Peugeot 406 Coupé 2.2

Con el motor 2.2 de 160 CV del 406, Peugeot cubre el hueco que quedaba entre su dos litros de 137 CV y el V6 de 210 CV y a la vez se coloca en una posición muy buena frente a la competencia por potencia, precio y tamaño.

Peugeot 406 Coupé 2.2
Peugeot 406 Coupé 2.2

Para que esa sensación de tranquilidad llegue al conductor, son necesarias más cosas. Algunas de ellas son la calidad de rodadura, buen comportamiento y ausencia de movimientos parásitos de las suspensiones. Y en esto el 406 juega su mejor baza. Ya el conocido 406 con motor dos litros se había mostrado muy bueno en este aspecto, pero es que, en esta versión, se emplean suspensiones algo más rígidas, más próximas a las de la versión V6, con llantas de 16 pulgadas y unos neumáticos 205/55, en lugar de los 195/65. El resultado es mayor precisión en la trayectoria, que ya era buena, gracias a una dirección con la asistencia justa (variable según el régimen del motor) y a unas suspensiones que, aunque tienen algo más de dureza, siguen siendo muy confortables. Resulta fácil circular deprisa con el 406, ya que no exige demasiada concentración y permite tomar las curvas rápidas, pues eso, rápido. En el interior se mantiene ese tono, con una ornamentación asociable a los turismos rápidos. Los asientos, exclusivos de esta versión con cuero en los pétalos laterales, resultan cómodos y recogen bien el cuerpo. Tirando a blandos, no cansan con el paso de los kilómetros. Un volante de cuero con costuras bien notorias en color azul exclusivas del modelo, un pomo de la palanca a juego, inserciones en el salpicadero en tonalidad azulada y un cuadro, que incluye un termómetro de aceite, con biseles cromados alrededor de los relojes. Por lo demás, se trata de un 406, con materiales que no son los mejores del segmento, pero que resultan agradables, y buen tacto de todos los mandos. La caja de cambios es la del V6 y su funcionamiento no es tampoco referencia, pero sí agradable. Se siguen apreciando algunos detalles funcionales que podrían mejorar. Por ejemplo, las salidas frontales de la climatización tienen poco recorrido vertical, lo que impide guiar el aire hacia arriba, el posavasos central está demasiado atrás y el volante, en determinadas posiciones de conducción, puede llegar a tapar parte de la instrumentación. Ya hemos dicho que el 406 no es un deportivo a pesar de su nombre; sin embargo, también es capaz de mostrar su agilidad por carreteras sinuosas. El comportamiento resulta sencillo para cualquier conductor, con tendencia a irse de morro en los excesos y perdonando las correcciones realizadas en plena curva. Además, se encuentra apoyado por unos frenos con un buen tacto, potentes y resistentes. Se consigue lo que se pretende: que sea fácil. A un ritmo muy vivo por el terreno más virado, los consumos pueden dispararse y se podría marcar un techo de 18 litros a los 100 km buscando continuamente los límites. El equipamiento de serie es muy completo y las opciones resultan prescindibles salvo para los muy caprichosos. Respecto al 2.0 ST existe una diferencia de 400.000 pesetas, que se justifica por un equipamiento algo más rico, aunque en realidad la diferencia se encuentra en los elementos de cuero del interior y las llantas de aleación. El resto hay que pagarlo por un magnífico agrado de conducción y unas prestaciones superiores. El 2.2 mejora al 2.0 en 1,2 segundos en el 0-100 km/h, 1,1 en los 1.000 metros, aunque quizá sean más importantes los 2,8 segundos de diferencia en la maniobra de 80-120 km/h en quinta velocidad. Y es que la curva de par del 2.2 supera en todo momento a la del 2.0, pero en especial entre 2.000 y 4.000 rpm, donde hay más de 3 mkg de diferencia. Y ese es el motivo de las buenas sensaciones al volante. Para que esa sensación de tranquilidad llegue al conductor, son necesarias más cosas. Algunas de ellas son la calidad de rodadura, buen comportamiento y ausencia de movimientos parásitos de las suspensiones. Y en esto el 406 juega su mejor baza. Ya el conocido 406 con motor dos litros se había mostrado muy bueno en este aspecto, pero es que, en esta versión, se emplean suspensiones algo más rígidas, más próximas a las de la versión V6, con llantas de 16 pulgadas y unos neumáticos 205/55, en lugar de los 195/65. El resultado es mayor precisión en la trayectoria, que ya era buena, gracias a una dirección con la asistencia justa (variable según el régimen del motor) y a unas suspensiones que, aunque tienen algo más de dureza, siguen siendo muy confortables. Resulta fácil circular deprisa con el 406, ya que no exige demasiada concentración y permite tomar las curvas rápidas, pues eso, rápido. En el interior se mantiene ese tono, con una ornamentación asociable a los turismos rápidos. Los asientos, exclusivos de esta versión con cuero en los pétalos laterales, resultan cómodos y recogen bien el cuerpo. Tirando a blandos, no cansan con el paso de los kilómetros. Un volante de cuero con costuras bien notorias en color azul exclusivas del modelo, un pomo de la palanca a juego, inserciones en el salpicadero en tonalidad azulada y un cuadro, que incluye un termómetro de aceite, con biseles cromados alrededor de los relojes. Por lo demás, se trata de un 406, con materiales que no son los mejores del segmento, pero que resultan agradables, y buen tacto de todos los mandos. La caja de cambios es la del V6 y su funcionamiento no es tampoco referencia, pero sí agradable. Se siguen apreciando algunos detalles funcionales que podrían mejorar. Por ejemplo, las salidas frontales de la climatización tienen poco recorrido vertical, lo que impide guiar el aire hacia arriba, el posavasos central está demasiado atrás y el volante, en determinadas posiciones de conducción, puede llegar a tapar parte de la instrumentación. Ya hemos dicho que el 406 no es un deportivo a pesar de su nombre; sin embargo, también es capaz de mostrar su agilidad por carreteras sinuosas. El comportamiento resulta sencillo para cualquier conductor, con tendencia a irse de morro en los excesos y perdonando las correcciones realizadas en plena curva. Además, se encuentra apoyado por unos frenos con un buen tacto, potentes y resistentes. Se consigue lo que se pretende: que sea fácil. A un ritmo muy vivo por el terreno más virado, los consumos pueden dispararse y se podría marcar un techo de 18 litros a los 100 km buscando continuamente los límites. El equipamiento de serie es muy completo y las opciones resultan prescindibles salvo para los muy caprichosos. Respecto al 2.0 ST existe una diferencia de 400.000 pesetas, que se justifica por un equipamiento algo más rico, aunque en realidad la diferencia se encuentra en los elementos de cuero del interior y las llantas de aleación. El resto hay que pagarlo por un magnífico agrado de conducción y unas prestaciones superiores. El 2.2 mejora al 2.0 en 1,2 segundos en el 0-100 km/h, 1,1 en los 1.000 metros, aunque quizá sean más importantes los 2,8 segundos de diferencia en la maniobra de 80-120 km/h en quinta velocidad. Y es que la curva de par del 2.2 supera en todo momento a la del 2.0, pero en especial entre 2.000 y 4.000 rpm, donde hay más de 3 mkg de diferencia. Y ese es el motivo de las buenas sensaciones al volante.