El fraile y filósofo Guillermo de Ockham decía: “Pluralitas non est ponenda sine neccesitate” o “la pluralidad no se debe postular sin necesidad”. Y ésta es la base de la navaja de Occam, que rasura las explicaciones superfluas.
Su defendida teoría se puede resumir de la siguiente manera: entre las hipótesis en competencia, se debe seleccionar la que tenga menos supuestos. Más simple aún, este principio de resolución de problemas establece que la explicación más simple es preferible a una más compleja. Las teorías simples son más fáciles de verificar. Las soluciones simples son más fáciles de ejecutar.
La navaja de Occam se utiliza como un medio para tomar decisiones rápidas y establecer verdades sin evidencia empírica. Y funciona en los más diversos campos.

Los científicos utilizan con frecuencia la navaja de Occam para cuestiones teóricas. Cuanto más simple es una hipótesis, más fácilmente se puede probar o falsificar. Una explicación compleja de un fenómeno implica muchos factores que pueden ser difíciles de probar o dar lugar a problemas con la repetibilidad de un experimento. Como consecuencia, se prefiere la solución más simple que sea coherente con los datos existentes. Sin embargo, es común que los nuevos datos permitan que las hipótesis se vuelvan más complejas con el tiempo. Los científicos optan por una solución más simple, según lo permitan los datos actuales, mientras permanecen abiertos a la posibilidad de futuras investigaciones que permitan una mayor complejidad.
Los científicos utilizan con frecuencia la navaja de Occam para cuestiones teóricas. Cuanto más simple es una hipótesis, más fácilmente se puede probar o falsificar
Albert Einstein se refirió a la navaja de Occam cuando desarrolló su teoría de la relatividad especial. Formuló su propia versión: “Difícilmente se puede negar que el objetivo supremo de toda teoría es hacer que los elementos básicos irreductibles sean lo más simples y pocos posibles sin tener que renunciar a la representación adecuada de un solo dato de la experiencia”. O, "Todo debe ser lo más simple posible, pero no más simple".
Por otro lado, en la obra, “Una breve historia del tiempo”, el físico Stephen Hawking aboga por la navaja de Ocam, afirmando lo siguiente: “Todavía podríamos imaginar que existe un conjunto de leyes que determina los eventos por completo para algún ser sobrenatural, que podría observar el estado actual del universo sin perturbarlo. Sin embargo, estos modelos del universo no nos interesan mucho a los mortales. Parece mejor emplear el principio conocido como navaja de Occam y eliminar todas las características de la teoría que no se pueden observar”.

Isaac Newton también usó la navaja de Occam cuando desarrolló sus teorías. Newton declaró: "No debemos admitir más causas de las cosas naturales que las que son verdaderas y suficientes para explicar sus apariencias". Intentó hacer que sus teorías, incluidas las tres leyes del movimiento, fueran lo más simples posible, con solo el mínimo necesario de supuestos subyacentes.
"No debemos admitir más causas de las cosas naturales que las que son verdaderas y suficientes para explicar sus apariencias"
Por otro lado, el escritor William J. Hall, explica sobre este principio: “La navaja de Ockham se resume para nuestros propósitos de esta manera: las afirmaciones extraordinarias exigen pruebas extraordinarias”.
La navaja de Occam en la medicina
En la medicina moderna, se usa también. De tal forma que se busca la menor cantidad posible de causas para explicar los múltiples síntomas de su paciente y dar así preferencia a las causas más probables.
Al respecto, existe un antiguo dicho inglés que afirma: "Cuando escuches el ruido de los cascos, piensa en caballos, no en cebras". Es decir, si una persona una presenta síntomas similares a los de la Covid-19 durante la pandemia, tiene más probabilidades de padecer Covid-19 que una enfermedad alternativa más extraña.

Esto es de particular importancia en la medicina actual, ya que un diagnóstico mínimo reduce el riesgo de sobretratar a un paciente, causar pánico o interacciones peligrosas entre diferentes tratamientos.
Guillermo de Ockham fue perseguido en vida y acabó siendo víctima de quienes tienen en la complejidad y en lo abstruso la salvaguarda de sus verdades. Umberto Eco realizó en su “El nombre de la rosa” un cumplido homenaje a Ockham, recreando el personaje de Guillermo de Baskerville, magistralmente interpretado por Sean Connery.