En el Vulcan, Aston Martin ofrece a sus clientes mucho más que fiabilidad en un coche de carreras: por el ‘módico’ precio de 1,9 millones de euros tienes, además del coche, varios eventos en circuitos para exprimirlo al máximo. Y la primera parada de la ruta no se ha hecho esperar: Yas Marina, en Abu Dhabi. Nosotros estuvimos allí para dar una vuelta sobre los 820 CV del superdeportivo.
¡Ay, si fuéramos millonarios! Aston Martin nos hizo notar el sabor de la vida por todo lo alto, pero sin pedirnos los 1,92 millones de euros que vale el coche. Volamos hasta Abu Dhabi para dar una vuelta a bordo del superdeportivo más ‘caliente’ de Aston Martin, el llamado –y con mucho acierto- Vulcan. Presume de un motor V12 de siete litros que genera 820 CV y 780 Nm y un peso de 1.360 kg gracias a la fibra de carbono, al titanio, al aluminio y al acero de los que está hecho.
A los mandos del Aston Martin Vulcan en el circuito de F1
Nos alojamos en el hotel Vice Roy, ubicado directamente entre el puerto deportivo y el circuito Yas Marina. Me siento como si realmente fuera el propietario de uno de los 20 Vulcan que se han vendido. Aston Martin ha organizado tres eventos en circuito en el primer año del Vulcan, para los que los propietarios del superdeportivo sólo tienen que preocuparse de su propio desplazamiento. En cuanto al transporte de los coches, se encarga la firma, así como del alquiler del circuito y la contratación del personal, incluidos los mecánicos y los monitores. La manutención y el alojamiento también corren a cargo del fabricante británico.
Tras instalarme en el hotel y darme una ducha rápida, cruzo el famoso puente de cristal del circuito y soy guiado hasta una terraza en una azotea detrás del pit lane. Entonces lo oigo por primera vez: el rugido de un animal furioso que cruza bajo el puente. Sólo puede ser el Vulcan. Petardea a cada cambio de marcha mientras se prepara para trazar la curva 19: cuarta, tercera, segunda. En la siguiente recta consigo atisbar una pequeña franja del techo del coche por encima de las barreras de protección, mientras el Aston Martin Vulcan acelera hacia la curva 20 –bam, tercera, bam, cuarta-. Y entonces el sonido celestial del motor V12 se ahoga al pasar por detrás de un edificio, aunque su rugido sigue delatando el camino del coche.
Aston Martin Vulcan: 2,16 metros de ancho y... un alerón gigante
Pasado un rato, ese modelo descansaba junto a algunos de sus hermanos en el pit lane. Su apariencia exterior –diseñada por Marek Reichmann- es sólo una pista que te ayuda a imaginarte cómo suena el motor V12. Describirlo como agresivo es quedarse muy, muy corto. La típica parrilla frontal de Aston Martin, de dos metros de ancho, queda tan cerca del suelo que parece que va a rozar el asfalto. Ciertamente, es fácil imaginarse el sonido atronador que se ha oído hace un momento. Me cabría el antebrazo –y quizá incluso el muslo- en la apertura de salida de los tubos de escape. No hay que hacer un gran esfuerzo para imaginárselo escupiendo humo y rugiendo sobre el asfalto. El alerón trasero es tan descomunal que podría hacerse pasar perfectamente por la cola de un Airbus A380. Vale, a lo mejor estoy exagerando un poco. El Vulcan mide ‘solo’ 2,16 metros de ancho; el alerón, quizá un metro más. Vale… estoy volviendo a exagerar. En mi defensa diré que es difícil relativizar ante la espectacularidad de este coche. ¡Es demasiado fácil alucinar con él!
En el interior encontramos dos asientos deportivos con protección lateral que se asemeja a las orejas de un elefante, así como una estructura de protección del habitáculo de 36 kg hecha de acero de alta dureza para garantizar la seguridad de los dos pasajeros. En nuestra primera salida al circuito me toca el asiento del copiloto. El del conductor está ocupado por Darren Turner, un piloto del WEC de Aston Martin que tuvo un rol importante en el desarrollo del Vulcan: nada menos que 12.000 kilómetros de pruebas. No creo que nadie conozca el coche mejor que él. Sólo puede ser él el que conducía el coche cuando lo oí pasar rugiendo al llegar al circuito. Me senté a su lado, ya equipado con mi mono, mis guantes, mi casco y el protector de cabeza y cuello. Me ato el arnés de seis puntos. ‘¿Me oyes?’, me pregunta una voz por la radio de mi casco. Levanto un pulgar en señal afirmativa –asentir con la cabeza es imposible, atado como estoy-. ‘Te voy a mostrar el circuito y una pequeña parte de lo que el Vulcan puede hacer’, me dice Darren. A partir de ahí, su voz se pierde entre el chirriar de la caja de cambios y el ronco estruendo del motor V12.
