No corre, simplemente vuela. Creerán que volvemos al tópico, pero es que, más que nunca, Mercedes eleva el mundo de las berlinas de representación a otra galaxia. Conocida, aunque pocas veces pisada con tanto reconocimiento. Hasta allí lo aproxima hoy con su particular "Enterprise", denominación con muchas acepciones. Y todas válidas por comparación con este Mercedes S 63 AMG: de portaaviones (
Por fuera, sólo las dos dobles salidas de escape y las mayores entradas de aire distinguen al 63 AMG de la siempre elegante y lujosa Clase S. ¿Una "limusina" más? Abrimos puertas y volvemos a sentarnos en un ambiente de lo más selecto. Sorprenden sus reposacabezas acolchados como si te envolvieran en algodón. También los asientos ventilados con función de masaje, las inserciones en madera y aluminio, el selector del cambio por palanca tras volante o hasta el reloj tradicional de aguja firmado por la suiza IWC, una de las mejores marcas del planeta. Todo confort y exclusividad: un "gentleman".
Supersónico
Un fuerte bramido (de los sonidos más espectaculares hoy en un deportivo de producción) sacude toda la escena. Y se estabiliza. Hasta ese momento estaba oculto, sigiloso. Pero comienza a asomarse. Escondido bajo el capó, el nuevo Mercedes S 63 AMG está de estreno. Olvidado ya su anterior V8 atmosférico de
Patada al canto, dedos en sus levas manuales de cambio y sus
Deportivo de seda
Gas pues y avanzas en el Mercedes S 63 AMG mientras alrededor el tráfico se para en absoluto silencio. Porque, además, el nivel de filtración e insonorización es aquí magistral. De la mejor berlina de representación, y con sólo un BMW 760i aproximándose, eso sí siempre con peores prestaciones. Gran potencial dinámico del S 63 AMG, imbatible por equilibrio, velocidad y confort en vías y curvas rápidas. Pero... ¿Y más allá? ¿Inquietará su gigantesco volumen?
Falsa alarma. Espectacular también la rapidez y agilidad con que digiere los cambios de apoyo el Mercedes S 63 AMG en trazados sinuosos -por su tamaño casi parece no coger en la trazada-. Se agradece aquí la ayuda de lassuspensiones, con conjuntos neumáticos (en vez de muelles) y amortiguadores adaptativos de serie que controlan a la perfección los movimientos de carrocería en base al trazado. Incluso con función para compensar el viento lateral modificando la fuerza del amortiguador en cada rueda. Además, en modo Sport se limita el cabeceo y oscilación de chasis en extensión, sin perder nunca el exquisito confort.
Hay en el S 63 AMG, evidentemente, exceso de motor, por lo que, aunque se aguantan razonablemente bien las embestidas, resulta imprescindible dosificar bien la aceleración en el apoyo para evitar la cruzada por exceso de gas. Mejor en este punto no desactivar unas ayudas a la conducción que dejan correr y aportan función de frenado selectivo en las ruedas traseras para imitar electrónicamente a un autoblocante. El objetivo, agilizar su respuesta en curva cerrada. También, y a pesar del buen trabajo de frenos, en fuertes detenciones en bache o brusco apoyo notamos una respuesta de ABS demasiado intrusiva, que genera cierta sensación pasajera de descontrol de trayectoria.
Y es que parar tanta masa no es fácil... y más ante el séptimo de caballería avanzando. En definitiva, un Mercedes S 63 AMG en el que, comprenderán, no profundicemos en la extraordinaria comodidad de una amplia fila trasera que permite viajar hasta tumbado. Sí, es un Clase S, pero... ¿quién quiere ir detrás? Una berlina de lujo de altísimas prestaciones para no sacrificar nada, si se dispone de una casi infinita cuenta corriente con la que sumar además prácticamente toda la tecnología conocida en equipamiento. Llegados a este punto, mejor olvidemos precio (hasta supera en tarifa al Porsche Panamera Turbo) y sigamos soñando.
- Chasis y motor soberbios
- Confort de marcha
Calidad percibida
Lentitud cambio en maniobra
- Precio muy elevado
- Visibilidad por retrovisores