Attitudes</font color="#0000CC"> , la iniciativa creada por Audi hace tres años, organiza en Madrid la I edición de sus Jornadas de Reflexión. Con el fin de expresar su compromiso con la protección del medio ambiente y la promoción de la educación vial, el tema elegido para la "meditación" ha sido la agresividad al volante, un problema social creciente, según el 80 por ciento de los españoles.
Durante los encuentros, Jesús Gasanz (director de Audi) y Luis Montoro (catedrático de la Universidad de Valencia) han presentado las conclusiones recogidas en el estudio de opinión "La agresividad en la conducción: una investigación a partir de la visión de la población española", realizado por Attitudes en colaboración con el Instituto Universitario de Tráfico y Seguridad Vial de la Universidad de Valencia (INTRAS). Según la encuesta, llevada a cabo entre 1.200 personas, el 79 por ciento de los conductores cree que existe relación entre la agresividad y los accidentes de tráfico. Este problema -que, según el 53 por ciento de los entrevistados, se da con una frecuencia relativamente alta- se está incrementando en nuestro país de forma importante.
El estudio presenta una serie de conclusiones que dan una idea de cómo percibe la sociedad española la agresividad. Así, las mujeres, los separados, los automovilistas de clase media y media-baja y aquellos que desconocen la potencia de su vehículo son los que más importancia dan a las conductas violentas. Entre éstas se encuentran producir daños a otras personas con algún objeto o arma, conducir bajo los efectos del alcohol o saltarse los semáforos en rojo. Las situaciones más tolerables, según los entrevistados, son aquellas en las que alguien da las luces largas, toca el claxon o cruza los semáforos en ámbar.
El perfil del conductor agresivo
La encuesta también establece cuál es el prototipo del conductor percibido como violento por la población española. Éste responde a un perfil bastante determinado: hombre, soltero, de 18 a 30 años, con poca experiencia al volante y propietario de un vehículo nuevo, deportivo (automóvil o motocicleta) y de color oscuro –más agresivos que los colores claros o los llamativos: rojo, amarillo...-.
Aunque la mayoría de los entrevistados creen que se puede solucionar este problema, un 31 por ciento opina lo contrario, pues, según argumentan, "los conductores advierten la violencia en los demás, no en uno mismo. Además, el coche, en el que se incrementa el anonimato y la sensación de impunidad, es como un cristal de aumento de nuestra agresividad".
Para reducir esta tendencia, se han propuesto algunas medidas, como la educación vial desde la etapa escolar, los programas de reeducación, las mejoras en las carreteras (se cree que los comportamientos violentos tienen lugar en atascos, durante los fines de semana o en salidas de ocio) y la información y campañas de tráfico. Las multas o el incremento en el coste del seguro son los recursos peor valorados para atajar este problema.
En opinión de Carlos Muñoz-Repiso, director general de Tráfico, la agresividad al volante no debe quedarse sólo en un estudio, también hay que "dar remedios", según ha afirmado en la presentación de las conclusiones de estas jornadas. Este ha sido el objetivo de las mesas redondas ("focus groups") organizados por Attitude. En el primero de ellos, que trataba los aspectos jurídico-legales de la violencia en la carretera, se llegó a la conclusión de que no habría que tipificar este problema como delito, pues varios de sus aspectos –temeridad, riesgo, negligencia...- ya están recogidos en el Derecho Penal y Administrativo, que sanciona con 60 euros de multa (10.000 pesetas) a quien se "comporte indebidamente" mientras conduce un vehículo.
Francisco Toledo, Técnico Superior de Investigación de la Universidad de Valencia, también ha propuesto, como solución a la agresividad, medidas de carácter formativo (que incluirían el establecimiento de una licenciatura en Tráfico o la inclusión de la educación Vial como material troncal) e integradoras –servicios a la comunidad, etc-. Además, ha señalado la conveniencia de la modificación de la estructura judicial, con la creación de la figura del Juez de Tráfico.
Los nórdicos, más agresivos
Para completar la visión sobre la reflexión propuesta por Attitudes, también se han tenido en cuenta estudios realizados en Europa y en Estados Unidos. La Agencia Federal para la Seguridad del Transporte en Carretera norteamericana ha establecido que dos tercios de las 250.000 muertes ocurridas en accidentes de circulación entre 1990 y 1996 se debieron a conductas agresivas o parcialmente violentas.
En el Viejo Continente, las diferencias entre el norte y el sur también se reflejan en nuestra actitud al volante. Aunque el comportamiento es parecido (lo más habitual son los gestos ofensivos, las ráfagas de luces largas, el acercamiento excesivo, las agresiones verbales o la obstrucción deliberada del paso), un estudio establece que alemanes, holandeses y finlandeses son los más proclives a perseguir de cerca a otros conductores, mientras que los automovilistas griegos y españoles suelen insultar o discutir.
Dianne Parker, profesora de Psicología en la Universidad de Manchester (Reino Unido), ha aportado su visión sobre la conducta de los europeos, basándose en los estudios llevados a cabo por su departamento, especializado en analizar la conducta al volante.
En opinión de Parker, hay que diferenciar entre los errores, los lapsus –no recordar exactamente qué camino debemos seguir para llegar a nuestro destino, etc- y las infracciones, que se cometen de modo deliberado y son las causantes de la mayoría de los accidentes. Si los errores se suman a las infracciones, llega la catástrofe, ha asegurado la profesora de Psicología.
Las personas que incumplen las normas de tráfico tienen una serie de creencias que hay que cambiar, como pensar que las consecuencias de sus actos no serán negativas, que sus amigos aprueban su conducta o que el tráfico que los rodea supone una presión que los obliga a acelerar. Estas convicciones deben cambiarse, ya que predisponen a responder de manera agresiva "cuando se encuentran ante situaciones que provocan su enfado: la conducción peligrosa de otras personas, que alguien cuestione su habilidad al volante –todos nos creemos conductores por encima de la media-, encontrarse a otros automovilistas que impidan su avance...", asegura Parker.
Aunque "un gran nivel de enfado no siempre lleva a un gran nivel de agresividad", la profesora de Psicología en Manchester también ha propuesto medidas educativas para evitar este problema en la carretera. "Debemos identificar a los individuos potencialmente violentos, que se caracterizan por ser personas –tanto hombres como mujeres- impulsivas y que disfrutan con las situaciones de riesgo en las que se ven envueltos, y educarlos para que tengan una conciencia de seguridad. Además, hay que evitar el desarrollo de actitudes negativas en los jóvenes antes de que éstos consigan el carnet", ha añadido.