Aston Martin Vulcan: de 280 km/h a 60 km/h en 180 metros
‘Gira la ruedecilla roja a la derecha, limitará tu velocidad en el pit lane. Aunque ya lo sabías, ¿no? Estamos en un túnel, con cruces y curvas de 90 grados, que pasa por debajo del circuito. ‘Ten cuidado: está a la sombra, y si los neumáticos están fríos puedes perder adherencia y acabar contra la pared. Tienes que calentar los neumáticos’, me advierte la voz de Darren. Empezamos a salir del túnel para entrar al circuito, y lo primero que vemos es el cielo. Darren acciona la ruedecilla roja y pisa fuerte el acelerador. El V12 reacciona con un potente rugido. Parece que acabamos de lanzar un misil. Es increíble lo lineal que es la entrega de potencia. Sientes cada uno de los 820 CV del motor V12 galopando en las ruedas traseras. Igualmente increíble es la violencia con la que me muevo dentro de mi arnés a medida que los discos cerámicos de 38 centímetros se activan, los seis pistones presionando a medida que Darren se prepara para afrontar la horquilla. Darren acelera para entrar en la recta más larga del circuito. El motor va a 7.500 o 7.600 rpm. Se revoluciona en un abrir y cerrar de ojos. Esto ocurre otras cuatro veces, para finalmente alcanzar una velocidad de 280 km/h. La señal de 200 metros vuela ante nosotros, Darren frena para enfilar la curva 8 y yo termino mirando hacia mis pies, porque mi cabeza es la única parte de mi cuerpo que no está atada y se va hacia delante con la frenada sin que yo pueda evitarlo. Justo antes de entrar en esta curva a izquierdas de 90 grados vamos a 60 km/h y con la primera marcha engranada.
Otra curva a izquierdas; ahora, una a derechas, seguida de una interminable curva a izquierdas, un combo derecha-izquierda-derecha y, después, otra de 90 grados hacia la izquierda. Nos dirigimos tierra adentro, alejándonos del agua. Disfruto del resto de mi particular montaña rusa hasta que, como todo lo bueno, el viaje se acaba. Me bajo del coche eufórico.
Aston Martin Vulcan, sorprendentemente refinado
Me siento de maravilla. Solo después de bajarme del coche noto que mi pecho está sangrando un poco a causa del arnés. En ese momento, en lo único que pienso es en conducir. Por suerte, me dejan probar y explorar el circuito con un Vantage GT12 y un Vantage V8 GT4. Mi copiloto es el instructor de Aston Martin Joe Osborne, y me explica, a una velocidad moderada, los puntos clave del circuito. Esto también es un servicio incluido en el precio de tu Vulcan.
Finalmente, estoy preparado, y ocupo mi puesto frente al volante extraíble del Vulcan. El interior es exactamente lo que podrías desear por el precio del coche. Ni rastro de ese aspecto tosco -para algunos, con cierto encanto- de los mandos y botones típicos de un coche de carreras. Todo está ensamblado de forma impecable, el cambio y los diales están encajados a la perfección, a pesar de ser, incluso, demasiado bastos, teniendo en cuenta que los vas a usar con guantes.
Para arrancar el coche hay que pisar el embrague, después de eso, te puedes olvidar de él. Me pongo en marcha sin más demora, pero descubro que la segunda marcha no es la adecuada para el pit lane. Hace que el Vulcan avance con parsimonia, pero necesito un poco más de velocidad. Una vez pasado el túnel, con su angosta curva, y tras haber ganado un poco de velocidad, la conducción es considerablemente más suave. Acciono la ruedecilla roja y piso el acelerador. Esta primera sesión no la hago con neumáticos lisos, sino con unos deportivos de carretera, una cualidad que echo en falta en el Vulcan. Pero los neumáticos perfilados tienen unos límites más indulgentes y también se calientan más rápido. La potencia está limitada en el nivel más bajo. Aun así, 500 CV no son poca cosa, y no echo en falta más en estas primeras vueltas. El Vulcan va fantástico, ¡incluso es cómodo! La visibilidad es genial, a pesar del tamaño, y el capó es perfecto para usarlo como si fuera la mira de un rifle, apuntando al siguiente objetivo para dirigirse hacia él.
No suelo experimentar a menudo ese momento en que sientes constantemente que estás jugando con los límites del coche. Los límites del Vulcan van mucho más allá de esa sensación. Conduzco con un poco de cautela, eligiendo una línea que no vaya a costarme 1,9 millones de euros, aunque sepa que el Vulcan está asegurado. Aun así, mi vuelta más rápida en la segunda sesión fue cuatro segundos más rápida. En la recta del fondo, Joe cambia el límite de potencia a 675 CV después de engranar la segunda marcha. Al engranar la tercera, libera los 820 CV. Cada momento se siente como si nos estuviera empujando un misil, y el Vulcan devora el asfalto con una voracidad cada vez mayor. Miro hacia la recta que se extiende ante mí, freno a la altura de la señal de 200 metros, y empiezo a reducir marchas: quinta, bam, cuarta, bam, tercera, bam, segunda, bam, primera. Joe hace un gesto con el puño en cada cambio de marcha y disfruta del rugido animal de los tubos de escape. Yo también. Aston Martin Vulcan: 1,9 millones de euros. Conducir un Aston Martin Vulcan: no tiene precio.
Aston Martin Vulcan, en pocas palabras...
El Vulcan no costará dos millones de euros por mucho tiempo. La estricta limitación de la producción a 24 unidades previsiblemente hará que el precio suba en un futuro cercano. El Aston Martin One 77 fue ensamblado entre 2009 y 2012 en una producción de 77 unidades. ¿Su precio? 1,2 millones de libras (algo más de 1,5 millones de euros). El valor actual del One 77 es de en torno a dos millones de libras (2,5 millones de euros). Así que los millonarios que estén leyendo esto deberían estar atentos, ya que todavía hay cuatro Vulcan esperando un dueño. Si tenéis a mano 2,4 millones de euros (impuestos incluidos, eso sí) podríais convertirlos en 3,25 millones en tan solo cuatro años. ¿Y la mejor parte? El precio incluye ocho eventos en circuitos por todo el mundo.
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