Lo que sí se puede calificar como positivo ha sido el trabajo sobre las suspensiones. A pesar de tener un eje rígido posterior, y a la ausencia de la suspensión adaptativa, que no está disponible en esta versión ni como una recomendable opción, el confort de marcha es excelente y muy superior al de la anterior generación.
No llega por ejemplo al de un Montero, que hace valer en este sentido la suspensión indepediente, ya que el Land Cruiser mantiene, cuando el firme se degrada, los típicos movimientos parásitos de este tipo de suspensiones, pero el compromiso se consigue plenamente y el sacrificio es perfectamente asumible por las ventajas de este tipo de suspensión en campo. Además, en carretera con buen firme el comportamiento es excelente. A destacar también que el nivel sonoro y la calidad de ruido de este modelo es sorprendente.
Sin embargo, y después de pasar con muy buena nota los desplazamientos del Land Cruiser en asfalto, lo que más interesa es como se desenvuelve este todo terreno por pistas de tierra o campo. En este terreno, las limitaciones vienen impuestas más por su tamaño y peso que por las capacidades del sistema de tracción. La electrónica juega en este moderno vehículo su importante papel. En un principio y sin tocar ninguna tecla, el Land Cruiser dispone de sistema tracción total permanente -que prima el tren posterior- mediante un diferencial Torsen. En pistas el Land Cruiser se desenvuelve con notable. Cuando las condiciones se complican y se detecta cualquier deslizamiento en los ejes, el par puede pasar a uno u otro eje dependiendo del deslizamiento -máximo 53 por ciento en el tren delantero ó 71 por ciento en el trasero. Circulando sobre terreno muy deslizante -nieve/hielo- hemos podido comprobar las excelencias de este sistema de tracción, y la incuestionable ayuda del control de estabilidad (VSC) y del control de tracción A-TRC, que aumentan la eficacia a baja velocidad frente al bloqueo del diferencial central que incrementa el subviraje o sobreviraje según el momento. El bloqueo, para casos extremos, se reparte la mitad del par entre trenes. El control de estabilidad también se elimina en cuanto actuamos sobre la tecla de bloqueo del Torsen. El bloqueo del diferencial posterior no está contemplado en nuestro país ni como opción. En terrenos con la máxima dificultad deberemos echar mano de la gama baja de relaciones, extremadamente corta en el caso de este modelo. En las diversas pruebas hemos podido comprobar que en numerosas ocasiones son los neumáticos los que al final tienen la última palabra, sobre todo cuando circulamos por terreno embarrado. El sistema de tracción con los neumáticos más indicados se convertirán en un eficaz binomio.
Lo que menos nos ha convencido ha sido el propulsor. Parece sobre el papel que los 163 CV anunciados serían del todo concluyentes, pero en marcha se nos antojan pocos y sobre todo no llegan de una forma muy apropiada. Hay que comentar que precisamente no estamos ante un peso pluma, pero por debajo de las 2.000 rpm el motor no proporciona demasiado empuje, y por encima de las 3.400 rpm -frontera de la potencia máxima- tampoco merece demasiado aumentar el régimen. La elección de los desarrollos tampoco sirve para arreglar las cosas.
No podemos criticar las prestaciones, pero la verdad es que esperábamos que las cifras plasmadas sobre el papel se reflejaran con más brillantez en la carretera. Para un vehículo de esta envergadura los consumos por otro lado son bastante defendibles y en ningún caso criticables frente a otros TT.
El nuevo Land Cruiser se comporta como un brillante heredero de esta inagotable saga. Los usuarios del modelo antiguo apreciarán con satisfacción las diferencias. El resto de las marcas, si apuestan por el mejor compromiso, tienen en este modelo una clara referencia a imitar.