Comparativa: Ford Mondeo ST 220 Wagon / Lexus IS SportCross / Subaru Impreza 2.0T WRX AWD SW

Tracción delantera, trasera o total. Eso para empezar. Pero no acaba ahí, cada uno de estos tres familiares tiene su propia personalidad, de tal forma que convierte a su rival en complementario ¿Una elección? Difícil. ¿Una solución? Los tres.

Ford Mondeo ST 220 / Lexus IS SportCross / Subaru Impreza 2.0T WRX
Ford Mondeo ST 220 / Lexus IS SportCross / Subaru Impreza 2.0T WRX

Si las mecánicas se muestran satisfactorias, otro calificativo similar se merece la manera en que transmiten la potencia al asfalto. La tracción delantera del Mondeo no le quita ni un ápice de deportividad. Al contrario, si de verdad destaca en algo este familiar es en la precisión de conducción. La suma de suspensiones deportivas y neumáticos anchos de perfil bajo al excelente bastidor del Mondeo da como resultado un coche casi de circuito. Permite ritmos de escándalo con absoluta eficacia. Basta apuntar con el volante la trazada que se quiere y el coche obedece al milímetro. Ni siquiera se escucha una mínima protesta de los neumáticos. En el Lexus lo primordial parece la comodidad y una vez asegurada ésta se proporciona al coche los elementos necesarios para asegurar una estabilidad y comportamiento que dome la caballería del motor que llega al eje trasero. Las suspensiones consiguen esa comodidad y los neumáticos se encargan de que apenas se mueva en apoyo. Cuenta con control de estabilidad, pero no se puede desconectar. Permite eliminar el de tracción, con lo que se consigue cierto deslizamiento a la salida de las curvas cuando pisamos el acelerador a fondo, pero de ahí no pasa. Primero, porque parte del exceso lo absorbe el convertidor y, segundo, porque los neumáticos traseros -más anchos que los delanteros en la versión Sportcross- se encargan de transmitir la potencia con eficacia. Por pedir, podría existir una segunda posición para desconectar también el control de estabilidad, como hace BMW, y que el conductor elija.

Y si el Mondeo recuerda a un coche de circuitos, el Impreza hace lo propio en un tramo de rallyes. Las suspensiones tienen un recorrido largo y relativamente suave con lo que absorben las ondulaciones y facilitan la conducción, mientras que la tracción total y los magníficos neumáticos Bridgestone se encargan del resto. Permite algo de libertad al levantar el pie del acelerador en apoyo y conseguir cierto deslizamiento de atrás, pero basta volver a acelerar para que salga como un disparo a buscar la siguiente curva. No hay controles de ningún tipo ni son estrictamente necesarios, porque cuanto peor se ponen las cosas, más brillan las estrellas de Subaru. En una carretera de firme ondulado, con charcos y llovizna gallega, el Impreza se encuentra como pez en el agua.

Por dentro, cada uno recibe al conductor según su personalidad. Absolutamente impecable el Lexus por materiales, ajuste, tacto, equipamiento y comodidad. La apariencia es exquisita. El Mondeo sigue en su línea de ofrecerlo todo. Menos lujo, mucho equipamiento y unos asientos Recaro impecables. El resto recuerda a cualquier Mondeo, salvo por el fondo de los relojes en plata. El Subaru es el más espartano, más discreto en apariencia pero también más "racing". Asientos casi de competición, volante Momo, pero con menos reglajes, y un equipamiento bueno, pero sin filigranas. Evidentemente todos corren y todos consumen bastante, pero el Impreza se despacha a gusto, dejando la autonomía bastante escasa cuando se rueda rápido. Buena excusa para dejar a la familia que estire las piernas. Si las mecánicas se muestran satisfactorias, otro calificativo similar se merece la manera en que transmiten la potencia al asfalto. La tracción delantera del Mondeo no le quita ni un ápice de deportividad. Al contrario, si de verdad destaca en algo este familiar es en la precisión de conducción. La suma de suspensiones deportivas y neumáticos anchos de perfil bajo al excelente bastidor del Mondeo da como resultado un coche casi de circuito. Permite ritmos de escándalo con absoluta eficacia. Basta apuntar con el volante la trazada que se quiere y el coche obedece al milímetro. Ni siquiera se escucha una mínima protesta de los neumáticos. En el Lexus lo primordial parece la comodidad y una vez asegurada ésta se proporciona al coche los elementos necesarios para asegurar una estabilidad y comportamiento que dome la caballería del motor que llega al eje trasero. Las suspensiones consiguen esa comodidad y los neumáticos se encargan de que apenas se mueva en apoyo. Cuenta con control de estabilidad, pero no se puede desconectar. Permite eliminar el de tracción, con lo que se consigue cierto deslizamiento a la salida de las curvas cuando pisamos el acelerador a fondo, pero de ahí no pasa. Primero, porque parte del exceso lo absorbe el convertidor y, segundo, porque los neumáticos traseros -más anchos que los delanteros en la versión Sportcross- se encargan de transmitir la potencia con eficacia. Por pedir, podría existir una segunda posición para desconectar también el control de estabilidad, como hace BMW, y que el conductor elija.

