Infiniti G37 S vs BMW 335i Coupé

Si en los últimos tiempos una marca se ha erigido en estandarte de la deportividad, esa ha sido BMW. Como icono a superar, buen número de rivales le surgen con pretensión de batirla. La mas reciente es Infiniti, cuyo G37 Coupé S se erige como serio contendiente.

Infiniti G37 S vs BMW 335i Coupé
Infiniti G37 S vs BMW 335i Coupé

Centrándonos en los motores, el del recién llegado Infiniti destaca por su elevada cilindrada, pero no olvida la tecnología avanzada, con una alta relación de compresión con diagrama variable de distribución y alzada de las válvulas de admisión. Demuestra una salud envidiable, con 27 CV extras y un mkg más de par. La entrega de éste es muy progresiva, pues ya a 1.500 rpm se rozan los 30 mkg, cifra más que holgada para sacar al Infiniti de cualquier atolladero por muy larga que sea la marcha en la que se circule. Otras pruebas más: necesitar poco más de 33 segundos para recuperarse en sexta desde 50 km/h —unas 1.200 rpm de giro de motor— y llegar al kilómetro da cuenta de la elasticidad de la mecánica V6. Sus medios son también poderosos, teniendo en cuenta que, en este propulsor, medios significa la banda entre 3.000 y 6.000 rpm, puesto que es capaz de llegar a los 7.500, donde todavía llega bastante fresco. Todo lo anterior nos plantea un motor para nada criticable —incluso su consumo de combustible es más que razonable para una máquina de este rendimiento y menor que el BMW— pero claro, llegado el momento de analizar el seis cilindros en línea del 335i, con dos turbocompresores, entonces, la boca comienza a abrirse al comprobar su rendimiento. Para empezar, decir que a 1.000 rpm ya casi entrega 36 mkg, llegando a más de 44 cuando en el V6 rival estaba aún por debajo de 30. Una ventaja de, prácticamente, el 50 por ciento. Y desde ese régimen hasta más allá de las 5.200 rpm siempre se sitúa por encima de aquella cifra de par. Es por eso que usar el cambio de marchas es una acción casi despreciable, en el sentido que la respuesta en cualquier situación es imponente. Estemos en la marcha que estemos y cualquiera que sea el régimen de giro, pisar el acelerador supone una instantánea ganancia de velocidad a ritmo de vértigo. Tal es su elasticidad, que en la prueba donde el Infiniti tardó aquellos 33 segundos, este BMW necesita poco más de 28. Sin palabras. Como, hoy en día, lo de correr se plantea ya en un segundo plano, los fabricantes se empeñan, afortunadamente, en hacer sus modelos más y más agradables de usar. Nuestro BMW, de nuevo, disfruta de opciones a sobreprecio: techo solar, regulación lumbar en asientos, control de distancia de aparcamiento, control de crucero, sistema de sonido profesional y otros menos destacados. En fin, todo un paquete de elevado coste pero que parece minimizar la rígida suspensión deportiva y los neumáticos de bajísimo perfil aunque, en el fondo, lo que ocurre es que no es necesario que sean pétreos los reglajes para obtener tan extraordinario resultado. Los asientos son buenos pero no excepcionales y el pequeño volante —también opcional— facilita su manejo pero no la visibilidad del tablero. No parece muy elegante, pero con el Infiniti vamos a empezar por su detalle menos estudiado. Las plazas traseras emplazan su cabeza debajo de una transparente luneta, por lo que en viajes largos durante días soleados, la insolación puede estar a la orden del día. O habrá que utilizar gorra dentro del coche. Como ventaja clara: el tablero de instrumentos se mueve con la regulación del volante, por lo que podemos colocar éste en cualquier posición que no interferirá su visión. Excelente. Los asientos poseen mejor aspecto —más tipo butacón— que los del BMW, pero a pesar de haber estado bastantes cientos de kilómetros encima de ellos, no llegamos a asegurar que sean más cómodos. Detrás, en ambos, el espacio es suficiente para que dos adultos viajen con holgura, aunque, como es lógico, el acceso a las plazas traseras exige una capacidad de flexión propia de personas de edad media, como máximo. Dentro del equipamiento de serie de ambos contendientes, el BMW exige un dinero extra por ciertos elementos de seguridad. A saber: encendido automático de faros y