Las apariencias engañan, al menos en el Dodge Journey cuya clasificación dentro de un segmento específico resulta complicada. A primera vista podría pasar por SUV, sobre todo si lo observamos desde atrás, pero si nos fijamos en la zona delantera aparecen también trazos de monovolumen. Por si esta confusión no fuera suficiente, el interior no delata sus posibilidades de modularidad en un primer momento, ya que los asientos de la tercera fila se encuentran escondidos bajo el piso del maletero, mientras que la segunda fila es aparentemente la de un coche convencional.
En cuanto a la altura libre al suelo, sus 19 cm le proporcionan, además de un puesto de conducción bastante elevado, ciertas licencias a la hora de recorrer algún camino de tierra (un Ssangyong Rodius AWD tiene 18,2 cm y un Nissan Qashqai, 21 cm). Sin embargo, hay un dato fundamental para salir de dudas sobre las aspiraciones del Journey: en España se venderá únicamente con tracción delantera. Aclarado esto, su razón de ser queda relegada al diseño y a las ansias de diferenciarse del resto, uno de los motivos de compra de muchos de los SUV que se venden en nuestro mercado, que pocas veces saldrán fuera del asfalto.
Como buen americano, el confort dedicado a los pasajeros es una de las prioridades del Dodge Journey. El acabado R/T de nuestra unidad es el más equipado y lleva casi todo de serie, incluso la tapicería de cuero bitono de los asientos. La lista de elementos también incluye un equipo de sonido de gran calidad, con toma auxiliar, cargador frontal de 6 CD y compatible con archivos MP3, manos libres Bluetooth con órdenes vocales, guantera refrigerada y un eficaz climatizador de tres zonas con salidas de aire para todas las filas. Falta encendido automático de faros y de limpiaparabrisas, que no se ofrecen ni siquiera como opción.
Asimismo, hay extras interesantes para adaptar el coche a nuestro gusto, ya que puede incorporar un disco duro de 30 GB, pantallas traseras con auriculares inalámbricos o una cámara de marcha atrás, algo que puede resultar muy útil dadas las dimensiones del coche y la ausencia de sensores de aparcamiento. De hecho, la visibilidad del entorno inmediato es algo limitada; el morro, por ejemplo, no se ve donde acaba y la visión lateral trasera queda condicionada por la significativa altura del coche y por los reposacabezas de la fila central, que nos tapan la tercera ventanilla. Por este motivo, a pesar de ser entre 3 y 5 cm más estrecho que un Ford Galaxy y un Renault Grand Espace, a la hora de callejear o maniobrar entre las columnas de un garaje se siente más voluminoso que éstos.
La buena presencia exterior se repite en menor medida dentro del habitáculo del Dodge Journey, ya que hay algunos acabados que no pasan de ser simplemente correctos y ciertos plásticos que dan la impresión de ser poco duraderos. Esto ocurre de manera más evidente con la palanca de los intermitentes, cuyo tacto llega a ser desagradable, o con el cambio, que no termina de transmitir una sensación de refinamiento a la altura de lo que cabría esperar. El salpicadero está compuesto por superficies blandas y duras, y la consola central aglutina una gran cantidad de botones, sobre todo del climatizador y de la radio, que puede desbordarnos en un primer momento por su manejo poco intuitivo. No faltan huecos para depositar objetos repartidos por todo el coche: tres guanteras delanteras —de tamaño algo contenido y una de ellas con salida de aire frío—, cajones bajo el suelo, cofre bajo el apoyabrazos, bolsas en las puertas, un compartimento en la banqueta del acompañante, etc. La iluminación del interior delDodge Journey es mediante diodos colocados en el techo, que emiten una luz muy blanca con la cual se gana un llamativo toque de modernidad. Sobre el puesto de conducción no hay queja. Gracias a los múltiples y amplios reglajes de asiento y volante se consigue una postura idónea, si bien el contorno del respaldo podría proporcionar algo más de sujeción lateral.
