Máquina del Tiempo AP: Dodge Charger

Repasamos la historia del Dodge Charger, uno de los nombres más reverenciados de la historia de la marca, que ha sido polivalente a lo largo del tiempo: de muscle-car de ‘tipo malo’ a deportivo turbo de tracción delantera, a super-sedán de 4 puertas. Por Edmundo Cano Imágenes: Chrysler   En la primera mitad de los años 60, el diseño de carrocería ‘fastback’ comenzaba a ponerse de moda, y Dodge no tenía nada que encajara en el segmento. Los concesionarios le pidieron a la marca que les diera algo para competir no solo contra el Ford Mustang, sino contra el Barracuda de su marca hermana Plymouth. Y Dodge respondió de una manera extraña: el Charger. El prototipo de 1965  

Incomprendido

Esta primera generación, que apareció en 1966, no competía ni remotamente con los coches que eran el blanco original de la petición de los distribuidores, porque era, para todo efecto práctico, un rediseño con trasera fastback del Coronet, un coche mucho más grande que el Mustang y el Barracuda. De hecho, su único competidor en ese momento era el AMC Marlin, un coche absolutamente incomprendido, que como el Charger, fue de los autos americanos más bellos de la época.

El interior era más lujoso que el del Coronet, y contaba nada menos que con 4 asientos individuales y una consola central que recorría todo el habitáculo. Y dado que apareció en 1966, el Charger tuvo el honor de debutar junto con el motor 426 ‘street HEMI’, que Mopar había desarrollado para homologación de NASCAR. Y el encargado de llevarlo a las pistas fue también el Charger, aunque resultó ser bastante inestable a altas velocidades: a pesar de que su trasera fastback se veía muy aerodinámica, la realidad era diferente, y el coche era ‘prácticamente inmanejable’ por encima de 290 km/h, según los pilotos que lo corrieron.   El poco éxito en las pistas se reflejó también en las agencias, donde durante los dos años que estuvo en el mercado, la primera generación del Charger vendió poco más de 52,000 unidades, haciendo evidente que era un coche sin un lugar definido en el mercado. Pero Dodge ya trabajaba en la siguiente generación de toda su gama, incluyendo la plataforma ‘B Body’ en la que estaba basado el Charger, que llegaría en 1968.  

Un nuevo Charger

El rediseño era total, desde la plataforma hasta la carrocería, que adoptó la forma curveada conocida popularmente como ‘botella de Coca Cola’ en la línea de cintura del auto. Ahora, el Charger difería totalmente del Coronet –aunque ambos usaban la misma plataforma- gracias a un frontal con luces ocultas y una trasera con diseño único para el Charger, que fue uno de los autos más laureados por los entusiastas y la prensa especializada de esos años debido a su apariencia. El diseño de Bill Brownlie había dado en el clavo.

El Charger recibió pocos cambios para 1969 y 1970, porque en realidad no los necesitaba. El diseño de los tres años fue soberbio, y en el apartado mecánico, estaban disponibles todos los motores de ‘Mamá Mopar’, desde el Slant Six –sí, muy pocos, pero hubo Chargers con 6 cilindros- hasta el todopoderoso 426 Hemi en los modelos R/T. Además, hubo versiones especiales de homologación para NASCAR, pues el auto ‘normal’ no pudo derrotar en los óvalos a los rivales de Ford. La respuesta a esto fue el Charger 500 de finales de 1968, que incorporaba una parrilla de Coronet montada al ras de la carrocería, sin estar sumida, y un medallón plano, que mejoraban considerablemente su aerodinamia.

Aero Warrior

Pero el Charger 500 no dio los resultados esperados, así que Dodge fue no un paso más allá, sino 50, con el Charger Daytona de 1969. Desarrollado en un túnel de viento, el Charger Daytona incorporaba una enorme nariz aerodinámica y un aún más enorme alerón en la trasera, que se encargaron de convertirlo en el primer auto en romper la barrera de las 200 millas por hora (320 km/h) en NASCAR. Los modelos de calle, necesarios para homologar el auto para la competición, compartían estos elementos, y son de los muscle-cars más extraordinarios que llegaron a las calles durante esta alocada época. Además de los óvalos de NASCAR, Dodge también puso a competir al Charger en las categorías ‘Stock’ de la NHRA y AHRA, y también en ‘Funny cars’ con carrocerías réplica de Charger. Pilotos como ‘Dandy Dick’ Landy, Gene Snow, Roland Leong ‘The Hawaiian’, Roger Lindamood, y ‘Mr Norm’ Krause convirtieron al Charger en una superestrella de las pistas de arrancones en la mejor época de este deporte en los Estados Unidos. Estos resultados se tradujeron en ventas, ventas y más ventas para el Charger, y una popularidad y reputación en las calles que pocos coches podían igualar.  