faros adaptativos, rueda de repuesto —inexistentes en el 335i— y sensor de aparcamiento. Todo ello supone casi 1.180 euros, que es un dinero. Todos estos elementos vienen de serie en el Infiniti, modelo que, además, disfruta de rueda de repuesto de emergencia, que nos sacará del apuro, mientras el BMW nos obligará a llamar a la grúa en muchos casos. El análisis de los frenos nos lleva a una pequeña sorpresa. Bien es cierto que el Infiniti dispone de discos más grandes y dobles pistones en las pinzas delanteras. Pero hemos de reconocer que no esperábamos, a priori, que mejorase las cifras del BMW, como así ha sido el caso, y además, por una amplia proporción. El precio es otro capítulo donde el Infiniti lleva ventaja sobre el BMW. No sólo es claramente menos gravoso —unos 3.800 euros— en el precio, sino que la diferencia de equipamiento, trasladada a cifras es muy cuantiosa. A igualdad de equipamiento, hablamos de casi 8.650 euros. Y no dejamos de lado la superior garantía del Infiniti —un año más— y la más extensa en pintura y corrosión. BMW
— Eficacia dinámica
— Motor impresionante
— Tacto de calidad
Infiniti
— Equipamiento
— Motor
— FrenadaBMW
— Delicado en mojado
— Practicidad interior
— Sin rueda de repuesto
Infiniti
— Plazas traseras al sol
— Sonoridad trasera
— Maletero justo

Dos maneras de disfrutar
Centrándonos en los motores, el del recién llegado Infiniti destaca por su elevada cilindrada, pero no olvida la tecnología avanzada, con una alta relación de compresión con diagrama variable de distribución y alzada de las válvulas de admisión. Demuestra una salud envidiable, con 27 CV extras y un mkg más de par. La entrega de éste es muy progresiva, pues ya a 1.500 rpm se rozan los 30 mkg, cifra más que holgada para sacar al Infiniti de cualquier atolladero por muy larga que sea la marcha en la que se circule. Otras pruebas más: necesitar poco más de 33 segundos para recuperarse en sexta desde 50 km/h —unas 1.200 rpm de giro de motor— y llegar al kilómetro da cuenta de la elasticidad de la mecánica V6. Sus medios son también poderosos, teniendo en cuenta que, en este propulsor, medios significa la banda entre 3.000 y 6.000 rpm, puesto que es capaz de llegar a los 7.500, donde todavía llega bastante fresco. Todo lo anterior nos plantea un motor para nada criticable —incluso su consumo de combustible es más que razonable para una máquina de este rendimiento y menor que el BMW— pero claro, llegado el momento de analizar el seis cilindros en línea del 335i, con dos turbocompresores, entonces, la boca comienza a abrirse al comprobar su rendimiento. Para empezar, decir que a 1.000 rpm ya casi entrega 36 mkg, llegando a más de 44 cuando en el V6 rival estaba aún por debajo de 30. Una ventaja de, prácticamente, el 50 por ciento. Y desde ese régimen hasta más allá de las 5.200 rpm siempre se sitúa por encima de aquella cifra de par. Es por eso que usar el cambio de marchas es una acción casi despreciable, en el sentido que la respuesta en cualquier situación es imponente. Estemos en la marcha que estemos y cualquiera que sea el régimen de giro, pisar el acelerador supone una instantánea ganancia de velocidad a ritmo de vértigo. Tal es su elasticidad, que en la prueba donde el Infiniti tardó aquellos 33 segundos, este BMW necesita poco más de 28. Sin palabras. Como, hoy en día, lo de correr se plantea ya en un segundo plano, los fabricantes se empeñan, afortunadamente, en hacer sus modelos más y más agradables de usar. Nuestro BMW, de nuevo, disfruta de opciones a sobreprecio: techo solar, regulación lumbar en asientos, control de distancia de aparcamiento, control de crucero, sistema de sonido profesional y otros menos destacados. En fin, todo un paquete de elevado coste pero que parece minimizar la rígida suspensión deportiva y los neumáticos de bajísimo perfil aunque, en el fondo, lo que ocurre es que no es necesario que sean pétreos los reglajes para obtener tan extraordinario resultado. Los asientos son buenos pero no excepcionales y el pequeño volante —también opcional— facilita su manejo pero no la visibilidad del tablero. No parece muy elegante, pero con el Infiniti vamos a empezar por su detalle menos estudiado. Las plazas