Chrysler Crossfire 3.2i V6 Coupé

Construido a medias entre Chrysler y Mercedes, el exuberante Crossfire es uno de los últimos exponentes de la vieja y admirada automoción norteamericana. Un coche cargado de emoción, de pasión y de un magnetismo único. Sin embargo, también es símbolo de los nuevos tiempos de fusiones, sinergias industriales y frío márketing. Eso sí, sigue siendo un coche bello, divertido y lleno de atractivos.

Chrysler Crossfire 3.2i V6 Coupé
Chrysler Crossfire 3.2i V6 Coupé

El Crossfire, un poderoso coupé biplaza, tiene la estampa de aquellos deportivos norteamericanos del primer tercio del siglo pasado, coches de rutilante belleza pensados para destrozar todo tipo de récords de velocidad. Tiene también algo de los “muscle-cars" que tanto entusiasmaron en aquel país durante muchos años y, sobre todo, tiene una innegable herencia del cómic y de la cultura pop. Se diría que ha nacido casi con vocación de icono.

Pero, aunque nadie le niega la posibilidad de llegar a ser un mito, le ha tocado nacer muy lejos de los años gloriosos de la industria estadounidense. La presión de los deportivos europeos y asiáticos hace muy difícil que surja otro Mustang o que el Crossfire cuaje como un nuevo Corvette. Por eso, en DaimlerChrysler han tratado de reducir riesgos y han recurrido a las nuevas técnicas industriales del siglo XXI: las sinergias, las piezas compartidas, la ingeniería heredada, el márketing como pilar principal de las ventas… En palabras más llanas: en Chrysler han recurrido a la tecnología europea de Mercedes para construir su Crossfire, una decisión que tiene algo de renuncia a la herencia propia y, sobre todo, mucho de síntoma: la industria americana ya no es lo que era. Este cambio de dimensiones históricas se nota en el coche. A pesar de su aspecto de coche de superhéroe y de su precio elevado, a pesar de su buen motor y de su impecable chasis, el Crossfire adolece de algunos problemas que son achacables principalmente a sus genes americanos. Los alemanes, en cambio, responden exactamente a la alta calidad exigida a un coche de Mercedes. No en vano el Crossfire lleva el bastidor y el propulsor del Mercedes SLK, dos elementos que son lo mejor del modelo. Veamos cómo se ha repartido esta carga genética.A pesar de su racional política industrial, el Crossfire tuvo un nacimiento más bien azaroso. El coche se presentó como “concept car" en el Salón de Detroit del año 2001 y, ante la buena aceptación del público, en Chrysler decidieron montarlo sin esperar a ningún estudio de mercado ni a ninguna otra prospección. Fue un “pálpito", dijeron entonces los responsables de la marca.

Después, el “concept" pasó otra vez a las mesas de diseño del equipo de Ingeniería Avanzada de Vehículos de Chrysler, donde se le dieron los últimos retoques antes de enviar el proyecto a Alemania, país en que Mercedes lo ensambla en colaboración con el carrocero Karmann. Allí, en tierras germanas, se monta el coche aprovechando la base del Mercedes SLK, modelo que es idéntico al Crossfire en un 70 por ciento de sus componentes. La imagen del Crossfire está definida por un rasgo fundamental: la generosa musculatura que luce el coche. Llama la atención su morro largo y afilado, acentuado por unas tremendas branquias laterales y por las grandes entradas de aire del frontal. Pero lo que más destaca es la zaga, moldeada con líneas curvas amplias y tensas, llenas de protuberancias, de músculos, de poderío físico. Viendo los fornidos hombros de este Chrysler, uno no puede por menos que pensar en el coche de Batman o en la montura de algún otro héroe de la ficción. Unas impresionantes llantas de 18 pulgadas delante y 19 pulgadas detrás, amén de la doble salida de escape cromada, ponen un subrayado que linda con el tuning más elegante.El aspecto interior, a primera vista, se inscribe también en esa línea impactante que hace volver cabezas por la calle. Brillan los cromados y refulge el cuero en los asientos y en los tapizados… Bella presentación y diseño moderno… pero todo se queda ahí. Cuando bajamos la mano y nos sentamos con calma a escudriñar los detalles, van apareciendo los problemas.Para empezar, el acabado deja mucho que desear: ajustes poco finos, remates muy mejorables… Y los materiales tampoco son una maravilla: los plásticos de la consola central y del túnel de transmisión resultan muy pobres, anticuados incluso. El tacto de los mandos es más bien simple, sin nada que destacar como no sea la mala ubicación de la palanca del control de crucero, que se confunde con la de las luces. Por cierto, en este última se han integrado también los controles del limpiaparabrisas, con lo que se libera espacio a la derecha, pero se satura mucho esa palanca.A cambio, los asientos sujetan muy bien y no falta espacio para los dos únicos ocupantes que admite el coche. La unidad que probamos llevaba reglajes eléctricos para las butacas, algo que facilita siempre la búsqueda de la postura óptima al volante. Una pena que éste último no permitiera la regulación en altura, porque ese detalle aumentaría mucho el nivel de confort. Un nivel, que, por otra parte, es muy bueno. Los asientos, amén de sujetar, son bastante cómodos y no maltratan tanto como los de otros deportivos. Además, las guanteras admiten bastante carga, hay posavasos y varios huecos que humanizan mucho el habitáculo.

