La etapa comienza en Montalbán, en la gasolinera Campsa que hay junto al kilómetro 168 de la carretera N-211. Desde aquí tomamos la primera calle, a la derecha, hasta la plaza Mayor, cruzamos la plaza, pasando junto al ayuntamiento y la iglesia-fortaleza de Santiago, y salimos de Montalbán siguiendo los carteles de dirección de Peñarrollas. Seguimos una estrecha pista asfaltada, de lamentable firme, que sigue junto al cauce cultivado del río Martín por el interior de unas rocosas gargantas. Recorremos unos kilómetros por el lado izquierdo del río hasta llegar a Peñarrollas. En la entrada del pueblo sale una pista algo rota al principio que se adentra por interior de una pequeña chopera. Tras cruzar el río seguimos brevemente junto al cauce para comenzar a ascender suavemente por la ladera del barranco de la Canaleta. La pista ha mejorado, ahora es ancha y de firme prácticamente liso. Es una preciosa subida entre pinos con el profundo barranco a nuestra derecha. Sólo la presencia de barro en alguna zona podría complicar esta parte del recorrido. Salimos del pinar cruzando, entre campos de labor, una extensa llanura cultivada. La pista, algo pedregosa y más incómoda que difícil nos lleva hacia la estrecha carretera que seguimos hasta Torre de Arcas, un pequeño pueblo con una preciosa iglesia mudéjar recientemente restaurada. Salimos del pueblo por una estrecha pista que pasa junto a la ermita de la Virgen de la Huerta y nos lleva hacia el ancho camino rural de Obón. Comenzamos a ascender por una pared rocosa en una continua subida que nos ofrece espléndidas vistas sobre una abrupta sierra. La pista es ancha y pedregosa y, aunque no ofrece dificultades, resulta un tanto incómoda. Una llanura situada en lo alto nos espera al coronar. Es una zona agreste y rocosa, que alberga varias tainas y algunos sembrados. La pista es buena y se ven abundantes arbustos detrás de los campos de labor. Al circular sobre una atalaya con barrancos a ambos lados, disfrutamos de unas espléndidas vistas desde lo alto. La pista es ancha y algo pedregosa e incómoda en este tramo. Es una zona de monte bajo en la que los arbustos son la vegetación dominante y algunas tainas en ruinas salpican un paisaje agreste y rocoso. La casilla 17 es un cruce en el que nos incorporamos a una pista ancha y algo pedregosa que avanza salvando profundos barrancos. Circula a veces por las laderas, a veces por las crestas atravesando una zona agreste con abundantes olivos y algunas construcciones en piedra. La pista mejora antes de llegar al llano y al salir de la zona de barrancos pasamos junto a algunos antiguos bancales típicos del Maestrazgo. Un tramo por la cuerda de la sierra precede a una bajada con multitud de retorcidas revueltas que nos lleva hasta el Monasterio del Olivar. Dejamos atrás el Monasterio siguiendo la ladera del barranco Hondo, a nuestra derecha queda el cauce del río Estercuel. Al cruzar el cauce algo más adelante la pista mejora, es más ancha aunque algo pedregosa. Comienza a subir por una zona de monte con árboles y arbustos muy verdes en dirección al que probablemente sea el tramo más complicado de la etapa: un recorrido de poco más de tres kilómetros que resulta ser un auténtico laberinto. Es una zona junto a una cantera, en la que las pistas pueden cambiar en cualquier momento: nuevos trazados, abandono o corte de otros (antiguos o nuevos), además toda la zona está en obras y falta señalización, un pequeño lío. Sin embargo no es demasiado difícil, ya que la referencia está a la vista, Crivillen que se ve enfrente, al fondo, es donde hay que llegar. Siguiendo por la pista más ancha, junto al tendido eléctrico, y siguiendo recto, cuando el tendido gira hacia la izquierda, daremos con el buen camino. En el último tramo, la pista baja al barranco, cruza el río Escuriza y llega a las calles de Crivillen. Una buena prueba de orientación.
Ruta 4x4: Montalbán-Mas de la Mata
La Ruta del Destierro del Cid entra en el Maestrazgo, la comarca que estuvo bajo la jurisdicción de los maestres de las Ordenes Religiosas en el medievo. Los monjes-guerreros de las ordenes de los Templarios, de Calatrava, de San Juan de Jerusalén y de Montesa dominaron estas tierras durante varios siglos protegiéndolas de las invasiones de los reinos árabes.
