El propulsor 1.9 TDI de Volkswagen ha marcado una época. Es una referencia ineludible en cualquier segmento y se ha vendido como rosquillas a lo largo y ancho del mundo. Ahora, el grupo alemán saca un sustituto, el 2.0 TDI de 140 CV, una máquina poderosa, pero mucho más civilizada que la veterana sustituida.Y es que el bloque 1.9 TDI ha destacado siempre por su carácter un poco arisco, alejado de otros turbodiesel mansos y progresivos. Este motor, sobre todo en sus variantes de 100 y 110 CV ha tenido siempor un talante duro, casi bronco, sobrado de fuerza y pegada, también más ruidoso y áspero que sus rivales. Ahora, casi como regalo de fin de fiesta, Seat ha exprimido un poco más el corazón TDI y ha sacado esta variante del León equipada con un motor que llega a los 130 CV.
En realidad, lo que hacen los ingenieros de Seat es tomar el motor de 110 CV y modificar la electrónica, de tal forma que la potencia nominal sube 20 CV (150 CV en nuestro banco de rodillos) y el par motor se coloca en 37,2 mkg a 2.200 vueltas. No es la “barbaridad del 150 CV, que es el hermano más radical, pero tiene una pegada fantástica y se acopla muy bien a las condiciones dinámicas del León.
Para lograr estas evoluciones de 130 y 150 CV, en Seat modifican algo más que la centralita electrónica que gestiona el motor. Hay muchas zonas que ven alterada su ingeniería original, como las bielas, la lubricación, el cigüeñal o los pistones. Pero, además, el turbocompresor, siempre de geometría variable, incrementa su presión de soplado: en el caso del 150 CV, hasta los 1,5 bares.
Así, el motor logra superar con mucho el esfuerzo para el que fue concebido y entrega las cifras que hemos visto. En realidad, podríamos hablar casi de una preparación “tuning", sobre todo en combinación con el acabado Sport que luce nuestro León. Sin embargo, esta mezcla, realizada por los expertos de Seat, es mucho más segura y recomendable que esos chips de potenciación que se venden por ahí.
¿Que si va muy apretado? Pues la verdad es que no. Al volante, el motor funciona con la misma eficacia que la versión de 110 CV, aunque, claro, siempre tenemos un sobrante de energía que impresiona. El motor muestra el mismo espíritu enérgico y entregado que conocimos en ediciones anteriores. Tiene presencia enseguida, apenas a 1.500 vueltas. Después, rozando las 2.000 llega esa patada demoledora que siempre esperamos cuando aceleramos un motor TDI de Volkswagen. Más arriba, el motor trabaja muy bien en la franja que va de las 2.000 a las 3.200 rpm, pero cae en picado a partir de ahí.
Para mantener el régimen apropiado, contamos con un cambio de seis relaciones que es una delicia por lo bien que gestiona lo mucho que de sí puede dar el propulsor. Eso sí, nos obliga a trabajar para mantenernos en los regímenes que nos interesan. Tiene una tercera espectacular, que tira del coche con una fuerza descomunal. Esa marcha y la cuarta son idóneas para zonas complicadas, con curvas lentas y enlazadas. La quinta es muy útil adelantando, porque es corta y permite utilizar muy bien la fuerza del motor. La sexta, en cambio, larguísima, nos facilita los cruceros elevados y cómodos que se disfrutan sobre todo en autopista. Se pueden hacer cientos de kilómetros sin necesidad de cambiar y, además, a punta de gas, con un consumo ridículo.
Es verdad que este motor impresiona más sobre el chasis del Ibiza, pero el que busque un coche equilibrado, con un motor ajustado a las posibilidades del bastidor, no puede dejar pasar este León. En el más ligero Ibiza las velocidades que se alcanzan son de infarto, pero siempre da la impresión de que el corazón está por encima de la musculatura.
Y es que el León es uno de los compactos mejor hechos que hay. Siempre nos ha gustado este coche que pisa muy bien la carretera, trasmite al suelo cada gota de su energía y se conduce con facilidad. Ahora, el motor 130 CV se une al acabado Sport, que es el más deportivo de la gama.
El resultado es un coche muy rápido, eficaz y tremendamente divertido.El acabado Sport no se limita sólo a las llantas deportivas, el volante y los remates de cuero y los asientos anatómicos. Es también una diferente configuración de la suspensión, que recibe muelles y amortiguadores más duros, con lo que la carrocería va un centímetro más abajo. Los frenos, de gran tamaño, contribuyen a este conjunto con un trabajo intachable: se antojan inacabables. El ESP, que es opcional, pasa inadvertido.
Trabajando todo a la vez, el conjunto de motor y bastidor es una maravilla. El coche acelera con verdadero fervor y trasmite las sensaciones de un deportivo de raza. En carreteras cómodas es tan efectivo y noble como la mejor de las berlinas, con un paso por curva aplomado y veloz. Pero es en las zonas de montaña, con carreteras retorcidas y giros complicados donde el León muestra su mejor cara.
Ahí, sin exigir demasiado talento al conductor, el coche explica por qué es tan admirado entre la pléyade de compactos que puebla el mercado. Es un modelo ágil, rápido, de movimientos felinos entre curva y curva. Sigue mostrando una tendencia a subvirar muy poco relevante y muy controlable (basta con levantar un poco el pie del acelerador). Por lo demás, se agarra al suelo como una lapa y cuesta muchísimo encontrarle los límites. Las curvas se toman a un ritmo escalofriante y la sensación de control nunca nos abandona. El cambio podía ser un poco más rápido de movimientos y entonces todo sería perfecto.
Eso sí, con la dureza de suspensiones que exhibe este León, que a nadie le extrañe que le duela la espalda después de una sesión larga de curvas y aceleraciones. Es duro hasta para circular por carreteras fáciles.