traseras emplazan su cabeza debajo de una transparente luneta, por lo que en viajes largos durante días soleados, la insolación puede estar a la orden del día. O habrá que utilizar gorra dentro del coche. Como ventaja clara: el tablero de instrumentos se mueve con la regulación del volante, por lo que podemos colocar éste en cualquier posición que no interferirá su visión. Excelente. Los asientos poseen mejor aspecto —más tipo butacón— que los del BMW, pero a pesar de haber estado bastantes cientos de kilómetros encima de ellos, no llegamos a asegurar que sean más cómodos. Detrás, en ambos, el espacio es suficiente para que dos adultos viajen con holgura, aunque, como es lógico, el acceso a las plazas traseras exige una capacidad de flexión propia de personas de edad media, como máximo. Dentro del equipamiento de serie de ambos contendientes, el BMW exige un dinero extra por ciertos elementos de seguridad. A saber: encendido automático de faros y faros adaptativos, rueda de repuesto —inexistentes en el 335i— y sensor de aparcamiento. Todo ello supone casi 1.180 euros, que es un dinero. Todos estos elementos vienen de serie en el Infiniti, modelo que, además, disfruta de rueda de repuesto de emergencia, que nos sacará del apuro, mientras el BMW nos obligará a llamar a la grúa en muchos casos. El análisis de los frenos nos lleva a una pequeña sorpresa. Bien es cierto que el Infiniti dispone de discos más grandes y dobles pistones en las pinzas delanteras. Pero hemos de reconocer que no esperábamos, a priori, que mejorase las cifras del BMW, como así ha sido el caso, y además, por una amplia proporción. El precio es otro capítulo donde el Infiniti lleva ventaja sobre el BMW. No sólo es claramente menos gravoso —unos 3.800 euros— en el precio, sino que la diferencia de equipamiento, trasladada a cifras es muy cuantiosa. A igualdad de equipamiento, hablamos de casi 8.650 euros. Y no dejamos de lado la superior garantía del Infiniti —un año más— y la más extensa en pintura y corrosión. BMW
— Eficacia dinámica
— Motor impresionante
— Tacto de calidad
Infiniti
— Equipamiento
— Motor
— FrenadaBMW
— Delicado en mojado
— Practicidad interior
— Sin rueda de repuesto
Infiniti
— Plazas traseras al sol
— Sonoridad trasera
— Maletero justo
Dos maneras de disfrutar
Centrándonos en los motores, el del recién llegado Infiniti destaca por su elevada cilindrada, pero no olvida la tecnología avanzada, con una alta relación de compresión con diagrama variable de distribución y alzada de las válvulas de admisión. Demuestra una salud envidiable, con 27 CV extras y un mkg más de par. La entrega de éste es muy progresiva, pues ya a 1.500 rpm se rozan los 30 mkg, cifra más que holgada para sacar al Infiniti de cualquier atolladero por muy larga que sea la marcha en la que se circule. Otras pruebas más: necesitar poco más de 33 segundos para recuperarse en sexta desde 50 km/h —unas 1.200 rpm de giro de motor— y llegar al kilómetro da cuenta de la elasticidad de la mecánica V6. Sus medios son también poderosos, teniendo en cuenta que, en este propulsor, medios significa la banda entre 3.000 y 6.000 rpm, puesto que es capaz de llegar a los 7.500, donde todavía llega bastante fresco. Todo lo anterior nos plantea un motor para nada criticable —incluso su consumo de combustible es más que razonable para una máquina de este rendimiento y menor que el BMW— pero claro, llegado el momento de analizar el seis cilindros en línea del 335i, con dos turbocompresores, entonces, la boca comienza a abrirse al comprobar su rendimiento. Para empezar, decir que a 1.000 rpm ya casi entrega 36 mkg, llegando a más de 44 cuando en el V6 rival estaba aún por debajo de 30. Una ventaja de, prácticamente, el 50 por ciento. Y desde ese régimen hasta más allá de las 5.200 rpm siempre se sitúa por encima de aquella cifra de par. Es por eso que usar el cambio de marchas es una acción casi despreciable, en el sentido que la respuesta en cualquier situación es imponente. Estemos en la marcha que estemos y cualquiera que sea el régimen de giro, pisar el acelerador supone una instantánea ganancia de velocidad a ritmo de vértigo. Tal es su elasticidad, que en la prueba donde el Infiniti tardó