Aparte del aumento de tamaño, el 508 gana respecto a su antecesor en calidad de rodadura. Filtra muy bien las irregularidades del asfalto y ofrece un comportamiento fácil. Tiene una dirección precisa y rápida, con buen tacto. Esto último es una tónica general, ya que los pedales o el tacto del cambio no plantean ningún problema. No llega al elevado confort de un Citroën C5 con suspensión neumática pero, al menos nuestra unidad de pruebas, denota calidad en sus amortiguadores, como si de gama alta se tratasen. Conducir el 508 es agradable. Por ciudad ya es un coche grande, pero se maniobra bien. Tiene buena visibilidad y el motor tira con ganas desde bajas vueltas, por lo que se desenvuelve sin problemas. En autovías y autopistas está muy cómodo, con independencia de la velocidad a la que se circule.
El motor permite circular en marchas largas y el equipo de frenos trabaja lo bien que se espera. En puertos de montaña se vuelve más torpe, que no inseguro, pero tampoco es un coche que «pida guerra». Su instrumentación es completa, hasta el punto que cuenta con su reloj de temperatura de aceite, algo de agradecer y no muy normal hoy en día. Toda la información es clara y desde el volante podemos acceder a prácticamente todas las funciones del vehículo. Todos los botones se iluminan por la noche, a excepción de las dos ruedas de selección que hay en el volante; la primera vez que se usan se echa de menos que no tengan luz, pero una vez las hemos localizado se encuentran con facilidad instintivamente.
Vida a bordo
Peugeot 508 es un vehículo continuista con el estilo que hemos visto recientemente en las últimas creaciones de la marca, con una presentación interior agradable y elegante. En las plazas delanteras hay espacio de sobra, pero es que ya lo había antes. La postura idónea de conducción se consigue con facilidad y los asientos delanteros tienen buena ergonomía y nos gustan bastante más que los del anterior 407. El mullido no es tan duro como se suele ver en los coches alemanes pero tampoco llega a ser tan blando como solía ser antes en los modelos franceses; está bien. En las plazas traseras se repite este mullido y se mejora en el hueco para las piernas, que crece en
La cota de anchura es buena, mejor para dos que para tres, ya que, como es habitual en estos coches, en cuanto hay uno en medio, los de los laterales ya no tienen centrada la cabeza con el reposacabezas ni el cuerpo con la forma anatómica del respaldo. Además, el apoyabrazos central provoca que el respaldo del tercer ocupante sea más duro e incómodo en un viaje largo. En definitiva, el espacio del 508 es bueno y ya no ha de ser un motivo que pueda decidir si se compra o no este coche como ocurría en el 407, que no era malo pero sí más justo que en la mayoría de sus rivales.
El maletero también ha aumentado de tamaño considerablemente. Ahora hablamos de
En el apartado de comportamiento el Peugeot 508 saca buena nota. Como decíamos al principio, no se trata de un coche del que nos bajemos emocionados tras su conducción, pero todo el que se sube destaca su calidad de rodadura. Ante las pruebas de laboratorio se ha comportado muy bien, con un excelente tiempo en la prueba del Alce, que denota una buena puesta a punto de su control de su esquema de suspensiones, con el McPherson delantero —para la versión más potente también ofrece dobles triángulos y pivote desacoplado—. Igual ocurre con el paso entre conos, que incluso podría haber sido más rápido de no ser por el control de estabilidad ESP, que está constantemente interviniendo para que el coche no se desmadre. Donde no lo ha hecho tan bien es a la hora de frenar sobre superficie resbaladiza, ya que ha alargado demasiado la frenada; una mezcla entre la puesta a punto del ABS y sus Michelín Energy —en perfecto estado— son los responsables.
En la vida real todas estas pruebas se traducen en un coche muy agradable y seguro. Se encuentra muy cómodo en vías rápidas de buen firme, a la vez que digiere con sumo cuidado asfaltos mucho menos agradables. El ESP no permite ni un ápice de diversión en carreteras de curvas, donde el coche tenderá a subvirar al límite, pero a cambio ofrece sensación de seguridad, algo demandado hoy en día. Entre conducir este coche y un Alfa Romeo 159 o un Mazda 6 hay un mundo de sensaciones que los separa, pero no tantas si lo comparamos con el eterno rival Passat. Ante una frenada de emergencia en apoyo el coche tiende a mover la zaga, algo que el ESP se encarga de corregir con mucha antelación. Los conductores más dinámicos quizá se quejen de un ESP demasiado intrusivo; este permite desconectarse, pero en cuanto se superan los
— Buena nota en todo