Las directrices del grupo VAG han dejado en Seat una clara tendencia a imprimir en todos sus modelos un carácter deportivo. Este “sello" también está presente en el nuevo Córdoba, que, tras su rediseño, ha ganado en agresividad y en imagen dinámica: unas nuevas tomas de aire en el capó, aletas ensanchadas y una cintura ascendente reafirman la sensación de robustez del vehículo, que ha crecido en todas sus cotas.
Sin embargo, y a pesar de que las medidas internas también han aumentado, el “estirón" aún no permite que sus ocupantes viajen con total comodidad: los pasajeros del asiento posterior cuentan con poco espacio para las piernas y se verán algo “agobiados" por la cercanía de las plazas delanteras.
Esta falta de amplitud se explica por el origen del Córdoba, pues ha sido desarrollado partiendo del Ibiza y se le ha añadido un gran maletero (535 l de capacidad, según las mediciones de nuestro Centro Técnico, a pesar de albergar una rueda de repuesto del mismo tamaño que las del resto del modelo). Sin embargo, quizá sería preferible sacrificar parte del equipaje, con tal de que los pasajeros viajen más holgados. La sensación de agobio se traslada, en ocasiones, hasta el conductor: la forma de cuña que posee la carrocería hace que el techo quede demasiado cerca de su cabeza y esta sensación se acentúa si –como es mi caso- una estatura que apenas sobrepasa los 1,60 m obliga a subir el asiento casi al máximo y acercarse al volante.La filosofía deportiva que quiere plasmar la marca también está presente en un habitáculo que (como es habitual en los coches “de carreras") resulta algo espartano. La instrumentación es la justa –se echa de menos poder manejar el equipo de sonido desde el volante, por ejemplo-, aunque el tacto de todos los mandos es muy bueno y su emplazamiento es el adecuado: cada vez que las manos busquen cómo accionar un dispositivo, encontrarán a la primera el botón correcto. En la consola central, ladeada hacia el conductor, destacan las rejillas de ventilación orientables, el radio-CD y el sistema de navegación (estos últimos, opcionales), mientras que, en la puerta, se emplazan los mandos de los elevalunas eléctricos –los delanteros son de serie en toda la gama-, de los retrovisores exteriores y del cierre centralizado. El funcionamiento de éste resulta algo incómodo, ya que, si queremos acceder al vehículo desde el exterior, tendremos que pulsar dos veces para que se abran todas las puertas: con un sólo toque, permitirá que el conductor entre en el coche, pero nuestros acompañantes se quedarán fuera, esperando a que nos acordemos de dejarlos pasar. Sin embargo, es una excelente medida de seguridad que la mayoría de las marcas estadounidenses –y varias europeas- emplean para evitar “sustos".