aquellos 33 segundos, este BMW necesita poco más de 28. Sin palabras. Como, hoy en día, lo de correr se plantea ya en un segundo plano, los fabricantes se empeñan, afortunadamente, en hacer sus modelos más y más agradables de usar. Nuestro BMW, de nuevo, disfruta de opciones a sobreprecio: techo solar, regulación lumbar en asientos, control de distancia de aparcamiento, control de crucero, sistema de sonido profesional y otros menos destacados. En fin, todo un paquete de elevado coste pero que parece minimizar la rígida suspensión deportiva y los neumáticos de bajísimo perfil aunque, en el fondo, lo que ocurre es que no es necesario que sean pétreos los reglajes para obtener tan extraordinario resultado. Los asientos son buenos pero no excepcionales y el pequeño volante —también opcional— facilita su manejo pero no la visibilidad del tablero. No parece muy elegante, pero con el Infiniti vamos a empezar por su detalle menos estudiado. Las plazas traseras emplazan su cabeza debajo de una transparente luneta, por lo que en viajes largos durante días soleados, la insolación puede estar a la orden del día. O habrá que utilizar gorra dentro del coche. Como ventaja clara: el tablero de instrumentos se mueve con la regulación del volante, por lo que podemos colocar éste en cualquier posición que no interferirá su visión. Excelente. Los asientos poseen mejor aspecto —más tipo butacón— que los del BMW, pero a pesar de haber estado bastantes cientos de kilómetros encima de ellos, no llegamos a asegurar que sean más cómodos. Detrás, en ambos, el espacio es suficiente para que dos adultos viajen con holgura, aunque, como es lógico, el acceso a las plazas traseras exige una capacidad de flexión propia de personas de edad media, como máximo. Dentro del equipamiento de serie de ambos contendientes, el BMW exige un dinero extra por ciertos elementos de seguridad. A saber: encendido automático de faros y faros adaptativos, rueda de repuesto —inexistentes en el 335i— y sensor de aparcamiento. Todo ello supone casi 1.180 euros, que es un dinero. Todos estos elementos vienen de serie en el Infiniti, modelo que, además, disfruta de rueda de repuesto de emergencia, que nos sacará del apuro, mientras el BMW nos obligará a llamar a la grúa en muchos casos. El análisis de los frenos nos lleva a una pequeña sorpresa. Bien es cierto que el Infiniti dispone de discos más grandes y dobles pistones en las pinzas delanteras. Pero hemos de reconocer que no esperábamos, a priori, que mejorase las cifras del BMW, como así ha sido el caso, y además, por una amplia proporción. El precio es otro capítulo donde el Infiniti lleva ventaja sobre el BMW. No sólo es claramente menos gravoso —unos 3.800 euros— en el precio, sino que la diferencia de equipamiento, trasladada a cifras es muy cuantiosa. A igualdad de equipamiento, hablamos de casi 8.650 euros. Y no dejamos de lado la superior garantía del Infiniti —un año más— y la más extensa en pintura y corrosión. BMW
— Eficacia dinámica
— Motor impresionante
— Tacto de calidad
Infiniti
— Equipamiento
— Motor
— FrenadaBMW
— Delicado en mojado
— Practicidad interior
— Sin rueda de repuesto
Infiniti
— Plazas traseras al sol
— Sonoridad trasera
— Maletero justo
Dos maneras de disfrutar
Centrándonos en los motores, el del recién llegado Infiniti destaca por su elevada cilindrada, pero no olvida la tecnología avanzada, con una alta relación de compresión con diagrama variable de distribución y alzada de las válvulas de admisión. Demuestra una salud envidiable, con 27 CV extras y un mkg más de par. La entrega de éste es muy progresiva, pues ya a 1.500 rpm se rozan los 30 mkg, cifra más que holgada para sacar al Infiniti de cualquier atolladero por muy larga que sea la marcha en la que se circule. Otras pruebas más: necesitar poco más de 33 segundos para recuperarse en sexta desde 50 km/h —unas 1.200 rpm de giro de motor— y llegar al kilómetro da cuenta de la elasticidad de la mecánica V6. Sus medios son también poderosos, teniendo en cuenta que, en este propulsor, medios significa la banda entre 3.000 y 6.000 rpm, puesto que es capaz de llegar a los 7.500, donde todavía llega bastante fresco. Todo lo anterior nos plantea un motor