Legendario

Pero los resultados deportivos y su notoriedad en los semáforos no fue lo único que convirtió a esta generación del Charger en una leyenda, y en uno de los autos americanos más distintivos y codiciados de todos los tiempos; también ayudó su aparición en las pantallas chica y grande. Desde 1968 con la legendaria persecución de ‘Bullitt’, hasta innumerables películas y series de TV en donde el auto elegido era un Dodge Charger, desde ‘Dirty Mary, Crazy Larry’ hasta el famoso General Lee de ‘The Dukes of Hazzard’, la segunda generación del Charger se convirtió en un auténtico símbolo de la cultura pop que impera hasta nuestros días; solo pregúntenle a Dominic Toretto. [embed]https://www.youtube.com/watch?v=kySJqSLeke0[/embed]  

Grandes cambios

Para 1971, toda la gama de Dodge cambió de nuevo. El Charger adoptó una apariencia mucho más redondeada, estilo ‘fuselaje de avión’, que se puso muy de moda en esos días. Esta generación recibió también el paquete Super Bee, que antes residía en el Coronet.   El principio de la década pintaba bien, pero tristemente, este nuevo y estilizado Charger sería el que sufriría los espantosos cambios que todos los autos del mundo experimentaron en los años 70: nuevas regulaciones antiemisiones y de seguridad, y la crisis petrolera, que pusieron fin a los coches de alto rendimiento. 1971 fue el último año del motor Hemi, y de prácticamente todos los demás motores ‘malvados’ de Mopar. Gradualmente, el Charger se fue apagando. Hacia 1974, año en que esta generación fue descontinuada, el Charger era comercializado ya no como un violento muscle-car, sino como un coupé personal de lujo: una mera caricatura de su glorioso pasado.  

Internacional

Aunque para muchos esa fue la última generación del Charger verdadero, para un país completo fue la primera: México. En nuestro país no tuvimos las dos primeras generaciones, el Coronet tenía el papel de muscle-car ‘full size’ de Mopar en el mercado nacional. Claro, “muscle-car” entre comillas, porque aquí jamás tuvimos los motores de alto rendimiento que sí gozaron nuestros vecinos del norte, solamente el discreto V8 de 318 pulgadas cúbicas (5.2 litros), que en un auto del tamaño del Coronet, lo movía apenas con soltura. En 1971, el Coronet fue descontinuado en nuestro país y su lugar lo ocupó la nueva generación del Charger, aunque también con el motor 318 como única motorización. Aun así, su deportivo aspecto y el relativo alto rendimiento de su pequeño V8 en comparación con su competencia lo convirtió en la elección del entusiasta que quería un coche rápido pero lujoso, no tan austero y compacto como un Valiant Super Bee. El Charger también sería descontinuado en nuestro país en 1974, y no volvería hasta el siguiente milenio. Dodge Charger nacional, con el motor de 318 pulgadas cúbicas  

Otros tiempos

La cuarta generación del Charger llegó en 1975, y no era más que el intento de Dodge de capitalizar la nueva carrocería del Chrysler Cordoba, un auto de lujo que nada tenía que ver con la personalidad anterior del Charger, pero que empleaba la plataforma B-Body. Los motores eran muchos, incluso se ofrecía un big block de 400 pulgadas cúbicas –el último de Chrysler en muchos años- pero que no llegaba ni siquiera a los 200 hp. Y la nueva carrocería era tan cuadrada y antiaerodinámica, que los equipos de NASCAR conservaron sus autos de la generación pasada para ser competitivos. La tortura se acabó en 1978, cuando Dodge retiró el nombre Charger de su gama, poniendo triste fin a una era antes gloriosa.

Renacimiento FWD

A finales de los años 70, el grupo Chrysler abrazó la revolución de tracción delantera y motores pequeños con el Dodge Omni, Plymouth Horizon, y sus variantes ‘deportivas’ Omni 024 y Horizon TC3. El nombre Charger regresaría en 1981 como una variante de alto rendimiento del Omni 024, llamada Charger 2.2. Y como era de esperarse, los entusiastas cuestionaron brutalmente el regreso de un emblema tan histórico en un compacto de tracción delantera; pero la opción Charger 2.2 resultó tan popular que después de un par de años, Dodge simplemente descontinuó el nombre Omni y lo renombró como Charger en 1983, justo cuando la relación de Chrysler con Carroll Shelby empezó. El sombrerudo texano realizó una versión Shelby del Charger en 1984, con un motor de aspiración natural y alta compresión, que entregaba 107 hp. Pero fue en 1985, cuando llegaron los motores 2.2 litros turbo, que el Charger recuperó un poco de la reputación de alto rendimiento que lo precedía, gracias a las versiones Shelby de 145 hp. En 1987, último año del Charger, Shelby Automobiles compró algunas de las últimas 1,000 unidades del auto y las transformó en sus instalaciones de Whittier, California, en el Shelby Charger GLHS, estas últimas siglas por ‘Goes Like Hell S’more’. Gracias a sus 175 hp –que podían llegar hasta 200 con un módulo de control original de Mopar Performance- el Charger GLHS era uno de los coches más rápidos no solo de Norteamérica, sino del mundo. Sí, eran tiempos oscuros para los autos de alto rendimiento, pero por lo menos el Charger estaba a la vanguardia del movimiento, aunque fuera en forma de deportivo compacto de tracción delantera. Sin embargo, para 1988 el Charger fue descontinuado, y el nombre desaparecería durante más de una década.  

