"He visto que este tipo de gas es bastante más barato y me pregunto si podría ser una alternativa que compense a medio plazo. En la actualidad tengo un turbodiésel con 8 años y más de 200.000 km al que ya va quedando poca vida. La verdad es que estoy un poco cansado de los problemas de EGR que alguna vez me ha dado. Tampoco me está gustando todas las malas noticias de los continuos fallos que están dando los filtros de partículas de algunos coches nuevos Diesel. Por todo ello, me estoy empezando a plantear la posibilidad de cambiar de coche y, en este caso, les pregunto si realmente compensa comprar un coche bi-fuel de gas licuado y gasolina."
Respuesta de nuestro experto técnico Luis Miguel Vitoria
En la actualidad, el gas es una alternativa a los combustibles tradicionales por el precio favorable que tiene respecto de la gasolina y el Diesel. Esta ventaja está basada en la protección dada por el Gobierno a unos usuarios que, principalmente, emplean el coche como un vehículo profesional. De ahí que se encuentre subvencionado y su precio sea ostensiblemente muy inferior al litro de gasolina y que no se pueda prever la evolución que vaya a tener cuando la demanda pueda alcanzar los niveles de los otros combustibles.
Junto con el consumo, los coches de gas cuentan con el beneficio de usar unos motores relativamente sencillos, atmosféricos y de gasolina, que deben soportar ejemplarmente el uso cotidiano en desplazamientos cortos, en los que ni el sistema opera en su rango de temperatura óptimo, ni los sistemas de depuración de los gases de escape de los motores turbodiésel tienen tiempo suficiente para realizar su función. Así pues, evitarías problemas de EGR o filtros de partículas tan habituales en los gasóleo.
Sin embargo, su uso no resulta tan ventajoso como podría pensarse a primera vista por algunas razones. En primer lugar, el motor pierde parte de su finura de funcionamiento, de forma que cuando uses gas podrías llegar a notar algunas vibraciones y una aspereza superior a cuando estuvieras quemando gasolina. En segundo, un coche de gas va a consumir algo más —hasta más de un 15% dependiendo del uso— que cuando esté funcionando con 95 octanos y por consiguiente tendrás que pasar por el surtidor más a menudo de lo que acostumbras.
Bien diferente resultaría si pensaras gasificar un coche nacido inicialmente como gasolina. En este caso la modificación tiene un coste de unos 500 euros por cada uno de los cilindros; o sea: unos 2.000 euros en un cuatro cilindros que implicaría la necesidad de recorrer muchos kilómetros para poder amortizar la diferencia de precio del combustible.
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