Subaru sigue retocando su propuesta históricamente más revolucionaria, el Forester, un vehículo que abrió un camino por el que ahora transitan todas las marcas, el de los SUV, o todo terrenos ligeros. Pionera en esta idea, Subaru va poco a poco puliendo los defectos que tenía su Forester y cada vez lo presenta más redondo, más próximo al ideal del SUV, un coche que tiene que ser cómodo y ágil en carretera y audaz y seguro en el campo.
A simple vista ya se ve en qué dirección trabajan los ingenieros japoneses para alcanzar este ideal. Para empezar, han introducido leves cambios estéticos que modernizan y ponen al día un modelo que empezaba a evidenciar el paso del tiempo.
Pero estos retoques no interfieren demasiado en la filosofía básica de este producto. El Forester es un coche de poca alzada, con un espacio libre al suelo que no presagia grandes alegrías off-road, pero con una línea tensa en su arquitectura que habla de facilidades para ir a buen ritmo en carretera. Hacerlo más capaz en el campo habría sido perjudicial para su comportamiento en asfalto, que es el prioritario para el tipo de cliente que compra este coche. Al tiempo, pulir más su rendimiento en carretera significaría imposibilitarlo dinámicamente para trotar por las pistas. Así pues, el equilibrio alcanzado parece, de antemano, muy acertado.
Motor de ritmos vivos
Equipado con un motor bóxer de 125 CV, el mismo que se monta en el Impreza, el Forester aprovecha bastante bien esta potencia. En carreteras y autopistas funciona como una berlina un poco más alta de lo normal: muy confortable y muy fácil de conducir.
El bastidor hace gala de gran equilibrio y las suspensiones proponen un correcto compromiso entre firmeza y confort, con lo que el paso por curva es rápido y aplomado, muy confiado, sin extraños de ningún tipo (este carácter firme perjudica, como veremos, el trabajo off-road).
En estos terrenos fáciles del asfalto, el motor de cilindros opuestos muestra un comportamiento típicamente gasolina-atmosférico. Empuja relativamente poco a bajo régimen, pero se recupera y saca su brío a partir de 4.000 giros. Ahí, en la parte alta del cuentavueltas, se mueve con soltura y mantiene cruceros elevados sin exigir mucho apoyo del cambio, aunque tampoco se puede decir que sea un coche muy rápido. Obligados a rodar altos de vueltas para aprovechar la potencia, descubrimos que el consumo se dispara más de lo que nos gustaría, con una media en autopista que ronda los nueve litros, pero con picos mucho más altos a poco que queramos correr. También es necesario reseñar que a este ritmo elevado el ruido en el interior se incrementa de forma notoria, con una acusada dominante del motor y con la incómoda presencia de sonidos aerodinámicos.
Si obviamos estos inconvenientes, el habitáculo es realmente cómodo, con espacio de sobra y multitud de huecos para objetos. Cinco pasajeros pueden viajar sin estrecheces y con una comodidad que ya quisieran para sí muchas berlinas convencionales.