Peugeot 307 SW 2.0 16v

Ponga la modularidad de un monovolumen, añada la agilidad de una berlina, agítelo con un motor 2.0 de 136 CV, remueva con unos cuantos guiños estéticos, no escatime equipamiento y añada de guinda un gigantesco techo acristalado…El resultado, el Peugeot 307 SW, un coche que se adapta a sus pasajeros y no a la inversa.

Peugeot 307 SW 2.0 16v
Peugeot 307 SW 2.0 16v

La unidad de pruebas montaba el 2.0 16 válvulas de 136 CV (que ha cumplido perfectamente en nuestro banco de pruebas). Este motor, junto al HDI de 110 CV, es el más recomendable dentro del ramillete de propulsores disponibles: no hay que olvidar que el HDI de 90 y 70 CV y los 1.6 de gasolina de 110 CV se quedan un poco justitos incluso en la versión normal de 3 ó 5 puertas.

Su margen de utilización es bastante amplio, pero es en torno a las 4.000 rpm donde más vivo se encuentra. Además, exige llevarlo alto de vueltas para obtener una buena capacidad de aceleración: según nuestros datos, precisa 10,93 segundos para pasar de 0 a 100 km/h y 32,50 segundos para recorrer un kilómetro desde parado, unas marcas que no desentonan entre las de sus rivales.

Este propulsor no es igual de suave y lineal que los exitosos Diesel de la marca (como comprobamos con el 307 HDI de 110CV), pero, con él, se puede rodar a buen ritmo sea cual sea la carga que llevemos y la vía por la que transitemos. Precisa una media de 9,4 litros cada 100 kilómetros, un consumo similar al del Stream o al del Zafira, aunque estos modelos pesan casi 100 kilos más y, en el caso del Honda, la diferencia de potencia supera los 20 CV.

Por seguir con las comparaciones, en Peugeot no se dejan influir por la moda de lo "light" y apuestan por un modelo que, en todo momento, se siente aplomado. En su paso por curva, se agarra muy bien y, en comparación con el ya citado modelo base de 5 puertas, apenas se inclina. Además, las suspensiones son algo más duras.

Esto se debe a que la marca ha utilizado la que denomina "plataforma larga del 307": este modelo posee 10 centímetros más de distancia entre ejes que el 307 "normal", a los que hay que añadir 12 centímetros de voladizo trasero. En total, son 22 centímetros más de largo, 3 más de alto y 1 más de ancho.

Tiene el mismo esquema de suspensión que el 307 (McPherson con triángulo inferior delante y ruedas tiradas unidas por eje torsional detrás), pero presenta una nueva amortiguación de muelles más firmes. Incluye de serie ABS y control de estabilidad, que, aunque no es desconectable, sirve para corregir más de un exceso.

Los frenos tienen mucha mordiente inicial: hay que acostumbrarse a su particular tacto, pero son muy efectivos (precisa menos de 37 metros y 2,75 segundos para pararse lanzado a 100 km/h), aunque su resistencia no es tan brillante.

Como hemos visto, el terreno virado y las autopistas no son ningún problema para este modelo. La ciudad tampoco es ningún campo vedado para el SW. Su dirección es muy rápida y las maniobras no son ningún problema (2,7 vueltas de volante; 11 metros de diámetro de giro), a pesar de los citados extras de peso y de centímetros. Los retrovisores eléctricos permiten controlar a la perfección los laterales del vehículo (además, se pliegan nada más cerrar el coche y quedan mucho más recogidos) y, con la luna delantera -de 1,46 metros cuadrados-, parece que podemos contemplar toda la carretera en "cinemascope". La unidad probada también contaba con sensor de aparcamiento (una opción que cuesta 147,67 euros; 24.570 pesetas).