Todavía le queda al Mitsubishi Outlander algún detalle por pulir. De hecho, no hay más que sentarse a sus mandos (y no poder, por ejemplo, regular el volante en profundidad para perjuicio de la ergonomía) para darse cuenta. Sin embargo, si tres años después de lanzarse al mercado, este SUV había convencido plenamente por capacidad, flexibilidad y respuesta, bastan ahora breves retoques, nueva tecnología y un reposicionamiento de gama, para convertirse ya, definitivamente, en uno de los modelos más interesantes de su segmento. O, mejor dicho, en gran crossover. Porque si muchos modelos presumen de mezcla de conceptos, pocos lo hacen con la garantía de polivalencia de uso de este japonés de fabricación europea.
A la vista no son muchos los cambios del renovado Mitsubishi Outlander, pero sí significativos. Lo más llamativo, la nueva parrilla tipo avión de combate que la marca ya implanta como sello de identidad en sus nuevos modelos. Y es que, por sí sola, modifica toda la apariencia frontal, ahora más deportiva al parecer también más bajo y ancho. Gusta, como sus nuevos detalles cromados por la carrocería. Además se han reconfigurado paragolpes, spoiler, retrovisores (ahora con intermitentes con LED’s), llantas y hasta capó.
Por dentro, siguen las novedades en el Mitsubishi Outlander. Como ahora nuevos asientos más cómodos de mullido (no agarran en cambio mejor) o revestimientos que elevan la calidad percibida, uno de sus históricos puntos débiles. Ahora, la solución es más efectista que efectiva, ya que el anuncio de materiales acolchados en paneles y salpicadero no es más que un tapizado de mejor tacto. Tocamos y nada de esponjoso; debajo, el mismo plástico duro… pero la cubierta cumple su función. Eso sí, por ajustes y robustez, impecable. Como también por nueva instrumentación con pantalla TFT de
Huecos de almacenamiento hay en el Mitsubishi Outlander, y todas las cotas de espacio de sus dos primeras filas de asientos pueden considerarse buenas. Además, de serie, la trasera admite reglaje longitudinal de
Cierto que esta tercera fila no es muy amplia, pero sí escamoteable bajo el piso y más que suficiente para acoger en el Mitsubishi Outlander a niños a los que no les cuelguen las piernas con sillita, o niños más mayores sin ella. También el maletero dispone de buena capacidad para cinco pasajeros, y correcto hueco en caso de siete, donde coge, además de bolsas de viaje, hasta un carrito de niño gracias al portón trasero con apertura independiente de sección inferior (ideal para introducir carga y empujar) y capaz de soportar hasta
Hasta aquí, actualización y funcionalidad del Mitsubishi Outlander. Porque la novedad más importante de su nueva gama llega en el apartado de la transmisión. Y es que si en mecánicas Mitsubishi incorpora un nuevo motor gasolina 2.0 MIVEC de 147 CV y sólo tracción delantera, que se añade a la oferta del actual Diesel 2.0 DI-D de 140 CV y origen VW, es únicamente la versión superior de gasóleo la que dispone del nuevo cambio automático de doble embrague TC-SST que ya monta el Mitsubishi Lancer Evolution, pero con puesta a punto adaptada ahora a este SUV.
Hablamos, por supuesto, del buen propulsor 2.2 DI-D de 156 CV y origen PSA (Peugeot-Citroën). Frente al viejo dos litros inyector bomba alemán ya era recomendable por mejor empuje a bajo régimen (muy bueno desde sólo 1.500 rpm y con estirada hasta casi 5.000), progresividad en la entrada del turbo y mayor refinamiento… aunque en sonoridad tampoco esta versión Outlander brilla. Es más, hasta un poco dulce Chevrolet Captiva le mejora en este aspecto, y no digamos Hyundai Santa Fe. Pero, ahora, junto a la transmisión TC-SST, esta versión abre nuevas posibilidades dinámicas en el Outlander.
Básicamente, este cambio automático de 6 velocidades funciona como el DSG de VW, con dos embragues, uno para marchas pares y otro para impares. No lleva el radical programa SuperSport del «Evo», pero sorprende por su extremada rapidez en subidas, prácticamente sin interrupciones de potencia, y retenciones, como también por un modo automático suave y con transiciones imperceptibles, al más puro estilo de un convertidor de par. Además, tiene modo manual completo por palanca o levas de magnesio tras volante (van fijas, pero son de tanto tamaño que no se pierden), además de programa Normal o Sport (éste más rápido y con puntos de cambio más altos).
Sólo echamos en falta en este Mitsubishi Outlander una palanca más vistosa y menos sensible a cambiar de posición por roce. En todo lo demás, impresiona. Divertido, el cambio TC-SST es más lento en arrancadas que un manual… y empeoran ligeramente sus aceleraciones. Pero en marcha no hay color: es instantáneo y permite recuperaciones y adelantamientos que le sitúan como líder del segmento. Sólo quedan atrás consumos, no exagerados pero altos (siempre más allá de 9 l/100 km de media de gasto). También aquí juega en contra la actualización de motor para superar futuras normativas contaminantes y reducir emisiones, con nueva cámara de combustión o filtro de partículas. Sucede con todos los nuevos motores: más tapones, más consumo.
Porque, por lo demás, el Mitsubishio Outlander 2.2 DI-D TC-SST puede considerarse un SUV ligero. Con plataforma de Lancer (incluido el techo de aluminio del «Evo» que rebaja en
Claro que otro de sus protagonistas es el reputado sistema de tracción 4x4 AWD heredado de sus hermanos camperos… y envidia de rivales. Dispone de mando seleccionable en 3 posiciones: dos ruedas motrices para terreno seco; tracción total con reparto automático según adherencia (atrás envía entre un 15 y un 60% de par); y 4 Lock, con reparto de par constante 40/60 entre los trenes delantero y trasero. Ello, unido al buen bajo régimen Diesel y a unas correctas cotas TT, permiten al Mitsubishi Outlander cierta licencia en caminos, donde sus neumáticos de asfalto, la altura libre de
- Transmisión TC-SST
- Comportamiento y tracción
- Espacio y modularidad
- Detalles de ergonomía
- Consumo
- Sonoridad algo elevada