El concept car

En 1998 se concreta la fusión DaimlerChrysler, y lo primero que Dodge hizo luego de ganar acceso a la plataforma LX de tracción trasera de Mercedes-Benz fue revivir el nombre Charger en un auto conceptual de 1999 que retomaba elementos estilísticos de los Charger de los años 60… pero era de 4 puertas. Bajo su cofre vivía un V8 supercargado alimentado por gas comprimido. El coche tuvo una recepción increíblemente positiva en el circuito de autoshows de todo el mundo, donde estuvo en gira hasta 2004, un año antes de que el Charger regresara a las calles, fuertemente influenciado por este prototipo.  

¿Un sedán?

Dodge se robó el Autoshow de Detroit del 2005 con la controversia generada por su nuevo Charger. ¿Un sedán de 4 puertas? Inconcebible. Para muchos fue una peor afrenta que cuando se convirtió en un deportivo compacto de tracción delantera. Pero por cada detractor, el nuevo Charger tenía 10 fans. Basado en la plataforma LX de Mercedes-Benz, la misma que había servido de base al conceptual de unos años atrás, el nuevo Charger retomaba mucho de su carácter de antaño a pesar de su carrocería familiar. Gracias al uso de los nuevos motores HEMI de Chrysler, y de colores llamativos y chillantes como los de los años 70, la evocación de sus días de muscle-car representaron un fuerte atractivo para el nuevo auto. Unos meses después llegó la versión SRT-8, con el HEMI de 6.1 litros y 425 caballos, y de repente era 1970 otra vez, solo que con más puertas. Los Daytona y Super Bee de 2006 cerraron el círculo. ¡Incluso regresó a NASCAR! En consiguiente, las ventas del Charger fueron espectaculares, y parte de esa comercialización se llevó a cabo en México, donde no habíamos visto un Charger desde 1974. La industria y DaimlerChrysler misma estaban sorprendidos del éxito de la extraña fórmula, por lo que una nueva generación fue inminente.  

Evolución

El siguiente Charger llegó en 2011. Aunque seguía usando la misma plataforma, el cambio en carrocería e interiores era total. Su frente era más agresivo, y la trasera recibió una enorme calavera horizontal reminiscente de las de los modelos de 1969 y 70. Las motorizaciones se mantuvieron prácticamente idénticas, así como las versiones –R/T, SRT-8, Super Bee, Daytona- con las que seguía referenciando su pasado como muscle-car. La única adición nueva, y un guiño al pasado no del Charger, sino de Chrysler en general, llegó con el motor 392, el mismo desplazamiento (6.4 litros) que algunos de los motores HEMI de los años 50, que fueron muy populares en la cultura hot roddera de los años 50 y 60, y antes de la llegada del motor 426 Hemi en 1964, eran los motores preferidos para las categorías tope de la NHRA. En el Charger del nuevo milenio, el 392 otorgaba 485 hp, convirtiéndose en el motor V8 más poderoso jamás fabricado por la compañía. El Charger se había ganado a pulso su éxito y sus fanáticos, pero lo mejor estaba por venir.  

Gato infernal

En 2015, Dodge realizó una extensa revisión al Charger, con una carrocería totalmente nueva, más redondeada y moderna, que adoptaba una personalidad propia y no dependía tanto de evocar el pasado del auto. Pero la principal novedad vivía debajo del cofre: el motor Hellcat supercargado de 707 hp y 650 lb/pie de torque había llegado al Charger, convirtiéndolo de la noche a la mañana en el sedán de producción más potente del mundo, y en uno de los más rápidos y veloces. Dodge presumió hasta el cansancio su capacidad de superar la barrera de las 200m mph (320 km/h), y con toda razón; hasta el día de hoy, pocos sedanes hay en el mundo que puedan alcanzar esa velocidad máxima.   El Charger Hellcat Widebody, lanzado al mercado este año, añade más agresión visual al de por sí malvado Hellcat, gracias a salpicaderas severamente ensanchadas. Pero, de nuevo, lo mejor está por venir: en los últimos meses se han visto en fase de pruebas algunos prototipos que parecen indicar que pronto veremos un Charger Hellcat Redeye, con nada menos que 797 caballos de fuerza, que lo volverían prácticamente intocable, y no solo una bofetada a los supersedanes alemanes, sino una patada en su trasero.   A lo largo de más de 50 años, el Dodge Charger ha tomado muchas formas y se ha adaptado a los tiempos que le han tocado vivir; pero en todas sus iteraciones –ok, haciendo ojos ciegos a la mitad de los años 70- ha sabido ganarse a los entusiastas con cualidades que se han mantenido con el paso del tiempo, aunque sean logradas de diferente manera: diseño atractivo, capacidades sobresalientes, y un carácter propio y muy definido, que lo ha vuelto el consentido de varias generaciones, ya sea como muscle-car de culto, obscuro sport-compact, o el sedán más rápido del planeta.