El nuevo Land Rover Discovery Sport viene dispuesto a todo, incluso a enfrentarse con lo más granado de la categoría. Tiene de su parte un diseño de lo más personal, en la línea del aclamado Range Rover Evoque, y a esto hay que sumar cualidades convincentes en todos sus apartados. No escatima en nada, pero ¿realmente lo consigue?
La primera impresión puede desentonar, ya que no dispone del salpicadero tapizado en piel del mencionado Evoque, ni el ambiente lujoso es tan evidente, pero esto no quita para que su calidad de realización esté cuidada al máximo. Es un coche moderno y se aprecia en cada detalle, desde un sistema de navegación, información y entretenimiento por fin a la altura de lo esperado, hasta una disposición de los mandos muy intuitiva. Incluso en esta configuración de 7 plazas todos los pasajeros se sentirán bien tratados, con puertos USB repartidos por todo el habitáculo, asientos de la fila central deslizantes, reclinables y algo elevados para mejorar la visibilidad, o unas muy decentes plazas traseras en las que no falta un mando independiente para regular la ventilación. También supone una grata sorpresa el modo de ampliar la capacidad de carga, ya que la fila central se puede abatir de forma automática desde el propio maletero, a golpe de interruptor. El interior, sin duda, es de referencia, y hasta el piso es prácticamente plano al más puro estilo monovolumen.
A pesar de unas terminaciones impecables, sus rivales resultan más convencionales en cuanto a modularidad y maletero, además de estar condicionados por túneles de transmisión más voluminosos. En el Audi Q5, por ejemplo, el paso de los años se deja notar por la ausencia de puertos USB o unos menús relativamente escuetos comparado con otros Audi, aunque no renuncia a los sistemas de seguridad exigibles hoy día, ni a unas completísimas posibilidades de personalización interior. De hecho, cuenta con una variedad inusitada de molduras en su catálogo —multitud de maderas, dos fibras de carbono diferentes, aluminios texturizados...—, y diferentes tapizados, no sólo para los asientos sino también para puertas y techo. En cuanto al lado práctico, a su amplitud se suman elementos como la fila trasera deslizante (opcional) con respaldo reclinable en dos posiciones, asiento del acompañante plegable, o posibilidad de abatir la fila trasera cómodamente desde el maletero, algo que no ofrece el BMW X3. No obstante, su menor altura de techo en la zona de las puertas traseras hace que el acceso al habitáculo sea peor.
El BMW, por su parte, es el que menos litros de maletero ofrece, pero en sus plazas traseras te puedes estirar casi tanto como en el Land Rover. Sin embargo, y aunque te acostumbras rápido, la postura de conducción está condicionada por unos pedales ligeramente desplazados a la izquierda, algo habitual en la firma bávara. Más criticable resulta que la guantera sea la más pequeña del lote, y lo mismo ocurre con el tamaño de los huecos portaobjetos.
Comportamiento
En lo que más difieren es en comportamiento. Mientras que los SUV alemanes han optado por exaltar hasta niveles impensables atributos impropios de este tipo de automóvil, como son el dinamismo, la "deportividad" y el bajo consumo, en Land Rover han sido más conservadores. Pese a la gran evolución experimentada en todos los campos, y particularmente en materia de refinamiento, el Land Rover Discovery Sport ha mantenido un relativo carácter todo terreno, que lógicamente deriva de unas mejores aptitudes fuera del asfalto. Cuenta con largos recorridos de suspensión, mayor altura, peor aerodinámica, un centro de gravedad más elevado que sus rivales y un peso que sobrepasa las dos toneladas. Y, sin embargo, cuando te metes por una carretera de curvas para comprobar cuánto de Sport tiene realmente, se defiende mucho mejor de lo esperado, casi como una berlina. Su carrocería oscila debido a la altura, lo que puede provocar alguna imprecisión si el firme es irregular, pero una vez que afrontas el giro el aplomo es total. Las inercias se mantienen bajo control en todo momento, hay muchísimo agarre en ambos ejes y el poco balanceo de la carrocería te da confianza para alegrar el ritmo. El coche no se despega de la trazada que dibujemos con la precisa dirección y, si es necesario, basta levantar el pie derecho para cerrar el giro, pero siempre con reacciones tranquilizadoras y sin el menor atisbo de deportividad, ni siquiera cuando intentamos forzar la situación deliberadamente a base de gas en curvas cerradas o en pistas de tierra. Tiene mucho que ver en ello la tracción 4x4, que en dichas situaciones prioriza el reparto hacia el tren delantero para evitar complicaciones a su conductor.
Respecto al cambio automático de 9 relaciones, en modo S (sport) resulta muy satisfactorio y se adapta a tu estilo de conducción de manera muy acertada. No tanto usando las levas, no sólo porque hay demasiadas marchas, sino también por la lentitud de alguna reducción, concretamente al pasar de 5ª a 4ª debido al acusado salto entre ambas. En cuanto al modo D, en su búsqueda de eficiencia mantiene el motor muy bajo de vueltas engranando marchas largas y, cada vez que aceleras levemente, tiende a reducir al menos una velocidad. Esto, aunque no es incómodo gracias a su notable suavidad de funcionamiento, retrasa momentáneamente la llegada de potencia.
Pese al buen papel que juega el Land Rover Discovery Sport en asfalto, a su lado, tanto Audi Q5 como BMW X3 se desenvuelven como auténticos GTI. Es más, el BMW X3 puede parecer demasiado deportivo para tratarse de un SUV, con una dirección muy directa en su zona central que, dadas sus inmediatas reacciones, te obliga a ir más concentrado en autopista. Es algo más ligero y se nota, tanto en prestaciones como en sus brillantes consumos, donde también saca partido de la función Eco Pro y su modo de conducción a vela. Y es el único de los tres que, si te gusta una conducción muy dinámica, te llega a poner una sonrisa en la boca, pues, sin perder precisión al límite, la trasera ayuda a redondear los giros, permitiendo más licencias y una mayor fluidez hilando curvas. Bajo aceleración, su reparto de tracción envía más potencia al tren posterior que sus rivales, dotándolo de cierto carácter de propulsión.
Peca, eso sí, de un motor algo más ruidoso a poca velocidad, que cobra excesivo protagonismo en arrancadas debido al resbalamiento del convertidor de par. Justo lo contrario que el nuevo 2.0 TDI de 190 CV del Audi Q5, sin atisbo de aspereza y con un sonido más agradable, asociado en este caso a una caja de cambios de doble embrague tan rápida y suave que es difícil ponerle pegas. Eso sí, con "sólo" 7 marchas, el escalonamiento es más abierto y alguna situación se resiente el empuje. Por lo demás, su neutro y eficaz comportamiento es el más equilibrado para todos los públicos. En cualquier caso, estamos ante tres modelos a los que es difícil resistirse.