Y si el Mondeo recuerda a un coche de circuitos, el Impreza hace lo propio en un tramo de rallyes. Las suspensiones tienen un recorrido largo y relativamente suave con lo que absorben las ondulaciones y facilitan la conducción, mientras que la tracción total y los magníficos neumáticos Bridgestone se encargan del resto. Permite algo de libertad al levantar el pie del acelerador en apoyo y conseguir cierto deslizamiento de atrás, pero basta volver a acelerar para que salga como un disparo a buscar la siguiente curva. No hay controles de ningún tipo ni son estrictamente necesarios, porque cuanto peor se ponen las cosas, más brillan las estrellas de Subaru. En una carretera de firme ondulado, con charcos y llovizna gallega, el Impreza se encuentra como pez en el agua.

Por dentro, cada uno recibe al conductor según su personalidad. Absolutamente impecable el Lexus por materiales, ajuste, tacto, equipamiento y comodidad. La apariencia es exquisita. El Mondeo sigue en su línea de ofrecerlo todo. Menos lujo, mucho equipamiento y unos asientos Recaro impecables. El resto recuerda a cualquier Mondeo, salvo por el fondo de los relojes en plata. El Subaru es el más espartano, más discreto en apariencia pero también más "racing". Asientos casi de competición, volante Momo, pero con menos reglajes, y un equipamiento bueno, pero sin filigranas. Evidentemente todos corren y todos consumen bastante, pero el Impreza se despacha a gusto, dejando la autonomía bastante escasa cuando se rueda rápido. Buena excusa para dejar a la familia que estire las piernas. Si las mecánicas se muestran satisfactorias, otro calificativo similar se merece la manera en que transmiten la potencia al asfalto. La tracción delantera del Mondeo no le quita ni un ápice de deportividad. Al contrario, si de verdad destaca en algo este familiar es en la precisión de conducción. La suma de suspensiones deportivas y neumáticos anchos de perfil bajo al excelente bastidor del Mondeo da como resultado un coche casi de circuito. Permite ritmos de escándalo con absoluta eficacia. Basta apuntar con el volante la trazada que se quiere y el coche obedece al milímetro. Ni siquiera se escucha una mínima protesta de los neumáticos. En el Lexus lo primordial parece la comodidad y una vez asegurada ésta se proporciona al coche los elementos necesarios para asegurar una estabilidad y comportamiento que dome la caballería del motor que llega al eje trasero. Las suspensiones consiguen esa comodidad y los neumáticos se encargan de que apenas se mueva en apoyo. Cuenta con control de estabilidad, pero no se puede desconectar. Permite eliminar el de tracción, con lo que se consigue cierto deslizamiento a la salida de las curvas cuando pisamos el acelerador a fondo, pero de ahí no pasa. Primero, porque parte del exceso lo absorbe el convertidor y, segundo, porque los neumáticos traseros -más anchos que los delanteros en la versión Sportcross- se encargan de transmitir la potencia con eficacia. Por pedir, podría existir una segunda posición para desconectar también el control de estabilidad, como hace BMW, y que el conductor elija.

Y si el Mondeo recuerda a un coche de circuitos, el Impreza hace lo propio en un tramo de rallyes. Las suspensiones tienen un recorrido largo y relativamente suave con lo que absorben las ondulaciones y facilitan la conducción, mientras que la tracción total y los magníficos neumáticos Bridgestone se encargan del resto. Permite algo de libertad al levantar el pie del acelerador en apoyo y conseguir cierto deslizamiento de atrás, pero basta volver a acelerar para que salga como un disparo a buscar la siguiente curva. No hay controles de ningún tipo ni son estrictamente necesarios, porque cuanto peor se ponen las cosas, más brillan las estrellas de Subaru. En una carretera de firme ondulado, con charcos y llovizna gallega, el Impreza se encuentra como pez en el agua.

Por dentro, cada uno recibe al conductor según su personalidad. Absolutamente impecable el Lexus por materiales, ajuste, tacto, equipamiento y comodidad. La apariencia es exquisita. El Mondeo sigue en su línea de ofrecerlo todo. Menos lujo, mucho equipamiento y unos asientos Recaro impecables. El resto recuerda a cualquier Mondeo, salvo por el fondo de los relojes en plata. El Subaru es el más espartano, más discreto en apariencia pero también más "racing". Asientos casi de competición, volante Momo, pero con menos reglajes, y un equipamiento bueno, pero sin filigranas. Evidentemente todos corren y todos consumen bastante, pero el Impreza se despacha a gusto, dejando la autonomía bastante escasa cuando se rueda rápido. Buena excusa para dejar a la familia que estire las piernas.