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Gracias a esto, el Clio disfruta de unas recuperaciones aceptables y adelanta con soltura. La capacidad de aceleración es, por tanto, bastante digna, con un 0-100 km/h de 11,4 segundos, lo que no está mal, aunque, claro, no son los datos de un gran deportivo.
El Variable Valve Timing es una especie de retardador mecánico que actúa sobre el árbol de levas de admisión. Un sistema de sensores calibra el uso que hacemos del acelerador y, cuando detecta que lo apretamos con más energía o celeridad de lo normal, envía la orden a ese retardador para que altere el ritmo normal de apertura de válvulas de forma que se suministre la potencia requerida. Si las válvulas son las que regulan la “respiración" del motor, midiendo la cantidad de aire que entra a los cilindros, mantenerlas abiertas más tiempo simplemente hace que entre más aire, enriqueciendo la mezcla de gasolina y aire con mayor cantidad de oxígeno. Al hacer esto, la mezcla es más explosiva y, por tanto, más "energética".Pasado por nuestro Centro Técnico, el motor ha entregado 113 CV y ha constatado lo que ya nos había parecido al volante: es muy utilizable. Tiene una buena respuesta a pocas vueltas, con una más que decente capacidad para empujar apenas rebasadas las 1.500 rpm. Después, se estira sin problemas hasta superar ampliamente las 6.000 revoluciones. Esa agilidad, estrechamente emparentada con la técnica VVT, hace que el motor reaccione con energía cuando se pide más esfuerzo rodando ya a ritmos vivos. Es decir, no duda en el empuje por mucho que vayamos en quinta a 3.000 vueltas: bastará con hundir el pie del acelerador y el sufrido 1.6 nos dará un aporte más de vivacidad sin tener que recurrir al cambio. A cambio de esa buena disposición para el esfuerzo, el motor resulta decididamente ruidoso. Tiene un sonido áspero que invade demasiado el habitáculo, sobre todo cuando nos movemos en esos ritmos altos. Es una pena, porque, de no ser por eso, el coche resultaría muy agradable para viajar. Una sexta marcha en la caja de cambios habría desahogado mucho el trabajo del motor y, por ende, mejorado ese agrado de conducción. Quizá en Renault pensaron que, al fin y al cabo, el Clio es un utilitario y, como tal, un coche eminentemente urbano. De ser así, tienen razón: en la ciudad, a ritmos mucho más civilizados, el ruido deja de molestarnos.Es realmente una pena lo del ruido, porque el resto de parámetros del motor son muy destacables: buen carácter, agilidad, capacidad de respuesta... Sólo el consumo, con una media de 8,4 litros cada 100 km, puede parecer un poco desequilibrado, pero hay que tener en cuenta que estamos sacando 113 CV de sólo 1,6 litros de cilindrada, una “apretura" que forzosamente ha de pagarse.Este dato del consumo, igual que el del ruido, habrían mejorado con la ya reclamada caja de seis marchas. Y eso que la de cinco que lleva el coche funciona muy bien: buen tacto, desarrollos bien escogidos (tirando a cortos), facilidad de manejo, rapidez y precisión.Avalado por sus cinco estrellas EuroNCAP, el Clio se presenta, ante todo como un coche fiable. Esta tarjeta de visita tiene su refrendo en la carretera, donde nuestro protagonista se mueve con una corrección y una nobleza ejemplares.
En Renault querían que el coche respondiera fielmente a los mismos criterios de seguridad y facilidad de conducción que tienen otros modelos de la casa. Por esa razón, han planteado un bastidor que, además de ser más grande que el anterior, cuenta con el esquema de suspensiones utilizado por el Mégane. Ese interés por reforzar los trenes rodantes se nota en lo aplomado que circula el Clio, siempre firmemente asentado sobre el suelo y siempre serio, sin permitirse frivolidades.
En carreteras cómodas, el único problema es el consabido ruido del motor. Por lo demás, el Clio se destapa como un buen rodador, capaz de mantener un ritmo elevado sin poner en apuros la comodidad de los ocupantes. Las suspensiones filtran muy bien las irregularidades y la carrocería se mantiene firme, facilitando una conducción serena a cualquier velocidad.Cuando se retuerce el terreno, teniendo en cuenta que no lleva un motor de altas prestaciones, el Clio se mueve con un buen equilibrio entre el confort y la agilidad, si bien acaba primando el primero. Sometido a un trabajo duro, el chasis responde bien, con agilidad, reaccionando sin problemas a las exigencias de la dirección y neutralizando cualquier vicio. Sin embargo, si el suelo se rompe, la suspensión acaba por atragantarse un poco y rebota en exceso, lo que se traduce en algún movimiento desagradable en el eje trasero. Sobre buen asfalto, en cambio, el coche se agarra mejor y permite más alegrías, ofreciendo un comportamiento bastante noble.
Sólo es realmente criticable la dirección eléctrica que, aunque es mejor que las de los Mégane anteriores, sigue sin ofrecer la precisión que requiere una conducción enérgica.
A cambio, los frenos responden de maravilla, ofreciendo mucha resistencia y un gran tacto de pedal.
Eso sí: donde mejor se desenvuelve el coche es en la ciudad. Ahí, su tamaño, su maniobrabilidad y su buen motor lo hacen muy eficaz en el callejeo. Además, circulando a bajas revoluciones, el ruido no se hace tan molesto. Eso sí: 9,52 litros de media a los 100 km, una cifra a tener en cuenta si el uso va a ser eminentemente urbano..Con este Clio, van ya ocho Renault que logran cinco estrellas en las pruebas de choque de EuroNCAP. No nos extraña, porque la dotación de nuestro protagonista incluye, entre otras cosas, ocho airbags, ABS con repartidor de frenada y ayuda a la frenada de emergencia, nuevos reposacabezas con las varillas integradas en los asientos, anclajes Isofix...