El uso urbano es el que mejor aceptan estos vehículos. Sus recortadas dimensiones les permite moverse con gran facilidad por el denso tráfico urbano, callejean sin ningún problema por las zonas de calles más estrechas e, incluso, en algunas ocasiones, resulta más fácil encontrar un sitio donde aparcarlos, aunque esto último es una operación cada día más difícil. En estas circunstancias, el hecho de contar con un motor de baja potencia no resulta un gran hándicap, ya que se puede seguir el ritmo del tráfico con cierta facilidad, aunque también en este ambiente hay que tener en cuenta las prestaciones del coche, sobre todo cuando cambiamos de carril o intentamos entrar en alguna vía rápida de circunvalación. En carretera, ambos cuentan con un eminente carácter subvirador fruto de su implantación mecánica y su reparto de pesos favorable al tren delantero. Sin embargo, en este terreno es el Atos el que peor se desenvuelve, ya que su subviraje a la entrada de las curvas es mucho más apreciable que en el caso del Agila, que se muestra algo más neutro. La inclinación de la carrocería también pone su "granito de arena" a la hora de restar cierta seguridad al conductor, aunque en este aspecto sucede igual que en los vehículos monovolumen: es más una cuestión subjetiva, ya que al final esta inclinación no implica ningún problema. El precio recomendado por el fabricante nos parece verdaderamente alto para lo que ofrecen. El único apartado en el que ofrecen algo más que una berlina de pequeñas dimensiones -tipo Citroën Saxo o Seat Arosa- es en su altura interior, y éste no es precisamente uno de los puntos más importantes en un modelo de estas características. Las limitaciones que imponen sus modestas prestaciones son una losa que debe pesar bastante a la hora de plantearse la compra de cualquiera de estos modelos, sobre todo si tenemos en cuenta que por poco dinero más podemos optar a otros modelos que sin ser mucho menos habitables y cómodos para ciudad permiten salir a carretera con más seguridad. El uso urbano es el que mejor aceptan estos vehículos. Sus recortadas dimensiones les permite moverse con gran facilidad por el denso tráfico urbano, callejean sin ningún problema por las zonas de calles más estrechas e, incluso, en algunas ocasiones, resulta más fácil encontrar un sitio donde aparcarlos, aunque esto último es una operación cada día más difícil. En estas circunstancias, el hecho de contar con un motor de baja potencia no resulta un gran hándicap, ya que se puede seguir el ritmo del tráfico con cierta facilidad, aunque también en este ambiente hay que tener en cuenta las prestaciones del coche, sobre todo cuando cambiamos de carril o intentamos entrar en alguna vía rápida de circunvalación. En carretera, ambos cuentan con un eminente carácter subvirador fruto de su implantación mecánica y su reparto de pesos favorable al tren delantero. Sin embargo, en este terreno es el Atos el que peor se desenvuelve, ya que su subviraje a la entrada de las curvas es mucho más apreciable que en el caso del Agila, que se muestra algo más neutro. La inclinación de la carrocería también pone su "granito de arena" a la hora de restar cierta seguridad al conductor, aunque en este aspecto sucede igual que en los vehículos monovolumen: es más una cuestión subjetiva, ya que al final esta inclinación no implica ningún problema. El precio recomendado por el fabricante nos parece verdaderamente alto para lo que ofrecen. El único apartado en el que ofrecen algo más que una berlina de pequeñas dimensiones -tipo Citroën Saxo o Seat Arosa- es en su altura interior, y éste no es precisamente uno de los puntos más importantes en un modelo de estas características. Las limitaciones que imponen sus modestas prestaciones son una losa que debe pesar bastante a la hora de plantearse la compra de cualquiera de estos modelos, sobre todo si tenemos en cuenta que por poco dinero más podemos optar a otros modelos que sin ser mucho menos habitables y cómodos para ciudad permiten salir a carretera con más seguridad.
Hyundai Atos 1.0 Prime GLS / Opel Agila 1.0
La carrocería monovolumen de la que hacen gala estos vehículos permite una correcta accesibilidad a su interior, sus recortadas dimensiones les autorizan a moverse con soltura en el tráfico urbano, pero sus prestaciones los limitan a un uso, casi exclusivo, para la ciudad.
