Alrededor del 539 d.C., en lo que ahora es San Andrés, El Salvador, la caldera de Ilopango entró en erupción, en lo que fue el mayor evento volcánico en América Central en los últimos 10,000 años.
Conocido como la erupción Tierra Blanca Joven, el volcán produjo flujos de lava que se extendieron por decenas de millas y arrojó tanta ceniza a la atmósfera sobre América Central que el clima se enfrió en todo el hemisferio norte, según informó el equipo de científicos.
Una investigación de una pirámide maya conocida como la estructura de Campana encontró que las personas regresaron a la región mucho antes, construyendo un monumento apenas décadas después de la erupción
Debido al poder destructivo del volcán, los científicos creían que muchos de los asentamientos mayas de la región se abandonaron, posiblemente durante siglos.
Pero en un análisis reciente de una pirámide maya conocida como la estructura de Campana, dirigido por Akira Ichikawa, arqueólogo mesoamericano y asociado postdoctoral en el Departamento de Antropología de la Universidad de Colorado Boulder (UCB), encontró que las personas regresaron a la región mucho antes, construyendo un monumento apenas décadas después de la erupción.

Un nuevo análisis de la pirámide, ubicada a unos 40 kilómetros del volcán en el valle de Zapotitán, también reveló que los constructores mayas mezclaron bloques de piedra cortada y tierra con bloques tallados en tefra, roca expulsada por un volcán.
Esta es la primera evidencia de que la erupción volcánica se utilizó en la construcción de una pirámide maya y podría reflejar el significado espiritual de los volcanes en la cultura maya
Esta es la primera evidencia de que la erupción volcánica se utilizó en la construcción de una pirámide maya y podría reflejar el significado espiritual de los volcanes en la cultura maya, declaró Ichikawa.
Los expertos han debatido la fecha de la erupción del Tierra Blanca Joven durante décadas, y algunos argumentan que el volcán entró en erupción mucho antes, entre 270 y 400 d.C., escribió Ichikawa en el nuevo estudio, publicado este 21 de septiembre en la revista Antiquity.
Sin embargo, la datación por radiocarbono reciente (comparando proporciones de isótopos de carbono radiactivo) en troncos de árboles de El Salvador apunta que 539 d.C. era una estimación más precisa, dijo Ichikawa.

La pirámide de Campana
La pirámide de Campana descansa sobre una plataforma que mide casi 6 metros de altura, 80 metros de largo y 55 de ancho, y la pirámide en sí tiene unos 13 metros de altura.
La plataforma también incluye cuatro terrazas y una amplia escalera central. Fue el primer edificio público erigido en el sitio de San Andrés del valle después de la erupción del Tierra Blanca Joven
La plataforma también incluye cuatro terrazas y una amplia escalera central. Fue el primer edificio público erigido en el sitio de San Andrés del valle después de la erupción del Tierra Blanca Joven, que habría enterrado gran parte del valle bajo casi medio metro de ceniza, según el estudio.

Ichikawa calculó la edad de la estructura utilizando muestras de carbono tomadas de diferentes materiales de construcción en la pirámide, fechándolos entre 545 y 570 d.C. Esto sugirió que la gente regresó al sitio y comenzó la construcción de la pirámide mucho antes de lo esperado, posiblemente dentro de los cinco años posteriores a la erupción del Tierra Blanca Joven, describió Ichikawa.
Tefra en la “Pompeya de las Américas”
La cantidad de tefra en la pirámide también fue sorprendente. Hace aproximadamente una década, el arqueólogo y profesor de UCB Payson Sheets detectó tefra en un "sacbe" o "camino blanco" maya, una vía elevada, en el sitio Joya de Cerén.
Sin embargo, Campana es el primer monumento maya conocido que incluye tefra como material de construcción. En el sacbe de Cerén, ésta "pudo haber sido percibida como un poderoso significado religioso o cosmológico", debido a su origen volcánico, y también puede haber tenido una importancia similar en la pirámide de Campana, según el estudio.

Se demuestra que los pueblos antiguos eran capaces de reconstruirse a partir de las cenizas de la destrucción y que eran más resistentes, flexibles e innovadores de lo que se sospechaba anteriormente
Los desastres climáticos y ambientales, como las erupciones volcánicas, a menudo están relacionados con el colapso o el declive de civilizaciones antiguas; en el Egipto ptolemaico (305 a 30 a. C.), un volcán pudo haber condenado a una antigua dinastía, y cuando un volcán de Alaska entró en erupción en el 43 a. C., pudo haber significado el fin de la República Romana, según LiveScience.
Pero la estructura de Campana cuenta una historia diferente, demostrando que los pueblos antiguos eran capaces de reconstruirse a partir de las cenizas de la destrucción y que eran más resistentes, flexibles e innovadores de lo que se sospechaba anteriormente, dijo Ichikawa.
Fuente: Science Alert.