Por José Virgilio Ordaz (@Neckriagen).
El Bugatti Veyron no fue algo que pueda llamarse precisamente un éxito comercial, con una producción que tardó diez años en agotarse y un precio que, pese a ser estratosférico, cubría apenas una tercera parte de su costo de fabricación. Sin embargo, sí logró insertarse en el ideario colectivo como el automóvil más rápido y caro de su tiempo, además que proclamarse como el deportivo que marcó la pauta durante la década pasada.
Aunque algunos dudaban que el Veyron pudiera ser superado, Bugatti lanza un nuevo intento por prevalecer sobre todo lo que haya y habrá en las carreteras en el próximo lustro. Chiron ha sido el nombre elegido para este nuevo hiperdeportivo, en honor del piloto Louis Chiron, único volante monegasco en ganar el GP de Mónaco.
"Es parte de la naturaleza humana cruzar fronteras y establecer nuevas marcas en los 100 metros, para volar aún más lejos en el espacio y para entrar en nuevos reinos. Esta lucha es también nuestra fuerza motriz en Bugatti". Señala Wolfgang Dürheimer, CEO de la marca.
La firma declara una velocidad máxima limitada a 420 kilómetros por hora para efectos legales –si es que eso es legal en cualquier lugar que no sea una Autobahn-, pero se reserva de momento la cifra una vez que hayamos desconectado el gobernador. Sí, se espera “algo” por encima de los 431 km/h alcanzados por el Veyron Super Sport en 2010, aunque la pregunta es “cuánto”. Se habla de más de 460 kilómetros por hora, pero la marca permanece hermética.
Lo que sí nos dice Bugatti es que el Chiron acelerará de 0 a 100 km/h en menos de 2.5 segundos. Llegar a las dos centenas de kilómetros por hora le tomará 6.5 segundos, tan rápido como algunos deportivos, mientras que los 300 km/h llegarán en 13.6 segundos. Las cifras hacen palidecer a la “Santísima Trinidad”, el Ferrari LaFerrari, el McLaren P1 y el Porsche 918 Spyder. Sólo un prototipo del Koenigsegg One: 1 ha podido hacer el 0 a 300 en menos de 12 segundos, aunque no se sabe si la cifra continuará en el modelo de producción.
Mecánicamente, nos encontramos de nuevo con el titánico W16 8.0 litros asistido por cuatro turbocompresores –más grandes y ahora con activación de dos fases vía gestión electrónica- produciendo ahora 1,500 CV (1,480 hp) y 1,600 Nm (1,180 lb-pie), suficientes para proclamarse como el auto de producción más potente en la actualidad… mientras Koenigsegg no diga otra cosa. El par máximo se obtiene a 2,000 rpm y, sin son observadores, notarán que contra lo esperado, el epíteto “híbrido” está ausente, aunque esto deja la puerta abierta para una futura versión aún más potente.
Toda esa fuerza es administrada por una transmisión de doble embrague de siete marchas que realiza su distribución vía un sistema de tracción total con diferencial delantero con bloqueo entre ejes integrado y un diferencial trasero con bloqueo entre ruedas integrado. El escape es de titanio, mientras que el chasis monocasco y la carrocería son de fibra de carbono, pese a ello, el peso se ubica apenas por debajo de las dos toneladas. Los rines son de 20 pulgadas delante y 21 detrás, con frenos de 15.7 y 16.5 pulgadas respectivamente.
Exteriormente no hay grandes sorpresas, con una fuerte influencia del concepto Vision Gran Turismo, con un diseño evolutivo que remite inmediatamente a su antecesor, la carrocería se puede elevar para manejo urbano. Al interior, hasta donde permiten apreciar las imágenes, hay terminados y materiales de primera, aunque con un mayor minimalismo contra el Veyron. El velocímetro marca hasta 500 km/h.
Sólo se construirán 500 unidades, incluyendo las variantes descubiertas; una osadía contra las 450 del Veyron que tanto tardaron en colocarse al final. El costo será de 2.4 millones de Euros (46.8 millones de pesos, por si realmente quieren saberlo), iniciando entregas a finales de año.