para nada criticable —incluso su consumo de combustible es más que razonable para una máquina de este rendimiento y menor que el BMW— pero claro, llegado el momento de analizar el seis cilindros en línea del 335i, con dos turbocompresores, entonces, la boca comienza a abrirse al comprobar su rendimiento. Para empezar, decir que a 1.000 rpm ya casi entrega 36 mkg, llegando a más de 44 cuando en el V6 rival estaba aún por debajo de 30. Una ventaja de, prácticamente, el 50 por ciento. Y desde ese régimen hasta más allá de las 5.200 rpm siempre se sitúa por encima de aquella cifra de par. Es por eso que usar el cambio de marchas es una acción casi despreciable, en el sentido que la respuesta en cualquier situación es imponente. Estemos en la marcha que estemos y cualquiera que sea el régimen de giro, pisar el acelerador supone una instantánea ganancia de velocidad a ritmo de vértigo. Tal es su elasticidad, que en la prueba donde el Infiniti tardó aquellos 33 segundos, este BMW necesita poco más de 28. Sin palabras. Como, hoy en día, lo de correr se plantea ya en un segundo plano, los fabricantes se empeñan, afortunadamente, en hacer sus modelos más y más agradables de usar. Nuestro BMW, de nuevo, disfruta de opciones a sobreprecio: techo solar, regulación lumbar en asientos, control de distancia de aparcamiento, control de crucero, sistema de sonido profesional y otros menos destacados. En fin, todo un paquete de elevado coste pero que parece minimizar la rígida suspensión deportiva y los neumáticos de bajísimo perfil aunque, en el fondo, lo que ocurre es que no es necesario que sean pétreos los reglajes para obtener tan extraordinario resultado. Los asientos son buenos pero no excepcionales y el pequeño volante —también opcional— facilita su manejo pero no la visibilidad del tablero. No parece muy elegante, pero con el Infiniti vamos a empezar por su detalle menos estudiado. Las plazas traseras emplazan su cabeza debajo de una transparente luneta, por lo que en viajes largos durante días soleados, la insolación puede estar a la orden del día. O habrá que utilizar gorra dentro del coche. Como ventaja clara: el tablero de instrumentos se mueve con la regulación del volante, por lo que podemos colocar éste en cualquier posición que no interferirá su visión. Excelente. Los asientos poseen mejor aspecto —más tipo butacón— que los del BMW, pero a pesar de haber estado bastantes cientos de kilómetros encima de ellos, no llegamos a asegurar que sean más cómodos. Detrás, en ambos, el espacio es suficiente para que dos adultos viajen con holgura, aunque, como es lógico, el acceso a las plazas traseras exige una capacidad de flexión propia de personas de edad media, como máximo. Dentro del equipamiento de serie de ambos contendientes, el BMW exige un dinero extra por ciertos elementos de seguridad. A saber: encendido automático de faros y faros adaptativos, rueda de repuesto —inexistentes en el 335i— y sensor de aparcamiento. Todo ello supone casi 1.180 euros, que es un dinero. Todos estos elementos vienen de serie en el Infiniti, modelo que, además, disfruta de rueda de repuesto de emergencia, que nos sacará del apuro, mientras el BMW nos obligará a llamar a la grúa en muchos casos. El análisis de los frenos nos lleva a una pequeña sorpresa. Bien es cierto que el Infiniti dispone de discos más grandes y dobles pistones en las pinzas delanteras. Pero hemos de reconocer que no esperábamos, a priori, que mejorase las cifras del BMW, como así ha sido el caso, y además, por una amplia proporción. El precio es otro capítulo donde el Infiniti lleva ventaja sobre el BMW. No sólo es claramente menos gravoso —unos 3.800 euros— en el precio, sino que la diferencia de equipamiento, trasladada a cifras es muy cuantiosa. A igualdad de equipamiento, hablamos de casi 8.650 euros. Y no dejamos de lado la superior garantía del Infiniti —un año más— y la más extensa en pintura y corrosión. BMW
— Eficacia dinámica
— Motor impresionante
— Tacto de calidad
Infiniti
— Equipamiento
— Motor
— FrenadaBMW
— Delicado en mojado
— Practicidad interior
— Sin rueda de repuesto
Infiniti
— Plazas traseras al sol
— Sonoridad trasera
— Maletero justo
Dos maneras de disfrutar