, platino y paladio, son caros.

Utilizar gasolina de buena calidad y practicar la conducción moderada alargan la vida del catalizador. Lo mismo que llevar a punto el sistema de inyección. Incluso dejar unos segundos el coche al ralentí antes de ponerlo en marcha irá bien, como cambiar los filtros mecánicos cuando corresponde y atajar a tiempo cualquier fuga de aceite o de refrigerante. Al ser un elemento que trabaja a elevadas temperaturas, hay que evitar aparcar sobre rastrojos secos que podría llegar a quemar.

Turbo: mejor sin prisas

La sobrealimentación, que inyecta mayor caudal de aire en la admisión a partir del movimiento generado en la turbina por los gases de escape, sufre por fallos de lubricación o por un exceso de carbonilla en sus conductos. Además, como puede alcanzar 750 grados de temperatura y girar a 100.000 revoluciones por minuto, el calor, la presión y la rapidez con la que opera generan un cóctel ideal para provocar averías. El precio de un turbocompresor varía entre 800 y 1.400 euros.

Turbo

Cuidar el turbo pasa por dejar la mecánica un instante al ralentí tras arrancar hasta que la pieza se lubrique bien (y lo mismo al apagar el motor). Sus rodamientos internos le permiten girar rápido, pero como se lubrican con el aceite del motor si apagas éste de golpe seguirán girando por inercia sin lubricante, y sufrirá rozamientos y desgastes prematuros. Además, y sobre todo en invierno, conviene no subir mucho de revoluciones en frío (menos de 80/90ºC).

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