Por José Virgilio Ordaz (@Neckriagen).
A inicios del año pasado, el presidente republicano de los Estados Unidos, Donald Trump, lanzó una de sus varias declaraciones más cargadas de demagogia (lo es cuando vienen de alguien que ha tenido autos de Daimler y Rolls-Royce) que de conocimiento: “Cuando caminas por la Quinta Avenida, todos tienen un Mercedes-Benz frente a su casa ¿Cuántos Chevrolet ves en Alemania? No muchos, tal vez ninguno, no se ve nada por allá, es una calle de sentido único”.
Claro, Chevrolet no tiene vehículos comparables a la oferta de Mercedes, salvo el Corvette, el único auto de la marca –junto con el Camaro- que se vende en Europa, aunque en aquel entonces, General Motors aún era propietaria de Opel, una marca bien colocada en el mercado germano, junto con Ford, de hecho, ésta casi es vista como “local” en Europa, ante los productos de desarrollo específico que ofertan de aquel lado del Atlántico.
Si bien el magnate conservador podría tener algo de razón, pues las firmas de capital alemán dominan el 90% del segmento premium en los Estados Unidos, sin embargo, las mismas marcas produjeron un total de 804,000 unidades en 2017 en suelo estadounidense, mientras importaron un total de 657,000 desde varios puntos como Bélgica y Austria, no sólo Alemania ¿Cuántas unidades fabricó General Motors en el viejo continente? No piensen demasiado la respuesta.
Durante una visita del presidente francés Emmanuel Macron, Trump le dijo que trabajaría hasta que “ningún nuevo modelo de Mercedes ruede por la Quinta Avenida en Nueva York”, por lo que manejó que podría elevar los aranceles hasta un 35% para los autos de manufactura teutona.
Trump también anunció que impondrá nuevos aranceles a las importaciones de acero (25%) y aluminio (10%) provenientes de México, Canadá y la Unión Europea, ciñéndose a una vieja ley de los años 60 que lo faculta para erigir barreras comerciales en nombre de “la seguridad nacional”.
Alemania advierte que de continuar Trump con sus políticas proteccionistas, entrarían en una guerra comercial que sería perjudicial para ambas partes. Tras las viscerales declaraciones de Trump en contra de China, el gigante asiático amenazó de vuelta con aranceles análogos para productos agrícolas y tecnológicos estadounidenses, con lo que un grupo de diplomáticos hubo de viajar a Beijing para aplicar los ánimos ¿Terminará ocurriendo lo mismo con Alemania?