Seat Toledo 1.9 TDI 150 CV Sport

Tras su implantación en el Seat León, el poderoso motor TDI de 150 CV de potencia está disponible ahora también para su modelo más representativo. Con esta mecánica, el Toledo se sitúa como uno de los automóviles más rápidos de su segmento.

Seat Toledo 1.9 TDI 150 CV Sport
Seat Toledo 1.9 TDI 150 CV Sport

La implantación de una caja de cambios de seis marchas beneficia por un lado la sonoridad que percibe los ocupantes del motor, permite que éste vaya menos revolucionado -a 120 km/h estamos rodando alrededor de las 2.300 rpm- y, en buena lógica, consigue que los consumos en un trayecto largo sean más reducidos con lo que se gana en autonomía de viaje. Sin embargo, no se puede decir que el Toledo TDI 150 CV sea un coche de economía superior, ya que, cuando nos ponemos a rodar todo lo rápido que se puede con este modelo, los consumos no se pueden adjetivar como comedidos, aunque sí que son contenidos para el grado de prestaciones que se consiguen. Donde no podemos decir lo mismo es en cuanto a la implantación de unas suspensiones más bien descompensadas para lo que se espera de una berlina familiar. Y no porque buscando un alto grado de efectividad sean más bien duras e incómodas, sino más bien por todo lo contrario, ya que son blandas y consiguen que en las zonas con el asfalto no muy liso los ocupantes del Toledo se sientan, si no maltratados, poco queridos. El bastidor permite una velocidad de paso por curva elevada sin que en ningún momento se note el más mínimo atisbo de que el tren trasero quiera ir por su parte; el tren delantero obedece con cierta fidelidad las órdenes que se le transmiten desde el volante y, en conjunto, el conductor recibe una sensación de seguridad alta. La inestimable ayuda del control de estabilidad -que forma parte del equipo opcional aunque tiene un precio bastante asequible y cuya compra es más que recomendable- también está siempre velando por nuestra seguridad y ayuda a que el Toledo ofrezca un alto grado de seguridad en carretera. Sin embargo, cuando el asfalto está rizado, las suspensiones permiten que la carrocería se hunda mucho y, aunque no hay los consiguientes rebotes porque los amortiguadores hacen bien su trabajo, la transición entre comprensión y extensión no está acompasada y hace que la carrocería se mueva más de lo deseable. Una pena, porque es el único punto negativo que se puede poner a este singular modelo que permite viajar deprisa y seguro gracias a la velocidad de respuesta de su motor, pero que, en cuanto que el asfalto empieza a degradarse, obliga a bajar el ritmo, porque no resulta un coche cómodo con el que se pueda disfrutar de su conducción. Dirección y frenos están a la altura de las circunstancias, aunque para nuestro gusto la primera resulta demasiado asistida cuando vamos a alta velocidad. El equipo de frenos cumple con su cometido de forma notable ayudado en buena parte por el buen tarado del ABS que, al menos en nuestra unidad de pruebas, no interfería en la frenada más que en casos de extrema necesidad. La duda razonable que debe estar rondando a los posibles compradores de este modelo es ¿merece la pena pagar el sobreprecio que conlleva esta potente versión con respecto a un Toledo de 110 CV?. La respuesta, aunque pueda parecer algo "gallega", no es otra que... depende. Evidentemente pagar algo más de 400.000 pesetas por un coche que tiene un motor con una tecnología algo superior, corre más, recupera mucho mejor y que viene con una caja de cambios de seis marchas no parece disparatado. Otra cosa es que el motor de 110 CV sea más que suficiente para un elevado porcentaje de usuarios en cuanto a sus prestaciones en una utilización convencional. Por supuesto que, cuanto mejores sean las cifras de los adelantamientos y recuperaciones, más seguridad tendremos a la hora de circular por carretera, pero es que las del 110 CV ya son bastante buenas. La decisión, como siempre, es bastante personal, pero en cualquiera de los dos casos es más que probable que se acierte de pleno.