La carrera empezó igual que hace dos semanas: una maniobra arriesgadísima de Schumacher le llevaba a chocar
con el Benetton de Fisichella y ambos monoplazas quedaban fuera de competición en la primera curva
del impresionante circuito de Hockenheim. En medio de la confusión, Hakkinen y Coulthard, por ese orden
se iban claramente hacia adelante y abrían un hueco que, a priori, parecía casi definitivo.
Por entonces todavía lucía el sol y la carrera sólo tenía un punto destacado: el fulgurante ascenso de
Barrichello, que había partido desde la plaza 18 de la parrilla, la peor clasificación de un Ferrari
en ocho años. El brasileño se lanzó a tumba abierta y, cuando se quisieron percatar sus rivales, ya era
quinto, justo por detrás de otro hombre sorprendente: Pedro de la Rosa. El catalán, al que por fin le
respondió el coche, se aprovechó de su salida desde la quinta plaza de la parrilla para ponerse cuarto con
el abandono de Schumacher. Por delante sólo tenía a los McLaren y al Jordan de Trulli.
De la Rosa resistió como pudo el ataque despiadado de Barrichello, que le dejó atrás en la vuelta once y
se fue decidido a por Trulli. Rebasó al de Jordan en la 13 y buscó la estela de los Mercedes-McLaren.
Por el camino entró a boxes, en el giro 17, para repostar y poner neumáticos lisos. Todavía hacía sol.
Un espontáneo en la pista
En ese momento terminó la carrera. O, al menos, la carrera tal y como se concebía hasta ese instante.
Un espectador burló las medidas de seguridad y se lanzó a la pista. Inmediatamente salieron la bandera amarilla y el coche de
seguridad, con lo que el Gran Premio se paró, los pilotos entraron a boxes y empezaron otra vez reagrupados.
Para muchos fue una parada letal. De la Rosa perdió el ritmo que llevaba y pronto se vio superado por Frentzen, que también venía desde el puesto 17.
Pero para otros, como Barrichello o Button, fue el momento que estaban esperando. Se pegaron a los coches
de cabeza, los McLaren, y sólo tuvieron que esperar su momento.
Hubo unos minutos de tensa calma en los que se sucedieron varios accidentes y trompos. El más espectacular
el que afectó a Diniz y Alesi. El coche del francés salió despedido dando vueltas sobre sí mismo y quedó
en el césped hecho pedazos.
Poco después era el Minardi de Gené el que se paraba. Mala suerte para el español, que tuvo que salir corriendo
de su monplaza incendiado cuando defendía su decimocuarta plaza.
En ese preciso punto de la carrera hubo otro cambio que, a la postre, sería decisorio. Empezó a llover
a mares. Hubo un movimiento general de coches hacia los boxes que dejó a De la Rosa en séptimo lugar, aunque luego, la retirada de Frentzen
le permitiría ponerse sexto.
Todos corrieron a poner neumáticos de agua. Todos menos un hombre: Barrichello.
Con esa especie de locura que da la necesidad, el de Ferrari aguantó las últimas vueltas en medio de un diluvio
con las ruedas lisas. En los boxes no se lo podían creer. Lógicamente, con los McLaren cambiando gomas, el Ferari
se puso primero. Dio una soberana lección de pilotaje. Llevó su coche a más de 250 km/h por un río
y no tuvo ni un derrapaje. Sencillamente asombroso. Entró en la meta con una ventaja de siete segudos y 400 milésimas sobre
Hakkinen, que fue segundo. Después entraron por orden Coulthard, un gran Jenson Button, el Sauber de Mikka
Salo que se coló de rondón al final de la carrera y el Arrows, por fin sólido, de un feliz De la Rosa. Por fin ha completado el español
un gran fin de semana demostrando que puede con los mejores. Ojalá le den pronto un coche competitivo, porque está llamado a cambiar
la historia del automovilismo español. Como Barrichello puede cambiar la de Ferrari.
Cuando paró el motor del monoplaza, "Rubinho" vio cómo se le echaba encima un emocionado Schumacher.
No era para menos, con su victoria, el brasileó permite al alemán conservar un liderato que hubiera perdido
a manos de los Mclaren. Además, Ferrari conserva también el liderato de escuderías con cuatro puntos sobre la inglesa.
Pero el jovial Barrichello no recibió sólo la felicitación de su compañero de equipo. Asombrados por su gesta,
los dos pilotos de McLaren le saludaron cariñosamente. Las caras de los mecánicos lo decían todo: inaudito.
Tras esta carrera, Schumacher sigue comandando el Mundial con 56 puntos, dos más de Hakkinen y Coulthard que
comparten la segunda plaza. Barichello es tercero con 46. Quizás ahora, tras esta demostración de clase y coraje,
en Ferrari empiecen a confiar más en él.
Un asombroso Barrichello salva el honor de Ferrari
Fue una exhibición, sin más. Rubens Barrichello arrancó desde la decimoctava posición de la parrilla y ganó el Gran Premio de Alemania. Pero no sólo eso, lo hizo de una forma asombrosa: con neumáticos lisos en medio de un aguacero formidable. El abrazo con que le recibió Schumacher en los boxes era elocuente. La heroicidad del brasileñó salvaba las clasificaciones de Ferrari.
