Yo, he de reconocerlo, no soy muy amante de los cabrios, pero ante este modelo decidí hacer tábula rasa y “enfrentarme" a él sin ningún tipo de prejuicio. Y la verdad es que el comienzo fue muy favorable. Su diseño exterior es muy llamativo: desde el frontal con forma de boca de tiburón a su gran tamaño, muy cerca de los cinco metros, todo entra perfectamente por los ojos. Abres la puerta, te adentras en él y las buenas vibraciones continúan. El interior está muy cuidado y el más mínimo detalle parece haber sido tenido en cuenta. El volante, forrado en cuero, es regulable en altura y resulta bastante cómodo a la hora de conducirlo; el salpicadero, con inserciones en madera, muestra gran calidad en cuanto a los materiales utilizados. Ordenador de viaje y control de crucero, este último manejable desde el volante, son otros dos dispositivos útiles y de serie en el modelo norteamericano. Los relojes tienen la esfera de color blanco, algo que, en vez de darle un regusto deportivo, le confiere una mayor elegancia y ese cierto toque retro que Chrysler intenta dar a su estilo. Los típicos apoyavasos americanos no podían faltar dentro del Sebring Cabrio. La guantera es, sin embargo, algo escasa en mi opinión. El habitáculo, tanto del conductor como del acompañante, es espacioso, de acuerdo con el espacio que ocupa sobre el asfalto. Los asientos delanteros, en cuero blanco y regulables eléctricamente, sujetan bien para el estilo de conducción al que invita un cabrio y son cómodos. En las plazas traseras, aunque a primera vista no lo parezca, caben dos adultos con bastante holgura. Los responsables de Chrysler han incidido desde el principio en que el cabrio no es un derivado del sedán, pero hay que ser ciego para no darse cuenta de la evidente herencia. De acuerdo, el convertible es 8 centímetros más largo y 2,8 cm más alto, pero en el resto las similitudes son extremas. Yo, he de reconocerlo, no soy muy amante de los cabrios, pero ante este modelo decidí hacer tábula rasa y “enfrentarme" a él sin ningún tipo de prejuicio. Y la verdad es que el comienzo fue muy favorable. Su diseño exterior es muy llamativo: desde el frontal con forma de boca de tiburón a su gran tamaño, muy cerca de los cinco metros, todo entra perfectamente por los ojos. Abres la puerta, te adentras en él y las buenas vibraciones continúan. El interior está muy cuidado y el más mínimo detalle parece haber sido tenido en cuenta. El volante, forrado en cuero, es regulable en altura y resulta bastante cómodo a la hora de conducirlo; el salpicadero, con inserciones en madera, muestra gran calidad en cuanto a los materiales utilizados. Ordenador de viaje y control de crucero, este último manejable desde el volante, son otros dos dispositivos útiles y de serie en el modelo norteamericano. Los relojes tienen la esfera de color blanco, algo que, en vez de darle un regusto deportivo, le confiere una mayor elegancia y ese cierto toque retro que Chrysler intenta dar a su estilo. Los típicos apoyavasos americanos no podían faltar dentro del Sebring Cabrio. La guantera es, sin embargo, algo escasa en mi opinión. El habitáculo, tanto del conductor como del acompañante, es espacioso, de acuerdo con el espacio que ocupa sobre el asfalto. Los asientos delanteros, en cuero blanco y regulables eléctricamente, sujetan bien para el estilo de conducción al que invita un cabrio y son cómodos. En las plazas traseras, aunque a primera vista no lo parezca, caben dos adultos con bastante holgura. Los responsables de Chrysler han incidido desde el principio en que el cabrio no es un derivado del sedán, pero hay que ser ciego para no darse cuenta de la evidente herencia. De acuerdo, el convertible es 8 centímetros más largo y 2,8 cm más alto, pero en el resto las similitudes son extremas. Yo, he de reconocerlo, no soy muy amante de los cabrios, pero ante este modelo decidí hacer tábula rasa y “enfrentarme" a él sin ningún tipo de prejuicio. Y la verdad es que el comienzo fue muy favorable. Su diseño exterior es muy llamativo: desde el frontal con forma de boca de tiburón a su gran tamaño, muy cerca de los cinco metros, todo entra perfectamente por los ojos. Abres la puerta, te adentras en él y las buenas vibraciones continúan. El interior está muy cuidado y el más mínimo detalle parece haber sido tenido en cuenta. El volante, forrado en cuero, es regulable en altura y resulta bastante cómodo a la hora de conducirlo; el salpicadero, con inserciones en madera, muestra gran calidad en cuanto a los materiales utilizados. Ordenador de viaje y control de crucero, este último manejable desde el volante, son otros dos dispositivos útiles y de serie en el modelo norteamericano. Los relojes tienen la esfera de color blanco, algo que, en vez de darle un regusto deportivo, le confiere una mayor elegancia y ese cierto toque retro que Chrysler intenta dar a su estilo. Los típicos apoyavasos americanos no podían faltar dentro del Sebring Cabrio. La guantera es, sin embargo, algo escasa en mi opinión. El habitáculo, tanto del conductor como del acompañante, es espacioso, de acuerdo con el espacio que ocupa sobre el asfalto. Los asientos delanteros, en cuero blanco y regulables eléctricamente, sujetan bien para el estilo de conducción al que invita un cabrio y son cómodos. En las plazas traseras, aunque a primera vista no lo parezca, caben dos adultos con bastante holgura. Los responsables de Chrysler han incidido desde el principio en que el cabrio no es un derivado del sedán, pero hay que ser ciego para no darse cuenta de la evidente herencia. De acuerdo, el convertible es 8 centímetros más largo y 2,8 cm más alto, pero en el resto las similitudes son extremas.
Contacto: Chrysler Sebring Cabrio 2.7 y 2.0
Chrysler, su origen americano lo justifica, siempre ha apostado por los coches descapotables y ésa es la única disculpa que parece tener el Sebring Cabrio en un mercado como el español, que no es nada proclive a este tipo de vehículos y en el que los dirigentes de la marca estadounidense pretenden vender cerca de 150 unidades al año.
