Cómo nos hemos ido complicando la vida! Con sólo
Sin embargo, las primeras unidades del Seat 127 cuentan ya con más de tres décadas de antigüedad. Si se tratase de un modelo menos difundido, puede que a quienes ahora rondan la treintena, el 127 les pasase desapercibido, pero estamos hablando del automóvil que más se vendió en España entre 1973 y 1978, y además a bastante distancia de sus competidores. De hecho, el Fiat 127 -su hermano gemelo- también fue el coche más vendido en toda Europa desde
El entusiasmo impaciente propio de la juventud, tan escasas veces acompañado de los medios económicos para convertir los deseos en realidades, tiene aún en el Seat 127 una excelente oportunidad de adentrarse en esta afición. Todavía es relativamente sencillo encontrar alguno en manos de alguien que siga sin hacer caso a los cantos de sirena del plan “destroce”, y aunque tenga pegatinas casi ilegibles, abolladuras en los parachoques cromados, un interior descuidado y una pintura sin brillo, su renovación sea bastante asequible.
O si no, lo que ha hecho David Sastre, conductor habitual del Seat 127 blancoque hemos probado. Cuando su padre lo compró en mayo de
Cuando salió al mercado el Fiat 127, una de las pocas críticas que recibió de sus primeros usuarios y de la prensa especializada el flamante "Coche del Año en Europa 1971" se refería a sus poco atractivos escay, así como a su incomodidad, pues los delanteros eran duros y cortos de banqueta y los traseros tenían un respaldo demasiado inclinado. En el caso del Seat 127, presentado en 1972, los asientos nada acordes con el precio del coche también fueron motivo de quejas, pero en Seat ya habían tomado nota de los escasos puntos débiles del modelo italiano y desde el primer momento se ofrecía en la primitiva versión 2 Puertas un conjunto de accesorios y mejoras bajo la escueta y poco realista denominación "Lujo".
También había quien se quejaba de que no llevase algo más de instrumentación, al menos un simple termómetro de temperatura de agua que la empresa Veglia comercializó inmediatamente, y algunos elementos de equipamiento que sí incorporaban otros modelos todo atrás de menor precio, sin olvidarnos de que un Seat 124-D Normal costaba sólo trece mil pesetas más franco fábrica. En cualquier caso, Seat ya tenía bastante al principio con suministrar unidades sin lujo y con lujo, para hacer frente a la gran demanda, sabiendo que las cualidades de su modelo lo iban a convertir en el coche de mayor venta.
El día de la prueba David prescindió de su novísimo Citroën C2 y se llevó el 127 al trabajo. Habíamos quedado a las 14,30 h cerca de una céntrica glorieta madrileña y allí llegaba con puntualidad a los mandos de su Seat blanco. En el tráfico urbano nos pudimos mover con una cierta soltura y a los pocos minutos enfilábamos la carretera de Valencia. Ya en la autovía, proseguíamos la marcha a un crucero fácil de
Ante la proximidad de una gasolinera, un vistazo al indicador de nivel (la aguja roza con la señal 4/4, o sea, depósito casi lleno) hace que no varíe nuestra presión sobre el pedal de gas, al tiempo que descubrimos otro de los accesorios de los 127 "Extras", un termómetro de líquido refrigerante que marca algo por debajo de la mitad de su escala. David comenta que el termómetro sólo sube en verano y a marcha lenta, "además, enseguida salta el elecro y todo arreglado."
Al cabo de media hora de recorrido, uno se va adaptando a la postura de conducción, en la que el volante de pasta queda demasiado cercano a la horizontalidad y el paso de rueda delantero izquierdo obliga a descansar el pie izquierdo como buenamente se pueda. Los asientos del "Extras", con paño en la zona central y plástico en los laterales, resultan suficientemente cómodos y la dirección de cremallera, toda una primicia en Seat, aporta la agradable sensación de que el coche obedece al instante a lo que piden nuestras manos.
Rodar a
Sin pisar a fondo ni llevar cada relación hasta su correspondiente marca roja (
En una zona de abundantes curvas y repechos pronunciados con sus correspondientes bajadas sale a relucir el excelente comportamiento del 127 en conducción viva. La barra estabilizadora delantera hace que apenas se incline y su batalla de
Lo mejor llega cuando nos metíamos por las calles estrechas de un pueblo, donde el 127 hacía valer la facilidad con que reacciona en segunda casi al ralentí y sus dotes para el callejeo. Hacia delante, la visibilidad es óptima por la postura elevada sobre el asiento y el capó corto y algo bajo. Otra cosa será aparcar, situación en la que la luneta trasera tan pequeña y elevada, exige obrar con precaución, pues los aparcamientos a oído se llevan mal con la integridad de los parachoques cromados.
De regreso, ese nervio del motor y su bastidor ágil nos lleva en volandas a través de amplias avenidas, calles estrechas con furgonetas en doble fila y peatones que cruzan por donde menos esperas. Sin duda, con el 127 llegó el coche para la ciudad y para la carretera (las autovías no existían entonces), para viajar el conductor solo o cinco a tope de carga, y cualquier momento es bueno para seguirlo demostrando. De hecho, con él nacieron en nuestro mercado los coches "polivalentes", cuya estructura actual es ahora prácticamente la misma, a pesar de que esta versión carezca del práctico portón trasero y no se puedan plegar los asientos traseros.
Para terminar, no podemos resistirnos a reproducir lo que David nos respondía apresuradamente aquella tarde, pendiente del reloj, ante la puerta de su lugar de trabajo. "¿Qué queréis que os diga de mi 127? Yo lo quiero una barbaridad".