— Un clásico motor 2.0 turbodiésel
Las apariencias engañan, al menos en el Dodge Journey cuya clasificación dentro de un segmento específico resulta complicada. A primera vista podría pasar por SUV, sobre todo si lo observamos desde atrás, pero si nos fijamos en la zona delantera aparecen también trazos de monovolumen. Por si esta confusión no fuera suficiente, el interior no delata sus posibilidades de modularidad en un primer momento, ya que los asientos de la tercera fila se encuentran escondidos bajo el piso del maletero, mientras que la segunda fila es aparentemente la de un coche convencional.
En cuanto a la altura libre al suelo, sus 19 cm le proporcionan, además de un puesto de conducción bastante elevado, ciertas licencias a la hora de recorrer algún camino de tierra (un Ssangyong Rodius AWD tiene 18,2 cm y un Nissan Qashqai, 21 cm). Sin embargo, hay un dato fundamental para salir de dudas sobre las aspiraciones del Journey: en España se venderá únicamente con tracción delantera. Aclarado esto, su razón de ser queda relegada al diseño y a las ansias de diferenciarse del resto, uno de los motivos de compra de muchos de los SUV que se venden en nuestro mercado, que pocas veces saldrán fuera del asfalto.
Como buen americano, el confort dedicado a los pasajeros es una de las prioridades del Dodge Journey. El acabado R/T de nuestra unidad es el más equipado y lleva casi todo de serie, incluso la tapicería de cuero bitono de los asientos. La lista de elementos también incluye un equipo de sonido de gran calidad, con toma auxiliar, cargador frontal de 6 CD y compatible con archivos MP3, manos libres Bluetooth con órdenes vocales, guantera refrigerada y un eficaz climatizador de tres zonas con salidas de aire para todas las filas. Falta encendido automático de faros y de limpiaparabrisas, que no se ofrecen ni siquiera como opción.
Asimismo, hay extras interesantes para adaptar el coche a nuestro gusto, ya que puede incorporar un disco duro de 30 GB, pantallas traseras con auriculares inalámbricos o una cámara de marcha atrás, algo que puede resultar muy útil dadas las dimensiones del coche y la ausencia de sensores de aparcamiento. De hecho, la visibilidad del entorno inmediato es algo limitada; el morro, por ejemplo, no se ve donde acaba y la visión lateral trasera queda condicionada por la significativa altura del coche y por los reposacabezas de la fila central, que nos tapan la tercera ventanilla. Por este motivo, a pesar de ser entre 3 y 5 cm más estrecho que un Ford Galaxy y un Renault Grand Espace, a la hora de callejear o maniobrar entre las columnas de un garaje se siente más voluminoso que éstos.
La buena presencia exterior se repite en menor medida dentro del habitáculo del Dodge Journey, ya que hay algunos acabados que no pasan de ser simplemente correctos y ciertos plásticos que dan la impresión de ser poco duraderos. Esto ocurre de manera más evidente con la palanca de los intermitentes, cuyo tacto llega a ser desagradable, o con el cambio, que no termina de transmitir una sensación de refinamiento a la altura de lo que cabría esperar. El salpicadero está compuesto por superficies blandas y duras, y la consola central aglutina una gran cantidad de botones, sobre todo del climatizador y de la radio, que puede desbordarnos en un primer momento por su manejo poco intuitivo. No faltan huecos para depositar objetos repartidos por todo el coche: tres guanteras delanteras —de tamaño algo contenido y una de ellas con salida de aire frío—, cajones bajo el suelo, cofre bajo el apoyabrazos, bolsas en las puertas, un compartimento en la banqueta del acompañante, etc. La iluminación del interior delDodge Journey es mediante diodos colocados en el techo, que emiten una luz muy blanca con la cual se gana un llamativo toque de modernidad. Sobre el puesto de conducción no hay queja. Gracias a los múltiples y amplios reglajes de asiento y volante se consigue una postura idónea, si bien el contorno del respaldo podría proporcionar algo más de sujeción lateral.
— Un clásico motor 2.0 turbodiésel