Pudiera parecer un contrasentido combinar el concepto familiar de base de toda carrocería monovolumen con unos bastidores y motores que tildan de deportivos su conducta dinámica, pero bendito contrasentido. El Ford C-Max no ha escondido nunca ser un monovolumen con una dinámica que más de un atrevido compacto quisiera, por reacciones y sensaciones, algo que realza esta versión mecánica 1.6 Ecoboost de 150 CV, que nos recuerda en este mundo Diesel, lo fantásticos y divinos que son los motores turbo de gasolina bajo la interpretación 'downsizing' de nuestros días. Por su parte, el nuevo Clase B de Mercedes lleva, si lo deseas, este guión un "mucho" más allá, gracias a un arsenal de opciones que te dejan configurarlo como lo ves en las fotos: puedes rebajar la suspensión
En cualquier caso, lo primero que te llamará la atención de estos dos coches es el refinamiento mecánico que imprimen sus motores al conjunto, al propio funcionamiento del coche. Todo lo bueno que pueden ser los Diesel de nuestros días en este sentido, lo mejoran los propulsores de gasolina con creces, y con la recuperación de los turbo, hacen de la prestación, pero sobre todo, del agrado de conducción, un estímulo diario de su conducción.
Ambos son finísimos de funcionamiento y silenciosos desde la crítica puesta en marcha en frío tras una helada noche, una cuestión que a mi me supone un valor añadido de los motores de gasolina; también por la rápida disponibilidad de calefacción para caldear el habitáculo en cortos desplazamientos. Iniciar la marcha y moverse a bajo régimen supone acercarse al poderío de los turbodiesel, pero ha sido el 1.6 Ecoboost del C-Max el que verdaderamente me ha entusiasmado: es más temperamental, que no violento, que el 1.6 Turbo del Clase B, que, quizás por su marcada suavidad de giro, percibes falta de par, pero no de respuesta (de hecho hemos medido su pico a ¡1.560 rpm!), porque se pone en movimiento también con mucha viveza.
A partir de cuarta velocidad, la configuración de las cajas de cambio de cada modelo también marcan diferencias en las respuestas de cada motor. Como dicta la tendencia, el novísimo Clase B va mucho más largo y en terrenos virados te pide ser más preciso con la velocidad insertada que el C-Max, que te permite una viva conducción "monomarcha". Mira cómo en las maniobras de adelantamiento es capaz de sacarle 2 segundos al Mercedes, un mundo en una situación de emergencia.
El motor del B200 trabaja más relajado y viendo cómo acelera cuando precisamos toda la prestación (también es cierto que hemos medido 172 CV, sobre los 156 oficiales) y sus ajustadísimos consumos de combustible (un litro menos en nuestro combinado, con unos excelentes 5,9 en carretera), la fórmula BlueEfficiency del Mercedes resulta interesantísima para darse el capricho de tener un motor de gasolina. Dos últimos apuntes sobre los motores. El primero, por si vienes de un atmosférico, es que la respuesta de ambos se asemeja a la de los turbodiésel, muy solventes a bajo y medio régimen, pero con sensación de escalada plana a partir de 4.500 rpm (cortan a 6.500). El segundo apunte, destacar el exquisito funcionamiento del Stop-Start del Mercedes, por la rapidez y, de nuevo, la suavidad y el silencio con que se pone en marcha el motor en las continuas secuencias urbanas con tráfico denso.
Tal y como está concebido de serie el C-Max, resulta formidable por cómo pisa, cómo atiende tus órdenes y cómo compatibiliza eficacia dinámica con confort de rodadura. También tiene vistosas llantas de
El B200 que hemos probado es una unidad muy particular, porque el firme tacto deportivo de su bastidor con chasis deportivo opcional y llantas de
Pero no te estoy hablando de un coche rudo. La pisada del B, su conducción y rodadura, junto con su presentación interior adornada de opciones, nos hablan de un coche premium... a golpe de talonario. El éxito del C-Max es que quizá no exclusividad, pero calidad, cantidad y agrado transmite a raudales a muy buen precio.
