Mitsubishi Lancer Evo VII / Subaru Impreza WRX STi

Dos de los modelos más carismáticos que compiten en el Mundial de Rallyes pueden adquirirse para circular libremente por cualquier carretera. El tradicional Mitsubishi, en este caso en su séptima evolución y el «nuevo» Impreza, que en esta versión STi de 265 CV es el firme y único rival serio del Lancer.

Mitsubishi Lancer Evo VII / Subaru Impreza WRX STi
Mitsubishi Lancer Evo VII / Subaru Impreza WRX STi

Bueno, pues vamos a ver qué pasa en un terreno algo más difícil. Un tradicional tramo en bajada, con el firme roto espera pacientemente nuestra invasión. Accionamos la función Gravel de nuestro Evo VII, pensada para firmes menos adherentes y vamos con una actitud, a medio camino entre la del cordero que va al matadero y el niño que se dirige al parque de atracciones. Una vez más alguien ha vuelto a colocarnos en posición de “cámara lenta". Sólo falta una voz metálica que nos diga «no saquen las manos en ningún momento fuera del vehículo durante el recorrido». Si en plano el Evo VII corre, ni os cuento lo que lo hace cuesta abajo. Afortunadamente los frenos están a la altura del resto y con algunas suspicacias iniciales acabamos confiando en ellos al 110 por ciento. La nueva programación de la transmisión nos permite afrontar las curvas con plena confianza. Los Yokohama, unos slicks tallados especialmente homologados para el Evo VII, ayudan a ello y se muestran como auténticas ventosas.

Nuestro amigo del Impreza tiene algún problema adicional. Los silent-blocks de la suspensión del Subaru, más “de calle" le hacen flotar más —alguna contrapartida tendrá que tener el confort— y resulta menos preciso. El subviraje se acentúa en las fuertes pendientes y a los tres cuartos del recorrido, el pedal de freno empieza a adquirir un tacto preocupante. Llega al final del tramo con los frenos justos y tarda algo más de lo que lo hizo en la zona de buen asfalto. Por cierto, la sonrisa no es ahora tan franca en su semblante: en los últimos virajes las frenadas han comenzado a alargarse, procurando a su piloto una importante carga emotiva. La unidad disponible venía de otra prueba y han sido demasiadas “emociones" para los frenos sin pasar una saludable revisión.

La vuelta a la redacción, a ritmo civilizado, cosa que también ambos saben hacer muy bien, nos sirve para reflexionar sobre las sensaciones vividas. No podemos imaginar lo que sentirán Makkinen en su Impreza o Delecour en su Lancer, pero les aseguramos que, después de probar sus homólogos “de serie", ignoramos cómo consiguen mantener una estampa digna mientras el comisario canta "¡Tres!, ¡Dos! ¡Uno!,…

Bueno, pues vamos a ver qué pasa en un terreno algo más difícil. Un tradicional tramo en bajada, con el firme roto espera pacientemente nuestra invasión. Accionamos la función Gravel de nuestro Evo VII, pensada para firmes menos adherentes y vamos con una actitud, a medio camino entre la del cordero que va al matadero y el niño que se dirige al parque de atracciones. Una vez más alguien ha vuelto a colocarnos en posición de “cámara lenta". Sólo falta una voz metálica que nos diga «no saquen las manos en ningún momento fuera del vehículo durante el recorrido». Si en plano el Evo VII corre, ni os cuento lo que lo hace cuesta abajo. Afortunadamente los frenos están a la altura del resto y con algunas suspicacias iniciales acabamos confiando en ellos al 110 por ciento. La nueva programación de la transmisión nos permite afrontar las curvas con plena confianza. Los Yokohama, unos slicks tallados especialmente homologados para el Evo VII, ayudan a ello y se muestran como auténticas ventosas.

Nuestro amigo del Impreza tiene algún problema adicional. Los silent-blocks de la suspensión del Subaru, más “de calle" le hacen flotar más —alguna contrapartida tendrá que tener el confort— y resulta menos preciso. El subviraje se acentúa en las fuertes pendientes y a los tres cuartos del recorrido, el pedal de freno empieza a adquirir un tacto preocupante. Llega al final del tramo con los frenos justos y tarda algo más de lo que lo hizo en la zona de buen asfalto. Por cierto, la sonrisa no es ahora tan franca en su semblante: en los últimos virajes las frenadas han comenzado a alargarse, procurando a su piloto una importante carga emotiva. La unidad disponible venía de otra prueba y han sido demasiadas “emociones" para los frenos sin pasar una saludable revisión.

La vuelta a la redacción, a ritmo civilizado, cosa que también ambos saben hacer muy bien, nos sirve para reflexionar sobre las sensaciones vividas. No podemos imaginar lo que sentirán Makkinen en su Impreza o Delecour en su Lancer, pero les aseguramos que, después de probar sus homólogos “de serie", ignoramos cómo consiguen mantener una estampa digna mientras el comisario canta "¡Tres!, ¡Dos! ¡Uno!,…