Lo mejor, sin duda, es el maletero, que, con sus 325 litros, se sitúa muy por encima de otros coches deportivos, como el Porsche Boxster y el Mazda RX 8 y permite un uso normal, admitiendo maletas medianas sin problemas. Dentro del listado de apartados mejorables del coche está, sin duda, el del equipamiento. No nos parece admisible que un modelo tan resultón, orientado a la parte alta del segmento y con un precio de 37.500 euros no tenga, por ejemplo, climatizador automático. Y peor todavía son los prehistóricos relojes digitales del tablero de instrumentos. Y qué decir de la ausencia de ordenador de a bordo…Por lo demás, la dotación de confort tampoco resulta especialmente amplia: al aire acondicionado se unen la radio con CD y seis altavoces, el volante de cuero, los asientos eléctricos y poco más que destacar.
En cambio, el apartado mecánico sí va bien surtido. El Crossfire lleva airbags delanteros y laterales, ABS, control de tracción y de estabilidad, control de velocidad de crucero, llantas de aleación de 19 y 18 pulgadas, alerón trasero desplegable…

Para las opciones sólo quedan la pintura metalizada y el navegador por satélite. La rueda de repuesto no se ofrece ni como opción, un detalle muy difícil de defender. El Crossfire, un poderoso coupé biplaza, tiene la estampa de aquellos deportivos norteamericanos del primer tercio del siglo pasado, coches de rutilante belleza pensados para destrozar todo tipo de récords de velocidad. Tiene también algo de los “muscle-cars" que tanto entusiasmaron en aquel país durante muchos años y, sobre todo, tiene una innegable herencia del cómic y de la cultura pop. Se diría que ha nacido casi con vocación de icono.

Pero, aunque nadie le niega la posibilidad de llegar a ser un mito, le ha tocado nacer muy lejos de los años gloriosos de la industria estadounidense. La presión de los deportivos europeos y asiáticos hace muy difícil que surja otro Mustang o que el Crossfire cuaje como un nuevo Corvette. Por eso, en DaimlerChrysler han tratado de reducir riesgos y han recurrido a las nuevas técnicas industriales del siglo XXI: las sinergias, las piezas compartidas, la ingeniería heredada, el márketing como pilar principal de las ventas… En palabras más llanas: en Chrysler han recurrido a la tecnología europea de Mercedes para construir su Crossfire, una decisión que tiene algo de renuncia a la herencia propia y, sobre todo, mucho de síntoma: la industria americana ya no es lo que era. Este cambio de dimensiones históricas se nota en el coche. A pesar de su aspecto de coche de superhéroe y de su precio elevado, a pesar de su buen motor y de su impecable chasis, el Crossfire adolece de algunos problemas que son achacables principalmente a sus genes americanos. Los alemanes, en cambio, responden exactamente a la alta calidad exigida a un coche de Mercedes. No en vano el Crossfire lleva el bastidor y el propulsor del Mercedes SLK, dos elementos que son lo mejor del modelo. Veamos cómo se ha repartido esta carga genética.A pesar de su racional política industrial, el Crossfire tuvo un nacimiento más bien azaroso. El coche se presentó como “concept car" en el Salón de Detroit del año 2001 y, ante la buena aceptación del público, en Chrysler decidieron montarlo sin esperar a ningún estudio de mercado ni a ninguna otra prospección. Fue un “pálpito", dijeron entonces los responsables de la marca.