Pudiera parecer un contrasentido combinar el concepto familiar de base de toda carrocería monovolumen con unos bastidores y motores que tildan de deportivos su conducta dinámica, pero bendito contrasentido. El Ford C-Max no ha escondido nunca ser un monovolumen con una dinámica que más de un atrevido compacto quisiera, por reacciones y sensaciones, algo que realza esta versión mecánica 1.6 Ecoboost de 150 CV, que nos recuerda en este mundo Diesel, lo fantásticos y divinos que son los motores turbo de gasolina bajo la interpretación 'downsizing' de nuestros días. Por su parte, el nuevo Clase B de Mercedes lleva, si lo deseas, este guión un "mucho" más allá, gracias a un arsenal de opciones que te dejan configurarlo como lo ves en las fotos: puedes rebajar la suspensión
En cualquier caso, lo primero que te llamará la atención de estos dos coches es el refinamiento mecánico que imprimen sus motores al conjunto, al propio funcionamiento del coche. Todo lo bueno que pueden ser los Diesel de nuestros días en este sentido, lo mejoran los propulsores de gasolina con creces, y con la recuperación de los turbo, hacen de la prestación, pero sobre todo, del agrado de conducción, un estímulo diario de su conducción.
Ambos son finísimos de funcionamiento y silenciosos desde la crítica puesta en marcha en frío tras una helada noche, una cuestión que a mi me supone un valor añadido de los motores de gasolina; también por la rápida disponibilidad de calefacción para caldear el habitáculo en cortos desplazamientos. Iniciar la marcha y moverse a bajo régimen supone acercarse al poderío de los turbodiesel, pero ha sido el 1.6 Ecoboost del C-Max el que verdaderamente me ha entusiasmado: es más temperamental, que no violento, que el 1.6 Turbo del Clase B, que, quizás por su marcada suavidad de giro, percibes falta de par, pero no de respuesta (de hecho hemos medido su pico a ¡1.560 rpm!), porque se pone en movimiento también con mucha viveza.
A partir de cuarta velocidad, la configuración de las cajas de cambio de cada modelo también marcan diferencias en las respuestas de cada motor. Como dicta la tendencia, el novísimo Clase B va mucho más largo y en terrenos virados te pide ser más preciso con la velocidad insertada que el C-Max, que te permite una viva conducción "monomarcha". Mira cómo en las maniobras de adelantamiento es capaz de sacarle 2 segundos al Mercedes, un mundo en una situación de emergencia.
El motor del B200 trabaja más relajado y viendo cómo acelera cuando precisamos toda la prestación (también es cierto que hemos medido 172 CV, sobre los 156 oficiales) y sus ajustadísimos consumos de combustible (un litro menos en nuestro combinado, con unos excelentes 5,9 en carretera), la fórmula BlueEfficiency del Mercedes resulta interesantísima para darse el capricho de tener un motor de gasolina. Dos últimos apuntes sobre los motores. El primero, por si vienes de un atmosférico, es que la respuesta de ambos se asemeja a la de los turbodiésel, muy solventes a bajo y medio régimen, pero con sensación de escalada plana a partir de 4.500 rpm (cortan a 6.500). El segundo apunte, destacar el exquisito funcionamiento del Stop-Start del Mercedes, por la rapidez y, de nuevo, la suavidad y el silencio con que se pone en marcha el motor en las continuas secuencias urbanas con tráfico denso.
Tal y como está concebido de serie el C-Max, resulta formidable por cómo pisa, cómo atiende tus órdenes y cómo compatibiliza eficacia dinámica con confort de rodadura. También tiene vistosas llantas de
El B200 que hemos probado es una unidad muy particular, porque el firme tacto deportivo de su bastidor con chasis deportivo opcional y llantas de
Pero no te estoy hablando de un coche rudo. La pisada del B, su conducción y rodadura, junto con su presentación interior adornada de opciones, nos hablan de un coche premium... a golpe de talonario. El éxito del C-Max es que quizá no exclusividad, pero calidad, cantidad y agrado transmite a raudales a muy buen precio.