Por Gilberto Samperio (@gilsamperio) Fotos: Carlos Quevedo
Bien dicen por ahí, que los tiempos que corren significan la época dorada del automóvil. Basta con revisar una completa lista de precios, e irónicamente sin considerar esta fútil premisa monetaria, hallamos cualquier tipo de carrocería con propulsores de todo tamaño e índole. Desde urbanos con imagen ruda, pasando por SUVs pragmáticos y ahorrativos hasta derrochadores vehículos de máximo lujo.
Pero desde la óptica de los extravagantes, faltaba algo: ¿por qué no un todoterreno, aunque sea de los pequeños, convertible al 100%? Nada de arcos de acero o postes que den oportunidad a un techo corredizo o similar. Una cabina completamente abierta.
Claro que han existido 4x4 con ese aire lúdico de “perder” el techo, como en su momento fue el singular Suzuki X90, aunque en este caso solo transportaba a dos afortunados o deschavetados personajes pero conservaba el arco central, por efectos de seguridad pasiva.
Una de las ventajas de la proyección sin techo es que la línea del donante prevalece y los diseñadores pueden “simplificar” un poco más aunque ello obliga a soluciones más complicadas en el resto de la estampa fina. Por ejemplo, el refuerzo estructural no solo castiga la habitabilidad, sino que lastra al conjunto considerablemente: arriba de dos toneladas en báscula en este caso.
Sin embargo, el espacio para la primera fila es notable, incluso con el techo plegable cerrado. Las amenidades y comodidades le otorgan ese aire de lujo que buscan los automovilistas más pudientes. Y la segunda fila, pese a la menor distancia para piernas, todavía puede llevar dos personas medianas. Eso sí, la cajuela resulta casi un baúl de recuerdos pues la boca estrecha y el volumen de carga apunta hacia lo simbólico.
Todo luce perfectamente armonizado, con las huellas genéticas de la casa, soportadas por el máximo lujo que la casa exhibe en sus modelos más emblemáticos.
Si bien el escaso rodaje de nuestra unidad analizada –menos de 500 km- influyó durante nuestra sesión de pruebas dinámicas, el cuatro cilindros turbocargado le da brío suficiente para no sentirse lerdo. Ello pese a la demora requerida para que la turbina logre su mejor soplo –arriba de las 3,000 rpm-, donde una eficaz transmisión automática compensa en parte ese pequeño inconveniente.
Acompaña muy bien una dirección intuitiva y una suspensión que califica de firme, de filtrado consecuente con las directrices de confort estimado para esta clase de todoterreno.
En curvas de radio menor, la tendencia subvirante confirma la importancia de la masa, así como sus pretensiones más lúdicas y exhibicionistas que prácticas. Porque en caso de entrometerse con los senderos naturales de cualquier escenario agreste, la Evoque dispone del sistema 4x4 ya apreciado en la SUV “natural”. En otras palabras, hay oportunidad para gozar del aire fresco de la montaña sin cortapisas metálicas en forma de cabina.
Por un precio cercano al millón y medio de pesos, esta Evoque no resulta la mejor opción para los que viven en la ciudad o zonas urbanas populosas. Es un coche cuya pasarela mayor serán los destinos recreativos de elevada exposición y gran hedonismo social.
Unidad probada
84,900 dólares (estimado a fecha de la publicación)
NOS GUSTA
- Aspecto bello
- Interior hermoso
- Posibilidad 4x4
NOS GUSTARÍA
- Motor más potente
- Frenos más resistentes
- Mayor dinamismo en su manejo
Resumen técnico
MOTOR
Tipo/cilindrada: L4, 2.0 l Turbo
Potencia máxima: 240 HP a 6,000 rpm
Par máximo: 350 Nm a 1,900 rpm
TRANSMISIÓN
Caja: Automática, nueve velocidades
Tracción: Integral permanente
DIMENSIONES
Peso vacío: 2,050 kg
Largo x ancho x alto: 437 x 198 x 160 cm
Distancia entre ejes: 266 cm
Cajuela: 280 litros
PRUEBAS AUTOMÓVIL(a 2,240 msnm)
0 a 400 metros: 18.02 s
Rebase 80 a 120 km/h: 8.14 s
Frenado de 100 a 0 km/h: 40.3 m
Consumo medio: 12.2 km/l