Aunque los gustos del público están cambiando mucho, como prueba el esplendor que viven los SUV en toda Europa, para colgarse la etiqueta de todo terreno hay que cumplir con unos mínimos. El Trail Blazer, mastodóntico y bello ejemplo de SUV norteamericano, aprueba por los pelos el duro examen cuatro por cuatro de la academia europea .
Y lo hace por mecánica, no por concepción ni por cualidades dinámicas en el campo. Son el motor, un prodigio de fuerza y elasticidad, y la caja de cambios, resumen de muchos esquemas triunfadores, los que sacan las castañas del fuego. Si no fuera por ellos, este Chevrolet sufriría lo indecible fuera del asfalto. Y casi dentro.
Lo primero que llama la atención al posar la vista sobre este modelo es su imagen rompedora. Elegante de proporciones, con una línea de cintura muy alta, el Trail Blazer propone formas poco habituales en este tipo de coches. Baste mirar su frontal, ceñudo, con dos poderosas tomas de aire que parecen fauces. Muy deportivo. Lo mismo que los laterales, con esos tremendos pasos de rueda cuadrados y los neumáticos de gigante (aunque puramente de asfalto). La zaga se cierra con un enorme portón que se abre en dos partes: luneta y portezuela de maletero. Pocos coches europeos pueden presumir de un habitáculo tan amplio como este del Trail Blazer. Los habrá más cómodos, más lujosos y más versátiles, pero pocos tan grandes. Hay sitio para todo y, además, muy bien repartido y racionalizado. Las plazas delanteras, con asientos calefactables (en esta versión) y con reglajes eléctricos, son tremendamente cómodas, aunque deberían sujetar con algo más de firmeza. Tapizadas, en cuero, no agarran tanto como las de otros rivales. En el asiento trasero, más espacio, que es un lujo. Queda un poco limitada la plaza central, que es más corta que las demás, pero tampoco es incómoda. Además, los ocupantes de esa banqueta gozan de una consola para manejar el equipo de sonido a su antojo, con salidas para auriculares.El interior también responde al gusto americano: mandos grandes, muchísimo espacio libre… Con una longitud de casi cinco metros y una batalla de casi tres, no cabía esperar angosturas. Sin embargo, nos llama la atención el asiento trasero, que, partido en dos, deja una banqueta central muy corta. Quien tenga que viajar sobre ella no irá mal, pero envidiará a sus acompañantes, apoltronados en verdaderas butacas de lujo.
La calidad de los plásticos no es de primer orden, algo anticuados para lo que se estila ahora en los grandes coches europeos. Sin embargo, los mandos gozan de un tacto muy preciso y el equipamiento va sobrado: climatizador por zonas, volante con mandos para el climatizador, el equipo de sonido y el ordenador de viaje, control de velocidad de crucero de muy fácil manejo… Queda por mejorar, a nuestro gusto, el mando de los limpiaparabrisas (con sensor de lluvia) que no lleva mando propio y se enclava en el de los intermitentes, a la izquierda. Hasta que nos acostumbramos, se nos va la mano sola al hueco tradicional, a la derecha. Los responsables de este coche han tenido una concesión hacia el gusto europeo colocando una palanca de cambios en el suelo, sobre el túnel de transmisión. Podían haberla colgado de la barra de dirección, como hacen en su país con tanta asiduidad, pero este Trail Blazer quiere aprender a vivir en Europa y necesita de estos gestos conciliadores que minimizan el rechazo a su planteamiento.