En el puesto de conducción hay muchos peros, demasiados, que el modelo ha arrastrado desde siempre y que se mantienen por alguna extraña razón. El volante es grande, aunque eso no sería demasiado molesto si no fuera porque está muy junto a la puerta y el brazo izquierdo roza y golpea siempre con el cristal de la ventanilla. Al pedalier le pasa algo similar, porque está desplazado hacia la izquierda: de hecho, todo el cuerpo está desplazado a la izquierda (quien tenga o haya tenido un Land Rover lo sabe bien). Subir o bajar la ventanilla –el mando es manual– resulta una incomprensible maniobra, porque el manubrio en cuestión, en una mitad del giro, roza con el salpicadero y además esta situado muy bajo, por lo que hay que apartar la mano cada vez que se le da una vuelta. Además, se sienten las vibraciones del motor y la palanca de cambios es dura de accionamiento. A pesar de ello, a nosotros nos ha gustado, pero eso no atiende a una razón lógica.
El salpicadero no existe como tal en realidad. Se ha recubierto el frente del material plástico negro habitual y ya. Si se monta aire acondicionado (opcional), nos encontraremos con un añadido sobre la parte baja del salpicadero, muy a la antigua usanza cuando se añadían este tipo de elementos. El cuadro es muy simple, demasiado. No hay cuentarrevoluciones. Sólo el reloj del velocímetro y los relojes de temperatura, aceite... Luego hay botones desperdigados o medio escondidos.El accionamiento de las luces es raro. Hay una palanca por detrás de la palanca de intermitentes que se empuja hacia abajo. Lo bueno, si esto llega a gustar, es la altura a la que se va sentado, que permite un buen dominio de la carretera o el camino. Los asientos delanteros tienen muy poco recorrido hacia atrás, por no decir que nulo, porque el tabique divisorio con la parte de atrás característico de este modelo lo impide. Como impide el reclinamiento de éstos. Para poderlos reclinar o echar hacia atrás, hay que tenerlo muy adelantado y, entonces, sencillamente no se puede conducir.
Y no hay muchas concesiones al lujo. Incluso hay un detalle que ahora se convierte en curioso: las rejillas de debajo del parabrisas siguen abriéndose para pode recibir aire del frente en plena marcha (los que hayan tenido un Land Rover, un Renault 4 o un Citroën 2 CV se identificarán rápidamente con este “sistema"). Lo que sí es cierto es que esa simplicidad puede ser práctica. Entre los dos asientos delanteros hay una útil guantera, primero porque es muy grande en capacidad; y segundo porque sirve para apoyar los brazos.
El espacio de carga trasero es bueno y no tan bueno. Si no se llevan los cuatro asientos traseros, que se instalan en sentido transversal a la marcha y que más bien son transportines de avión, eso sí, con cinturón de seguridad ventral, para solucionar una emergencia en la que llevar incómodamente a cuatro personas, es relativamente bueno porque es espacioso, plano y fácil de limpiar. Lo malo es que el piso inferior es estrecho porque los pasos de rueda se siguen prolongando longitudinalmente hasta la parte posterior de los asientos delanteros, como dos escalones a cada lado. Para acceder atrás hay un peldaño retráctil de gran ayuda y que no estorba en el ángulo de salida cuando se está en el campo.
Y es que el Land Rover Defender obedece a razones que el corazón no entiende, pero, mientras se siga vendiendo, tendrá su lugar. Si este coche mejorara aspectos como el de una posición de conducción correcta, ya no decimos buena, y propusiera algunas soluciones pensadas desde el principio, como la ubicación correcta de los alzacristales manuales, en definitiva, que fuera objeto de una puesta al día correcta, sin tener que cambiar la imagen exterior, sería una interesante opción. Además, podría también mejorar en el precio.