La imagen del nuevo Range puede resultar engañosa. Sus similitudes visuales con el anterior modelo harían pensar que se trata de una remodelación más o menos profunda del de toda la vida. Nada más lejos de la realidad. Toda la configuración del Range Rover es nueva: el chasis, la implantación de suspensiones, las mecánicas y la transmisión no tienen ningún punto en común con el anterior, del que sólo conserva esa estética tradicional y los conjuntos neumáticos de suspensión, ya presentes en las últimas generaciones del anterior modelo británico. Fiel a su alcurnia, el Range Rover presenta un refinamiento general digno de una berlina de lujo y la calidad de terminación y de los materiales empleados envuelven a sus ocupantes en un ambiente lujoso desde que acceden al interior. Mucho tiene que ver en esta sensación el completo equipamiento que muestra la dotación de serie. En él se incluye desde la tapicería de cuero hasta los últimos elementos de seguridad disponibles pasando por el climatizador automático, los asientos con regulación eléctrica y otros detalles que dejan fuera de toda duda el tipo de cliente al que va dirigido. Sirva como ejemplo la disponibilidad, como opción, del volante calentable, un lujo que puede parecer superfluo, pero que, en los fríos meses invernales, proporciona una comodidad difícil de igualar. Otra particularidad que nos ha sorprendido gratamente es la ergonomía de todos los mandos —y son muchos— cuyo accionamiento por parte del conductor no sólo es sencillo, sino que resultan muy intuitivos, de manera que no ocurre como en otros modelos, en los que casi hay que hacer un master antes de girar la llave de contacto. Tanto las posiciones de accionamiento como las grafías que indican la función —las teclas de la reductora, del control de descenso o del variador de altura de la carrocería, por ejemplo— son comprensibles al primer golpe de vista. La versión de gasolina, objeto de nuestra prueba, monta el poderoso motor V8 de 4,4 litros de cilindrada y 286 CV que es capaz de lanzar con una facilidad sorprendente y muy por encima de 200 km/h las más de 2,5 toneladas del nuevo Range. Basta echar un vistazo a las cifras para comprobar cómo los valores son equiparables a los de una berlina media. Las mediciones de aceleración son excelentes pero lo son proporcionalmente más las de recuperación y adelantamiento, donde su condición de automático favorece aún más los resultados. La contrapartida está a la hora de visitar el surtidor, cosa que hay que hacer con frecuencia a pesar de tener un depósito con cien litros de capacidad. El consumo en nuestros recorridos habituales ya es “generoso", por decirlo de manera suave, pero lo más significativo es lo sensible que resulta a los cambios de ritmo. En uno de nuestros recorridos a fuerte ritmo y en carreteras de montaña la cifra ha llegado a superar la cifra de los 30 litros por cada cien kilómetros. La cantidad se vuelve mucho más moderada cuando se circula por autopista o autovía, pero en todo caso no resulta fácil bajar de los 14 ó 15 litros.
Range Rover 4.4 V8 HSE
El nuevo Range Rover conserva la tradición estética del legendario modelo de Land Rover y le suma la tecnología aportada por BMW. Esto permite una espectacular mejora en aspectos como el confort y las prestaciones sin comprometer sus brillantes cualidades todo terreno.
