Algo tiene el V60 que no deja indiferente a nadie. Es el más claro ejemplo de que la falta de emoción en los Volvo, tanto en su conducción como en el diseño, ha quedado a años luz. Es también el automóvil de la firma sueca más orientado hacia el dinamismo, pues está concebido para competir con los modelos premium de su segmento, aunque no por ello abandona el confort que caracteriza a las creaciones de la marca sueca. Por si fuera poco, el acabado R-Design de nuestra unidad ensalza la deportividad por medio de un chasis de altura rebajada y llantas de 18 pulgadas, junto con una serie de elementos estéticos propios. Concretamente, dispone de un frontal ligeramente rediseñado —parachoques, faldón y disposición de las tomas de aire—, "difusor" trasero, colas de escape resaltadas y terminaciones grises en llantas, contorno de la parrilla y carcasa de los retrovisores. También desaparecen ciertos embellecedores cromados presentes en el resto de acabados. El resultado no pasa desapercibido.Sin embargo, hay algo más detrás de todo ello, ya que el verdadero protagonista en esta prueba es el motor D5. Se trata de un turbodiésel de cinco cilindros que ya en su primera generación se posicionó como muy buena referencia en varios puntos, no sólo en rendimiento, también en lo relacionado con el agrado de uso. Desde su nacimiento su peculiar sonido ha sido una de sus señas de identidad y esta última evolución sigue fiel a la personalidad inicial. Por otro lado, la cifra de par de 46,7 mkg obtenida en nuestro banco de potencia dice mucho de sus posibilidades. Parte del secreto son sus dos turbocompresores de funcionamiento secuencial, uno pequeño de rápida respuesta para cuando el motor gira a pocas vueltas, y otro de mayor tamaño e inercia para los regímenes medios y altos. Seguramente a causa de ello, justo a 3.000 rpm la respuesta a las órdenes del acelerador es algo menos inmediata que en el resto de la banda de utilización, ya que parece ser el punto de peor rendimiento de sendos turbos. Es la única pega que le hemos encontrado a este exuberante motor. La transmisión automática también tiene algo que ver en ello, ya que el convertidor de par cuenta con mayor resbalamiento de lo habitual y alarga levemente el tiempo desde que pisamos el acelerador hasta que sobreviene el incansable y contundente empuje del motor D5. El funcionamiento de este cambio de seis marchas no llega a igualar al de la caja ZF que montan varios de sus rivales, sin embargo resulta bastante correcto y suave. Además del modo normal cuenta con una posición "sport" y posibilidad de manejo manual-secuencial, aunque no puede incorporar levas en el volante. A la hora de gestionar tal cantidad de par motor el tren delantero no muestra ningún síntoma de debilidad. Es más, su capacidad de tracción hace que ni siquiera nos planteemos la versión de tracción total, al menos sobre suelo seco. El resbalamiento del convertidor de par mitiga en parte cualquier brusquedad que pudiera poner en apuros la motricidad de los neumáticos, de modo que las ayudas electrónicas muy pocas veces tienen que intervenir de forma perceptible. La actuación en segundo plano del control de estabilidad es sutil y facilita la conducción sin comprometer el dinamismo, eso sí, en ocasiones da la sensación de que mientras tenemos el volante girado para abordar una curva lenta no disponemos del 100% de la potencia del motor, y sólo al enderezarlo podemos exprimir sin tapujos las bondades del prestacional motor. No hay mucha diferencia si conectamos la modalidad deportiva del programa electrónico de estabilidad —no es totalmente desconectable—, para lo que deberemos navegar por el menú de la pantalla de la consola central, ya que no hay ninguna tecla específica para ello.En definitiva, el Volvo V60 no presenta complicaciones en su conducción y al mismo tiempo es un coche muy rápido en todo tipo de carreteras, de lo más aplomado y con un alto límite de agarre en ambos trenes. Sin embargo, pese a la altísima eficacia, sus reacciones no son tan deportivas como su apariencia, sobre todo por la falta de direccionalidad de un tren trasero que sólo cerrando un giro repentinamente o levantando el pie derecho de golpe en apoyos muy fuertes aporta su granito de arena a la ya de por sí buena agilidad del conjunto. No es un coche aburrido, pero tampoco entusiasma, salvo por su motor. En cuanto a la dirección, es precisa pero no informa en absoluto de lo que ocurre bajo las ruedas, aunque no por ello el Volvo V60 deja de dar una gran confianza gracias a su seguro y predecible comportamiento, así como a su siempre inmediata obediencia a nuestras solicitudes. El buen tacto de freno y su casi inagotable reserva de fuerza también contribuyen a lograr esto último.Respecto a la suspensión, cuenta con unos tarados muy acertados, pues consigue que la carrocería apenas se incline en las curvas o en aceleraciones longitudinales, pero sin descuidar el confort de los ocupantes. No hemos echado de menos los amortiguadores pilotados de otros Volvo V60 que han pasado por nuestras manos.El acabado R-Design cuenta con algunos elementos específicos que decoran el cuidado habitáculo, entre ellos unos llamativos asientos, pedales de aluminio y relojes con el contorno en color azul. El apartado práctico está muy bien resuelto gracias a los múltiples huecos para dejar pequeños objetos y a la facilidad con que se abaten los tres respaldos traseros independientes para ampliar la capacidad del maletero, en el que no sobra capacidad de carga a pesar de incorporar kit de reparación de pinchazos en lugar de rueda de repuesto. Tampoco hay demasiado espacio en las plazas traseras si se compara con algunos de sus rivales, aunque dos adultos pueden acomodarse sin problemas. El asiento central, en cambio, mejor dejarlo reservado para niños debido a su reducido tamaño y al prominente túnel central. En cualquier caso, se trata de un coche que no defraudará, una buena alternativa a sus competidores alemanes para quien busque algo diferente con altas dosis de estilo.- Motor
- Realización habitáculo
- Comportamiento
- Dirección poco informativa
- Consumo elevado
- Resbalamiento del convertidor