Suzuki Swift 1.3 GL

El Suzuki Swift es un gran desconocido en el segmento de los utilitarios, pero demuestra que puede convertirse en una alternativa para los compradores de coches ciudadanos.

Suzuki Swift 1.3 GL
Suzuki Swift 1.3 GL

Dinámicamente, el Swift no es un coche deportivo, aunque cumple con garantías. El principal problema que tiene en trazados virados es que su carrocería oscila más de los deseable, pero tras acostumbrarse al balanceo y la pérdida de confianza en apoyos fuertes que ello supone, el coche se comporta con total seguridad. La suspensión es algo blanda, con el fin de asegurar el confort de los ocupantes, aunque no lo es de manera excesiva como, por ejemplo, en modelos similares de origen coreano. El Swift tiene una tendencia clara a irse de morro, sobre todo en curvas cerradas. Este hecho, junto a una dirección algo lenta, le imposibilita para ser un “devorador de curvas", pero en los demás terrenos es un coche que se sostiene bastante bien. En las grandes vías, y a velocidades elevadas, es estable y no da ninguna sensación de flotabilidad. Todo ello sin que el Suzuki monte un neumático exagerado, pues lleva una medida de 165/70. El equipo de frenos responde de forma suficiente a nuestras exigencias, a pesar de contar con tambores en la parte trasera. Las distancias de frenado no son muy buenas, pero tampoco son de las peores y se sitúan en torno a los 75 metros desde 140 km/h. La mordiente, el tacto, el equilibrio y la resistencia están en la media del segmento. Ahora pasemos a evaluar la habitabilidad del Swift. Entre sus principales rivales por precio y tamaño es de los que más espacio otorga a sus ocupantes. Las mediciones realizadas por nuestro Centro Técnico nos descubren que, comparado con automóviles como el C2, el Micra, el Yaris y el Colt, ofrece el mayor hueco para las piernas para los pasajeros traseros y la mayor altura, mientras que, por anchura, aunque es más pequeño que el utilitario de Citroën, sí está entre los primeros lugares. Su habitabilidad podría ser mejor si su túnel de la transmisión no fuera tan grande, algo que resta comodidad. El maletero también es muy destacado para el segmento en el que nos movemos. Los 260 litros de capacidad dan para meter un par de maletas, pero, eso sí, que no sean muy grandes. El interior de este Swift tiene un acabado bastante decente para el precio y el segmento. Los materiales son de calidad media, pero los ajustes están bien conseguidos. En cuanto a su diseño, es bastante limpio y muy “japonés", con todo muy ordenado y muy a mano. El tacto de los mandos, en general, es bueno y todo tiene apariencia de durabilidad. En cuanto a los huecos para depositar objetos, lo cierto es que no abundan. Tenemos los básicos en estas ocasiones: la guantera (no demasiado grande), los espacios de las puertas y unos delante de la palanca de cambios, especialmente pensados para depositar bebidas. El Swift destaca por tener un equipamiento de serie bastante completo para su precio. Por 11.995 euros no faltan elementos como el aire acondicionado, el cierre centralizado o el radio CD. Las opciones oficiales se limitan a la pintura metalizada, que cuesta 230 euros. Echamos de menos que no se incluya el control de estabilidad, ni siquiera como opción.

Dinámicamente, el Swift no es un coche deportivo, aunque cumple con garantías. El principal problema que tiene en trazados virados es que su carrocería oscila más de los deseable, pero tras acostumbrarse al balanceo y la pérdida de confianza en apoyos fuertes que ello supone, el coche se comporta con total seguridad. La suspensión es algo blanda, con el fin de asegurar el confort de los ocupantes, aunque no lo es de manera excesiva como, por ejemplo, en modelos similares de origen coreano. El Swift tiene una tendencia clara a irse de morro, sobre todo en curvas cerradas. Este hecho, junto a una dirección algo lenta, le imposibilita para ser un “devorador de curvas", pero en los demás terrenos es un coche que se sostiene bastante bien. En las grandes vías, y a velocidades elevadas, es estable y no da ninguna sensación de flotabilidad. Todo ello sin que el Suzuki monte un neumático exagerado, pues lleva una medida de 165/70. El equipo de frenos responde de forma suficiente a nuestras exigencias, a pesar de contar con tambores en la parte trasera. Las distancias de frenado no son muy buenas, pero tampoco son de las peores y se sitúan en torno a los 75 metros desde 140 km/h. La mordiente, el tacto, el equilibrio y la resistencia están en la media del segmento. Ahora pasemos a evaluar la habitabilidad del Swift. Entre sus principales rivales por precio y tamaño es de los que más espacio otorga a sus ocupantes. Las mediciones realizadas por nuestro Centro Técnico nos descubren que, comparado con automóviles como el C2, el Micra, el Yaris y el Colt, ofrece el mayor hueco para las piernas para los pasajeros traseros y la mayor altura, mientras que, por anchura, aunque es más pequeño que el utilitario de Citroën, sí está entre los primeros lugares. Su habitabilidad podría ser mejor si su túnel de la transmisión no fuera tan grande, algo que resta comodidad. El maletero también es muy destacado para el segmento en el que nos movemos. Los 260 litros de capacidad dan para meter un par de maletas, pero, eso sí, que no sean muy grandes. El interior de este Swift tiene un acabado bastante decente para el precio y el segmento. Los materiales son de calidad media, pero los ajustes están bien conseguidos. En cuanto a su diseño, es bastante limpio y muy “japonés", con todo muy ordenado y muy a mano. El tacto de los mandos, en general, es bueno y todo tiene apariencia de durabilidad. En cuanto a los huecos para depositar objetos, lo cierto es que no abundan. Tenemos los básicos en estas ocasiones: la guantera (no demasiado grande), los espacios de las puertas y unos delante de la palanca de cambios, especialmente pensados para depositar bebidas. El Swift destaca por tener un equipamiento de serie bastante completo para su precio. Por 11.995 euros no faltan elementos como el aire acondicionado, el cierre centralizado o el radio CD. Las opciones oficiales se limitan a la pintura metalizada, que cuesta 230 euros. Echamos de menos que no se incluya el control de estabilidad, ni siquiera como opción.