Su contrincante es mucho más burgués, serio y discreto. Durante los primeros kilómetros no transmite la confianza del Alfa, especialmente por sus neumáticos —de menor diámetro y mayor perfil—, por su dirección, extremadamente suave, e incluso por su volante, con un aro demasiado fino. Sin embargo, según van sucediéndose los kilómetros, nos damos cuenta de que se puede circular rápido con una comodidad pasmosa. Las suspensiones no son tan firmes como las del 166 y quedan algo "sueltas" en extensión, pero filtran bien las irregularidades del firme y no permiten un posible maltrato a los ocupantes con fuertes sacudidas. También los frenos logran detener el coche en pocos metros sin necesidad de grandes esfuerzos, aunque cuando se circula por firmes en mal estado o ligeramente ondulados el ABS se insinúa con bastante facilidad.
Al circular por carreteras en buen estado o autopistas no hay grandes diferencias entre ellos; los dos permiten viajar rápido de una forma cómoda y segura, aunque el 166 se beneficia de un menor nivel de ruido, tanto de rodadura como aerodinámico y procedente del motor. Donde se encuentran las diferencias más significativas entre ambos, aparte de la línea exterior, es precisamente en el habitáculo: el italiano mantiene un aire muy similar al de su hermano menor, con un puesto de conducción orientado al conductor y poco espacio alrededor. De hecho, antes de entrar en él parece un poco agobiante, pero una vez dentro nos damos cuenta de que hay espacio suficiente, como en un guante, que los mandos se encuentran bien dispuestos y que la calidad en general es muy satisfactoria. Llama la atención, los asientos no disponen de reglaje lumbar y ofrecen el mismo diseño habitual de los modelos italianos. Son cómodos, pero no tanto como las butacas del Volvo, que, además de recoger muy bien el cuerpo, permiten encontrar una postura de conducción muy cómoda. Sin necesidad de recurrir al metro vemos que en la parte trasera existen notables diferencias entre los dos modelos, no sólo en cuanto a la anchura y en la distancia para las piernas, sino también en la altura hasta el techo. Mientras el S80 puede acoger a tres adultos en las plazas posteriores, el 166 tiene que conformarse con sólo dos, pues incluso el asiento lleva tallada una forma que no facilita el acomodo de más acompañantes. Y el techo en el italiano resulta estar muy cerca para un coche con tintes de representación. Con el maletero vuelve a ocurrir algo similar: el Alfa ofrece aproximadamente la misma capacidad que un compacto de tres volúmenes, mientras que el Volvo se descuelga con una capacidad de 520 litros que, además, pueden ser aumentada con la posibilidad de abatir los asientos, característica que no ofrece el italiano. En cuanto al equipamiento de serie no hay grandes diferencias, aunque la lista de opciones es mayor en el Volvo. Los dos disponen de suficiente número de elementos de lujo, de seguridad y funcionales que, además, pueden ser aumentados en función de la exquisitez del propietarioSu contrincante es mucho más burgués, serio y discreto. Durante los primeros kilómetros no transmite la confianza del Alfa, especialmente por sus neumáticos —de menor diámetro y mayor perfil—, por su dirección, extremadamente suave, e incluso por su volante, con un aro demasiado fino. Sin embargo, según van sucediéndose los kilómetros, nos damos cuenta de que se puede circular rápido con una comodidad pasmosa. Las suspensiones no son tan firmes como las del 166 y quedan algo "sueltas" en extensión, pero filtran bien las irregularidades del firme y no permiten un posible maltrato a los ocupantes con fuertes sacudidas. También los frenos logran detener el coche en pocos metros sin necesidad de grandes esfuerzos, aunque cuando se circula por firmes en mal estado o ligeramente ondulados el ABS se insinúa con bastante facilidad.
Al circular por carreteras en buen estado o autopistas no hay grandes diferencias entre ellos; los dos permiten viajar rápido de una forma cómoda y segura, aunque el 166 se beneficia de un menor nivel de ruido, tanto de rodadura como aerodinámico y procedente del motor. Donde se encuentran las diferencias más significativas entre ambos, aparte de la línea exterior, es precisamente en el habitáculo: el italiano mantiene un aire muy similar al de su hermano menor, con un puesto de conducción orientado al conductor y poco espacio alrededor. De hecho, antes de entrar en él parece un poco agobiante, pero una vez dentro nos damos cuenta de que hay espacio suficiente, como en un guante, que los mandos se encuentran bien dispuestos y que la calidad en general es muy satisfactoria. Llama la atención, los asientos no disponen de reglaje lumbar y ofrecen el mismo diseño habitual de los modelos italianos. Son cómodos, pero no tanto como las butacas del Volvo, que, además de recoger muy bien el cuerpo, permiten encontrar una postura de conducción muy cómoda. Sin necesidad de recurrir al metro vemos que en la parte trasera existen notables diferencias entre los dos modelos, no sólo en cuanto a la anchura y en la distancia para las piernas, sino también en la altura hasta el techo. Mientras el S80 puede acoger a tres adultos en las plazas posteriores, el 166 tiene que conformarse con sólo dos, pues incluso el asiento lleva tallada una forma que no facilita el acomodo de más acompañantes. Y el techo en el italiano resulta estar muy cerca para un coche con tintes de representación. Con el maletero vuelve a ocurrir algo similar: el Alfa ofrece aproximadamente la misma capacidad que un compacto de tres volúmenes, mientras que el Volvo se descuelga con una capacidad de 520 litros que, además, pueden ser aumentada con la posibilidad de abatir los asientos, característica que no ofrece el italiano. En cuanto al equipamiento de serie no hay grandes diferencias, aunque la lista de opciones es mayor en el Volvo. Los dos disponen de suficiente número de elementos de lujo, de seguridad y funcionales que, además, pueden ser aumentados en función de la exquisitez del propietario