Después, el “concept" pasó otra vez a las mesas de diseño del equipo de Ingeniería Avanzada de Vehículos de Chrysler, donde se le dieron los últimos retoques antes de enviar el proyecto a Alemania, país en que Mercedes lo ensambla en colaboración con el carrocero Karmann. Allí, en tierras germanas, se monta el coche aprovechando la base del Mercedes SLK, modelo que es idéntico al Crossfire en un 70 por ciento de sus componentes. La imagen del Crossfire está definida por un rasgo fundamental: la generosa musculatura que luce el coche. Llama la atención su morro largo y afilado, acentuado por unas tremendas branquias laterales y por las grandes entradas de aire del frontal. Pero lo que más destaca es la zaga, moldeada con líneas curvas amplias y tensas, llenas de protuberancias, de músculos, de poderío físico. Viendo los fornidos hombros de este Chrysler, uno no puede por menos que pensar en el coche de Batman o en la montura de algún otro héroe de la ficción. Unas impresionantes llantas de 18 pulgadas delante y 19 pulgadas detrás, amén de la doble salida de escape cromada, ponen un subrayado que linda con el tuning más elegante.El aspecto interior, a primera vista, se inscribe también en esa línea impactante que hace volver cabezas por la calle. Brillan los cromados y refulge el cuero en los asientos y en los tapizados… Bella presentación y diseño moderno… pero todo se queda ahí. Cuando bajamos la mano y nos sentamos con calma a escudriñar los detalles, van apareciendo los problemas.Para empezar, el acabado deja mucho que desear: ajustes poco finos, remates muy mejorables… Y los materiales tampoco son una maravilla: los plásticos de la consola central y del túnel de transmisión resultan muy pobres, anticuados incluso. El tacto de los mandos es más bien simple, sin nada que destacar como no sea la mala ubicación de la palanca del control de crucero, que se confunde con la de las luces. Por cierto, en este última se han integrado también los controles del limpiaparabrisas, con lo que se libera espacio a la derecha, pero se satura mucho esa palanca.A cambio, los asientos sujetan muy bien y no falta espacio para los dos únicos ocupantes que admite el coche. La unidad que probamos llevaba reglajes eléctricos para las butacas, algo que facilita siempre la búsqueda de la postura óptima al volante. Una pena que éste último no permitiera la regulación en altura, porque ese detalle aumentaría mucho el nivel de confort. Un nivel, que, por otra parte, es muy bueno. Los asientos, amén de sujetar, son bastante cómodos y no maltratan tanto como los de otros deportivos. Además, las guanteras admiten bastante carga, hay posavasos y varios huecos que humanizan mucho el habitáculo.

Lo mejor, sin duda, es el maletero, que, con sus 325 litros, se sitúa muy por encima de otros coches deportivos, como el Porsche Boxster y el Mazda RX 8 y permite un uso normal, admitiendo maletas medianas sin problemas. Dentro del listado de apartados mejorables del coche está, sin duda, el del equipamiento. No nos parece admisible que un modelo tan resultón, orientado a la parte alta del segmento y con un precio de 37.500 euros no tenga, por ejemplo, climatizador automático. Y peor todavía son los prehistóricos relojes digitales del tablero de instrumentos. Y qué decir de la ausencia de ordenador de a bordo…Por lo demás, la dotación de confort tampoco resulta especialmente amplia: al aire acondicionado se unen la radio con CD y seis altavoces, el volante de cuero, los asientos eléctricos y poco más que destacar.
En cambio, el apartado mecánico sí va bien surtido. El Crossfire lleva airbags delanteros y laterales, ABS, control de tracción y de estabilidad, control de velocidad de crucero, llantas de aleación de 19 y 18 pulgadas, alerón trasero desplegable…

Para las opciones sólo quedan la pintura metalizada y el navegador por satélite. La rueda de repuesto no se ofrece ni como opción, un detalle muy difícil de defender.