Mini Cooper vs Opel Corsa GSI: pequeños, de gasolina y con carácter

En otros momentos, los utilitarios con motores de gasolina con más de 130 CV, que ya por eso podían considerarse muy dinámicos y hasta deportivos, eran legión. Había diversas versiones de los VW Polo, Audi A1, Skoda Fabia y Seat Ibiza, por supuesto; pero también de los Peugeot 208 si nos ceñimos a los tiempos más recientes o de los DS 3 en el mismo ámbito temporal; Clio hasta firmados por Renault Sport, Alfa Mito... Hoy, sin embargo, y aunque es de esperar que se sumen más a medida que pongan en regla sus emisiones, apenas es posible dar con un puñado de opciones, que se reducen drásticamente si añadimos un filtro antes característico de estos coches pequeños: las carrocerías de tres puertas, siempre las menos prácticas, pero también siempre las de aspecto más deportivo.

Descartado por esa indisposición el Suzuki Swift Sport 1.4, una de las mejores opciones por sus características dinámicas, quedan los Ford Fiesta ST con el 1.0, también con 140 CV, pero que incluso presume de tener una versión con el 1.5 EcoBoost de 200 CV; Opel Corsa GSI y Mini Cooper, los dos últimos, los protagonistas de este duelo y situados, por mor de sus precios, en territorios diametralmente opuestos: el Corsa es el más asequible de este pequeño universo de deportivos; el Mini, el más costoso.

GSI y Cooper son definiciones indisolublemente ligadas, en los dos casos, a motores concretos. Un 1.4 de cuatro cilindros es el corazón del Opel, como en todos los Corsa, si bien en realidad se trata de dos motores distintos para cubrir cuatro potencias diferentes. El del GSI es como el que se estrenara en el Astra, por tanto, de la familia Ecotec.

Por su parte el del Cooper ensamblado en Oxford es un TwinPower Turbo de tres cilindros. Técnicamente es semejante al que se usa en One, aquí con 75 y 102 CV; y en los Cooper S, con 192.

De estos motores del Corsa GSI y Cooper emana buena parte del encanto de estos dos utilitarios porque son ellos los que hacen que sean tan rápidos. Las teóricas diferencias que debería imponer la relación peso/potencia de cada cual no es tal y, en la práctica, las prestaciones son semejantes.

Mini Cooper y Opel Corsa GSI: vitaminas por un turbo

Nos gusta del Mini cómo empuja desde antes de que lo haga el del Opel. Cierto que si lo dejamos caer mucho de vueltas, vibra y suena tan apreciablemente que se hace insoslayable su arquitectura tricilíndrica, mientras que el motor Ecotec puede parecer de la vieja escuela de los motores turbo.

La entrada en acción de este elemento, sobre las 2.700 rpm, marca un antes y un después, aunque no esperes una gran patada. Más allá, este del Opel es un motor tan correcto por su empuje a medio régimen como discreto si tiene que superar las 5.000 rpm. En ese sentido tiene carácter de diésel, por mucho que su cuentarrevoluciones tenga una zona roja definida por las 6.500 rpm, régimen al que no hace falta llegar porque ni la respuesta al acelerador ni el sonido del motor invitan.

Llama la atención que, pese a que la potencia máxima se declara en el Mini a un régimen más bajo, en la realidad el del Cooper es un motor más chispeante a un régimen superior y que invita a aproximarse más a ese entorno de las 6.000 rpm. Su cambio manual es espléndido en cuanto a manejo. Marca mucho cada momento, pero es tan preciso como rápido y se pasa de una marcha a otra con apenas un movimiento de muñeca —mejor así, porque el apoyacodos en el que se sitúa el cargador inalámbrico, incluso erguido, molesta menos—; ahora bien, sus desarrollos están más encaminados a conseguir, como efectivamente hace, que el motor gaste poco. Se sienten abiertos frente al cambio elegido por Opel, de relación cerrada y desarrollo corto para lo que se estila, pero con recorridos transversales más largos y no con tanta finura para ser tan rápido.

Mini Cooper vs Opel Corsa GSI: ¿qué tipo de deportividad quieres?

El chasis del Corsa GSI es, tal cual, el de los antiguos OPC, confirma Opel. Sin embargo, la dirección no se siente tan rapidísima —es de relación variable— como la del Cooper, también más ágil en la entrada en el giro, con un eje delantero muy incisivo y buena tracción: ninguno de los dos lleva un diferencial autoblocante y tampoco lo necesita. En cuanto al eje trasero, aporta una marcado efecto de guiñada en el Mini. Esa agilidad es obvia incluso cuando su suspensión no es tan marcadamente firme como el de Eisenach, definida por los amortiguadores Koni FSD de serie.

Quizá el GSI se sienta particularmente así, algo más seco, por las llantas opcionales de 18": uno de los pocos elementos extras en esta versión junto a los asientos Recaro.

Ahora bien, es posible que en los neumáticos que montan, por anchura —con 17 o 18", siempre 215 mm— y agarre, esté parte de la explicación de porqué es tan efectiva su frenada, aún cuando el pedal se siente levemente más esponjoso, menos directo que el del Mini. En cualquiera de los dos, cabe destacar que son inasequibles a la fatiga hasta con altas exigencias.

Que el Opel sea más imperturbable, menos reactivo en curva —también más soso—, hace que el Corsa se lleve mejor que el Mini cuanto más rápidas o más abiertas sean: las traza sobre raíles, sin la sensación de que el tren trasero llegue a aligerarse en ningún momento como sí puede llegar a ocurrir en el británico.

En éste es posible desactivar, aunque su límite de actuación es razonablemente alto y sutil cuando se activa, el control de estabilidad; DSC en terminología de Mini. Por el contrario, en Opel el sistema equivalente siempre está latente, pero sin pedir para sí gran protagonismo.

Las limitaciones del Mini están ligadas a, fundamentalmente, su espacio interior: habitáculo, sólo para cuatro y espacio de carga pequeños. Ahora bien, el diseño es tan característico de puertas a dentro —ya no sólo por cómo se muestra la información, sino por el tipo de pulsadores que, al no avisado, sorprende por su diseño tanto como abruma por su cantidad— como lo es su carrocería.

La del GSI está mucho más característica desde el enfoque deportivo —taloneras, spoiler, entradas de aire, etc—, en tanto que su interior es más convencional, pero mucho más práctico que el del Mini. Esencialmente lo consigue por la vía de mejores accesos, más centímetros, más litros o, incluso, de recursos como la regulación de la inclinación variable de los respaldos traseros. Ahora bien, el Mini no está desprovisto de algún truco útil, como un suelo móvil (250 euros) en su maletero y que enrasa con cada uno de los respaldos si se abaten.