Es precisamente esta altura la que distorsiona la percepción que se tiene del dinamismo del coche. En los giros, la carrocería se inclina mucho y transfiere al interior un desagradable efecto de escorado. Si se va rápido, la impresión puede alarmar a los pasajeros. Sin embargo, en ningún momento pasa de ser eso, una impresión. La realidad es que el coche se mantiene muy estable y, quitando un leve subviraje típico y fácil de corregir levantando el pie, no hay vicios reseñables en su comportamiento.
La suspensión es, claro, más bien blanda, pensada para los largos viajes y no para los recorridos enrevesados y las veleidades deportivas. Sin embargo, a pesar de ser suave y confortable, no se puede decir que carezca de eficacia. Cumple con su trabajo perfectamente, haciendo del Space Star un coche noble y fácil de conducir. Una dirección bastante rápida y muy precisa se encarga de poner las cosas todavía más fáciles; sobre todo en ciudad, donde el coche resulta mucho más manejable de lo que su tamaño podía hacer pensar.
No hay control de estabilidad y, para su categoría, no estaría de más que lo montase, pues siempre es un plus de seguridad y confianza, sobre todo con esa marcada querencia subviradora. El habitáculo del Space Star sorprende por lo espacioso que parece. Desde fuera nadie lo diría, pero en el interior sobra sitio para cualquier cosa. Resultan especialmente amplias las plazas traseras, gracias a que la banqueta puede moverse longitudinalmente. Los centímetros que se ganan o se ceden al maletero son vitales a la hora de ir más cómodo o de llevar más carga, depende.
Con el asiento en su posición más avanzada, la capacidad del maletero se dispara hasta los 440 litros, una gran cifra para un coche de poco más de cuatro metros de longitud. El acabado de este habitáculo destaca por su corrección, con materiales fiables y de buena calidad.
En la instrumentación podía haber más datos, pero no falta nada de lo básico y la lectura es muy sencilla. También la postura al volante merece una revisión, pues la rosca va muy horizontal, casi parece un furgón, algo que no es nada cómodo a la hora de atacar las curvas, aunque sí lo es en carreteras fáciles, pues favorece el descanso de las muñecas.
Además de aire acondicionado y ordenador de a bordo, que muestran sus datos en una pequeña bitácora sobre el salpicadero, los pasajeros disponen de un equipo de audio con lector de CD y un buen número de cajones y huecos para guardar cualquier objeto.
Con la proliferación de competidores (307 SW, Picasso, los inminentes Opel Meriva, Volkswagen Touran y nuevo Scénic), el Space Star necesitaba un lavado de cara y un nuevo impulso para mantenerse en el mercado con argumentos de peso.
La renovación estética se ha limitado a ligeros toques que, en conjunto, modernizan notablemente el aspecto del coche. El frontal recibe nuevos grupos ópticos, más aguzados en su perfil, y con los antiniebla redondos en lugar de elipsoidales. La parrilla también se ha retocado. Ahora es más pequeña y tiene un aire mucho más japonés y, a la vez, deportivo. Los faros traseros también son nuevos, con una forma más redondeada que acentúa la altura de la zaga.
El interior también ha sido retocado para ponerlo al día. Era una revisión necesaria para que acabados, materiales y diseño no se quedasen desfasados. Sin embargo, podían haber aprovechado el momento para mejorar los reglajes de los asientos, que, en altura, sólo desplaza la banqueta. Por lo demás, la corrección define a todo el conjunto y el aspecto es desenfadado y muy actual. Las plazas delanteras son cómodas y los asientos (tirando a duros) sujetan bien el cuerpo; una mezcla idónea para viajes de gran alcance.
En las traseras, mejor todavía, pues la banqueta admite desplazamiento longitudinal, con lo que se pueden ganar unos centímetros que dotan a esa zona del coche de un espacio extra precioso. Desde luego, es una de las traseras más capaces de la categoría, tanto por anchura como por hueco para las piernas y, sobre todo, por altura libre al techo (98 centímetros desde el asiento).