En Londres y Estocolmo, cobran una alta tasa por permitir el paso al centro de la ciudad; en Berlín, se eliminan los aparcamientos; en París, se grava a los coches contaminantes; en Madrid, se cortan calles y se preservan al transporte público. ¿Sirven estas medidas para reducir la contaminación? Un estudio que se acaba de publicar afirma que el tráfico rodado genera entre el 40 y el 60 por ciento de las partículas en suspensión de las zonas urbanas en España. Y lo mismo ocurre en el resto de países europeos, donde la reducción de la contaminación se ha consolidado como uno de los objetivos prioritarios de los grandes Ayuntamientos. Según el estudio, elaborado por el Instituto de Ciencias de la Tierra Jaume Almera, dependiente del Ministerio de Medio Ambiente español, los motores Diesel son los que más contaminan: hasta cinco veces más que los propulsores de gasolina. Mientras que los propulsores de gasóleo emiten entre 20 y 30 microgramos de partículas por kilómetro, los de gasolina tan sólo expulsan a la atmósfera 5 en el mismo recorrido. Esto debería ser tenido en cuenta por los Consistorios, ya que la mayoría de los autobuses de la red de transportes utilizan mecánicas de gasóleo.
El estudio asegura que en las áreas urbanas estudiadas, la contaminación proviene del tráfico y de la industria, pero no desdeña otras fuentes emisoras de contaminación naturales tales como los bosques (emisiones biogénicas forestales) o el polvo africano.Las partículas en suspensión procedentes de las combustiones de las mecánicas tienen diferentes diámetros. Dependiendo de su tamaño, su efecto nocivo para nuestra salud será uno u otro.
Las de 10 micrómetros (0,001 mm) llegan hasta nuestro tracto respiratorio; las de menos de 2,5 micrómetros se pueden instalar en nuestros pulmones y las más pequeñas, las de menos de un nanómetro (0,000001 mm), pueden introducirse en la sangre. Las dos primeras provocarían o agravarían enfermedades respiratorias y la última podría provocar infertilidad y, en determinadas concentraciones, la muerte del individuo.
Las partículas en suspensión no sólo proceden de las combustiones, algunas de ellas se desprenden del pavimento, la demolición y la resuspensión de los suelos (se posan y con el viento vuelven a situarse en suspensión). El nivel de contaminación en las ciudades europeas es similar. Sin embargo, en España el clima mediterráneo y la escasez de zonas verdes complican bastante la situación, según el estudio. La Unión Europea está redactando un nuevo reglamento para controlar el nivel de emisiones a la atmósfera. En la actualidad, sólo está legislado lo referente a partículas en suspensión de más de 10 micrómetros; la UE trabaja en reglamentar las partículas de 2,5 micrómetros.
Los expertos españoles proponen soluciones a este problema: trampas de partículas regenerables. Esta tecnología ya se utiliza en otros países europeos, en algunos vehículos y en diversos servicios de los Estados Unidos (transporte escolar, urbano y recogida de residuos urbanos).
Se trata, ni más ni menos, que de catalizadores químicos que se colocan en los sistemas de escape de los automóviles. Determinados elemento químicos (tales como el platino) “atrapan" las partículas procedentes de la combustión. El problema de los catalizadores es que aún no todos los coches los equipan. El parque automovilístico europeo continúa siendo antiguo y un coche con más de una década de antigüedad contaminan como varios de los actuales, ya preparados para emitir menos humos.
Por eso, los Ayuntamientos de las principales capitales europeas trabajan en la reducción del tráfico privado en sus calles como solución de urgencia a este problema.
Otras medidas puestas en marcha son potenciar los transportes limpios con autobuses de hidrógeno; subvencionar la compra de este tipo de vehículos en el entorno privado (motores híbridos y propulsados por pilas de combustible); o la implantación del tranvía (que se mueve por electricidad), como en Barcelona.
Las medidas más comunes y duras ya te las hemos contado: cortes de tráfico; acceso alterno por número de matrícula (pares unos días e impares otros); peajes en el centro de las ciudades; eliminación de aparcamientos; elevadas tasas en las zonas de aparcamiento regulado, etc.